jueves, 26 de enero de 2012

Vikram Chandra, la India

Por lo que nos cuenta el novelista Vikran Chandra, la ciudad de Bombay es el cóctel explosivo de la India. No conocíamos la obra de este joven escritor nacido en Nueva Delhi en 1961, autor de algunos libros muy difundidos, el penúltimo de los cuales es Juegos sagrados, una novela de más de 1200 páginas en la cual traza una panorámica de ese caos integral que es su país. Chandra es un ejemplo de esos nuevos talentos de oriente que germinan en universidades norteamericanas, vive entre Bombay y California, ya que en Berkeley enseña escritura creativa. El libro ha sido reconocido como mejor libro del año en publicaciones anglosajonas. Policías y hampones, prostitutas y mafias, agentes secretos y propietarios de clubs de danza, musulmanes, cristianos, hindúes. Un panorama convulso, heterogéneo, descrito con una prosa rápida, con diálogos vertiginosos. En este caldo de cultivo se dan la mano los miserables y los millonarios, las estrellas de Bollywood y las que aspiran a serlo, las chicas que venden su virginidad a los criminales con dinero. Las castas segregadas de una sociedad tan heterogénea donde se hablan cientos, quizá miles, de lenguas. Oriente, tan incitante y tan peligroso. Bombay y la India con sus desequilibrios, sus grandezas y sus miserias, con todos los atropellos cotidianos, lugar donde el exquisito cricket y la corrupción policial se dan la mano. En esta novela descomunal uno se encuentra ante un texto que te atrapa, algo así como Los miserables de Víctor Hugo en versión siglo XXI. Siete años ha empleado Chandra en escribir este libro, por el que recibió un anticipo de un millón de dólares por parte de su editorial norteamericana. El enfrentamiento entre un policía y un jefe mafioso sirve para desvelar las corruptelas y los oscuros negocios entre el poder político y los bajos fondos. Con el lenguaje de la calle, en el que se mezclan las jergas de los distintos segmentos sociales, el escritor ha hilado fino y nos entrega un documento esclarecedor sobre la pujanza y la contradicción de los países emergentes. El mecanismo de la novela negra le ha servido bien para este cometido, pues le permite diseccionar las grandezas y miserias de unos y otros.

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