Con
los zascandiles que tenemos como líderes políticos, no será extraño que el panorama
de los pactos de nuevo resulte más que complicado. Mucho nos tememos que las
semanas vayan pasado con los consabidos pulsos y ninguneos, yo no voy a apoyar
a aquel, ni me voy a juntar con este otro. Con el desaliento pisándonos los
talones, tal vez sucede una cosa muy simple: la democracia representativa ya no
sirve para mucho, puesto que, además de la banalidad de los políticos, el poder reside en un ente poderosísimo
a quien podríamos llamar el mercado, la gran banca, las multinacionales, las
bolsas. Pues entre el poder económico y el poder político, la respuesta está
clara: manda el primero. Sin olvidar la incongruencia de los políticos, capaces de mentir setenta veces siete, sin que sepan representar el sentir de quienes depositaron en ellos su voto. El verdadero poder se instala en el dinero, y de ahí
se ahonda la desigualdad entre las regiones, entre las capas sociales. Si las
estadísticas no mienten, la crisis ha enviado a la pobreza a tres millones de
españoles que estaban dentro de la llamada clase media. Si hacemos caso a la última
encuesta publicada por el Instituto Nacional de Estadística sobre condiciones
de vida en nuestro país, resulta que casi la tercera parte de la población que
reside en España está en grave riesgo de pobreza o de exclusión social. Muchas
cosas no están funcionando bien en nuestro sistema, pues a pesar de la relativa
mejora de los datos macroeconómicos y la aparente reducción del paro –bien es
verdad que con empleo inestable y de baja calidad– el empobrecimiento forma
parte del paisaje cotidiano.
El
92 por ciento de los ciudadanos piensa que actualmente existe mucha desigualdad
económica y el 72 por ciento cree que esos niveles van a continuar durante
mucho tiempo. Los datos proceden del Barómetro de Confianza en la Economía que
Metroscopia elabora cada mes, la ciudadanía no percibe que la aparente
recuperación económica esté beneficiando al grueso de las familias. Pues desde
que comenzó la crisis la brecha entre pobres y ricos ha aumentado de forma
considerable. Aquí la cifra de multimillonarios se ha duplicado, son cerca de
500 los españoles que declaran un patrimonio de más de 30 millones de euros,
cuando en 2007 eran solo 230. Y al mismo tiempo, según el Instituto Nacional de
Estadística, más de 13 millones de personas, en su mayoría menores, están en riesgo
de exclusión social. España saldrá más pobre y desigual cuando salgamos de la
crisis, pues la situación de la mayoría ha empeorado durante los últimos años.
El camino para recuperar las prestaciones sociales que existían va a ser
dificultoso.
En
España se está dando el mayor desajuste de toda Europa, según el informe
mundial de la riqueza que publica cada año la consultora Capgemini. El número
de fortunas ha crecido un 50 por ciento en los últimos siete años, y el periodo
2008-2015 ha coincidido con la gran recesión, cuando el número de pobres ha
crecido de manera descomunal. No debemos olvidar que en las crisis se generan
los populismos xenófobos y racistas, un tal Adolf Hitler sabía mucho de esto
cuando en Alemania un mísero pan llegó a costar millones de marcos. Los
movimientos de ultraderecha se frotan las manos en el hasta ahora Reino Unido,
en Austria, en Francia, en Polonia, etcétera.
El
incremento de las cifras no siempre habla de la realidad. Frente a la opinión
mayoritaria de que la mejor forma de favorecer el bienestar es aumentar el
crecimiento económico y la creación de empleo, en nuestro país la experiencia
niega este aforismo. Pues el crecimiento del 3,2 por ciento que el producto
interior bruto experimentó el año pasado no se ha traducido en una mejora del
bienestar social. Cierto es que la tarta ha crecido, pero no se reparte de
manera justa. ¿Será acaso verdad que la desigualdad en el capitalismo es
estructural, y que la desigualdad es de recursos y poder, que se refuerza con
la desigualdad entre géneros, etnias, países, etcétera?
En Canarias el panorama pinta ligeramente
mejor que en la media nacional, con los hoteles a rebosar y una pequeña
reducción del paro, aunque está por ver de qué manera nos va a afectar la
previsible reducción del turismo británico. Ojalá no se convierta en otro
frenazo para la verdadera recuperación, que consistiría en una contratación más
justa, una mejora de los salarios y de las oportunidades laborales para los más
jóvenes. Otro problema que tenemos es el envejecimiento de la población, cada
año nacen menos niños y cada vez mueren más personas, además de que muchos
inmigrantes están retornando a sus países de origen o marchando hacia la Europa
más desarrollada. El año pasado el número de defunciones superó por primera vez
a la cifra de nacimientos, un hecho que no sucedía desde el fin de la guerra
civil. Canarias se salva por los pelos, aquí siempre ha sido mayor el nivel de
fecundidad y el crecimiento de la población se mantiene, aunque débilmente. Un
hecho lógico, dada la escasa ayuda a la maternidad, la nula protección de las
familias.
Por lo que respecta
al paisaje tras las elecciones, el señor Rajoy insiste en que debe gobernar
puesto que es el único que ha tenido resultados favorables. ¿Pero con quién va a conformar la mayoría en el Congreso? Los socialistas se
desangran en la vieja pelea interna, los podemitas se han llevado una sorpresa
descomunal porque muchos dejaron de apoyarles, los de Albert Rivera casi se han esfumado. Si el PP sumó 13 escaños más, la cifra pudiera ser el resultado de
los 5 que perdió el PSOE y los 8 que se dejó Ciudadanos en el camino. Con todo
lo sucedido, los partidos políticos están condenados a mover ficha pero sus
líderes de momento exhiben poca cintura política. Está claro que los españoles
no desean aventuras sino que quieren centrismo y moderación, pero ¿con qué
apoyos va a contar el PP para formar gobierno? De cualquier modo, es de esperar
que no nos lleven a votar de nuevo en Navidades. La señora Merkel y Bruselas
presionarán cuanto puedan y los poderes económicos no se andarán quietos. Si no
se ponen de acuerdo, la desafección ciudadana se incrementará, a la vez que
crecerá la sensación de ridículo. Claro que para sensación de ridículo, la que
les ha quedado a los británicos después de la alegre convocatoria del señor
Cameron. Y es que los referéndums los carga el diablo. Tan solo don Francisco
Franco sabía manejar esa cuestión, cuando obtenía el 102 por ciento de síes a
sus leyes orgánicas, votaban los que estaban en Alemania y en los cementerios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario