jueves, 22 de agosto de 2013

Danzad, danzad, malditos (el caso del becario que murió por trabajar 72 horas seguidas)


El caso del joven becario alemán de 21 años que falleció en Londres después de trabajar sin pausa durante 72 horas pone en evidencia la perversidad de un sistema cuyo único Dios es el Dinero. Nos recuerda aquella terrible película de 1969 titulada Danzad, danzad, malditos, de S. Pollack con una pletórica Jane Fonda. Precisamente los concursos de baile en la época de la Gran Depresión mostraban lo malicioso de un sistema que es capaz de llevar la competición hasta el límite, sin que importe la muerte de los competidores ya que lo único que importa es la ganancia de quienes organizan el espectáculo. Un sistema que extiende la pobreza y hasta el hambre en la crisis global y que, paralelamente, reserva gratificaciones extraordinarias para quienes desarrollan a fondo los mecanismos de ingeniería financiera: crear riqueza ficticia a base de la manipulación. Los jóvenes españoles, entre los que el paro es un cáncer que crece de día en día, aspiran a un puesto de trabajo digno y solo reciben a cambio un billete para emigrar. Este joven alemán solo quería –pobrecito– convertirse en uno de esos directivos privilegiados que reciben millones de euros cuando a alguien se le ocurre cesarlos. Sin ir más lejos, el director de la antigua Caja de Ahorros de Canarias, la de Gran Canaria, percibió más de 3 millones de euros, una minucia si lo comparamos con las indemnizaciones de personajes como Rodrigo Rato y tantos otros que han contribuido a hundirnos en la actual crisis.

Ahora un total de 3.175 banqueros cobran más de un millón de euros en la Unión Europea, y tres cuartas partes de ellos se encuentran en el Reino Unido, principalmente en la City de Londres. Las cifras resultan demasiado golosas para jóvenes recién licenciados con pretensiones de comerse el mundo, dispuestos a cualquier sacrificio por entrar en un exclusivo círculo de sueldos millonarios y bonus de vértigo. Por supuesto, las puertas de la City sólo se abren a un limitado número de imberbes genios, que además de mostrar potencial y capacidad para convertir los miles en millones, deben sobresalir de la competencia.
El exceso de trabajo asumido por Moritz Erhardt no representa un caso aislado de pasión por el trabajo o una ambición desbordada por llegar lejos, sino que constituye la rutina habitual de los cientos de jóvenes que disponen de un par de meses de periodo en prácticas en la banca de inversión para darse a conocer en la empresa. Muchos de estos jóvenes que desembarcan en la City de Londres durante el verano se hospedan en las residencias de estudiantes del este de Londres, como en Bethnal Green, por su cercanía con el corazón financiero de la capital británica y sus precios asequibles, aunque apenas pasan tiempo allí.
«Todos trabajamos muchas horas pero lo que regularmente se quedan hasta las 3 o 4 horas de la madrugada son los que están en banca de inversión. Las prácticas duran como máximo diez semanas, existe una aceptación general. Ves a gente con los ojos vidriosos y bebiendo cafeína para aguantar pero nadie se queja porque las recompensas potenciales son enormes. Competimos por trabajos muy bien pagados», comentó un joven actualmente en prácticas en un banco de Londres que prefirió no revelar su identidad.  Lo habitual en estas prácticas en bancos son jornadas laborales de 14 horas, pero en muchos casos llegan hasta las 22 si completan el famoso «magic roundabout» (tiovivo mágico); un práctica que consiste en abandonar la oficina en taxi a altas horas de la noche y hacer que el conductor espere en la puerta a que el sujeto se duche y se cambie de ropa para llevarlo de nuevo a la oficina. La solicitud de prácticas se ha multiplicado en los últimos años y por lo general por cada 25 plazas ofertadas, se presentan 5.500 candidatos. Una vez dentro, nadie quiere defraudar y la obsesión por obtener el trabajo soñado en tiempos económicos adversos les insta a asumir una carga excesiva. Ya se sabe: Danzad, danzad, malditos, bajo el tintineo de las monedas.
 
(Ilustración: edificio de la Bolsa de Londres)

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