Cézanne: el genio fracasado en vida
Francia está orgullosa de sus talentos en el tránsito del siglo XIX al
XX. Eran tiempos del realismo –en novela Flaubert, Zola, Víctor Hugo, etcétera–
y también de la lucha por la innovación que representa el grupo de los
impresionistas. Toda aquella generación aportó aire fresco frente al
academicismo, y entre ellos Paul Cézanne (1839-1906) es una figura muy
importante. Se dice que Picasso y Matisse afirmaron que “Cézanne es el padre de
todos nosotros”. Lo cierto es que este pintor dejó atrás al grupo impreionista
para abrir la llegada del cubismo y de las vanguardias del primer tercio del
siglo XX.
Lo que Cézanne
pretendía era lograr una síntesis de la representación meramente visual,
naturalista, con la expresión personal y la búsqueda de un estilo propio. El
pintor estaba interesado en representar la vida contemporánea, pintando el
mundo tal como se le ofrecía ante sus ojos, sin preocuparse de idealizaciones.
Luchó, pues, por desarrollar una observación del mundo visible, y así ordenaba
estructuralmente todo lo que veía en formas simples y planos de color. Deseaba
innovar pero también no apartarse de la composición clásica. Son célebres
sus bodegones, sus retratos, sus escenas cotidianas. La intensidad de sus
colores va unida al aparente rigor de la estructura compositiva. Logró
sintetizar los elementos básicos de representación y expresividad de la pintura
de un modo muy personal.
Expuso con los impresionistas en la primera exposición celebrada en el
estudio de Nadar, en 1874, y en la tercera de las muestras del grupo en 1877.
Las críticas que recibieron sus cuadros provocarían que decidiese no volver a
exponer en las siguientes convocatorias del grupo y que se alejase de los
circuitos artísticos para comenzar un camino personal. Paralelamente comenzó a alejarse
de la estética impresionista y a desarrollar un estilo propio. Durante toda su
vida residió entre París y el sur de Francia, hasta que en 1900 se recluyó
definitivamente en Aix-en-Provence, su ciudad natal.
Cézanne
consideraba inseparables forma y color. Su lenguaje pictórico se caracteriza
por la utilización de áreas de color planas, aplicadas con pinceladas
geométricas, que van configurando la superficie del cuadro. Sus paisajes,
bodegones y retratos rompen con la concepción tradicional de profundidad,
definida por planos sucesivos, e intentan captar pictóricamente la estructura
interior de las cosas
Fue
casi toda su vida un pintor incomprendido, incluso fracasado, como Van Gogh y tantos otros. Sólo en los años finales de su vida volvió a exponer en la galería de
Ambroise Vollard en 1895, en la que sería su primera muestra individual. A
partir de ese momento su obra pudo ser vista en otras exposiciones y comenzó a
ser valorada y a influir en los jóvenes fauvistas y en los futuros cubistas. Su
exposición póstuma, celebrada en París en 1907, fue toda una revelación y
desencadenó el comienzo del cubismo.
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