jueves, 13 de junio de 2013

Noche de bodas

“En tal día como hoy los nuevos cónyuges no han de olvidar que, más allá de las mieles del goce físico y la bonanza económica, en ocasiones el matrimonio es un vía crucis. Porque, amados hermanos, esta vida es un pórtico engañoso de los sentidos.”
Todas sus amigas se habían casado con los mismos rituales.
“Y el sacramento fue instaurado para hacer crecer una prole cristiana, para que los cónyuges se ayuden a llevar la vida y las flaquezas. Los esposos habrán de estar unidos hasta que la muerte los separe.”
Tuvo un presentimiento del caos y así –en vez de pensar en el banquete a celebrar en el cercano cortijo– le vino un ataque de ansiedad. El altar mayor estaba adornado con azucenas y rosas blancas, pero le dieron ganas de salir corriendo. Ya avanzaba el verdugo, ya le ataban las manos, ya le colocaban la capucha: lo afrontó como un hombre, no se movió del sitio. Agarrotado por el temor al ridículo, ofreció su cuello para la decapitación. A fin de cuentas, le pareció justo: tras aquel braguetazo había vendido su alma al diablo y a la hija de un marqués. Y eso no era lo peor, mucho más grave es que no se había operado de fimosis y, en realidad, seguía siendo virgen.
(De “Minitextos de amor y lujuria”, Edic. Idea)

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