domingo, 26 de febrero de 2012

Chagall con mermelada de naranja amarga

A los insomnes y noctámbulos nos cuesta ponernos en pie. Para empezar el día un café con leche acompañado de churros es un petardazo al estómago pero enaltece el alma. Si no quieres salir de casa, puedes tomar un café medio descafeinado con rebanadas de pan integral cubiertas por mermelada de naranja amarga. Pero lo que de verdad funciona por la mañana es contemplar por internet cuadros del gran pintor Chagall, judío errante con poesía y surrealismo, el retorno al edén. Hay otros muchos dignos de admiración, desde Botticelli a Grosz, desde Goya a Van Gogh, desde Matisse a Klimt, desde El Bosco a Hopper, desde Paul Delvaux a Modigliani, desde Turner a Friedrich, desde Frida Kahlo a Picasso. Pero el encanto de Chagall es capaz de iluminar la mañana más oscura. Este Autorretrato (1968) está en Florencia, en él se aprecian algunos de sus iconos fundamentales.

"Shame", otra vez la soledad en Nueva York

Lo más probable es que esta noche, cuando entreguen los Oscars, no reciba el mayor trozo de la tarta, que se reserva para “The artist”. Michael Fassbender, que da vida a un ejecutivo que suple su ansiedad a base de sexo compulsivo, dice que siente compasión por su personaje. “Creo que todos somos responsables los unos de los otros, en cierto sentido todos somos “culpables” de la sociedad que hemos construido. Nueva York representa el mundo actual, en el que tenemos muchas cosas al alcance de la mano y vamos del acceso al exceso.” No es esta película de Steve McQueen una obra maestra comparable a “El último tango en París”, o “Midnight cowboy” pero es provocativa, difícil e incómoda. Digna de verse.

viernes, 24 de febrero de 2012

La literatura y la vida

Ningún hombre es una isla, ninguno es completo en sí mismo. Todo hombre es un fragmento del todo. Existimos con los otros, todo hombre está vinculado a los demás, conectado a las creencias de los otros, a los miedos de la tribu. Lo dijo John Donne, poeta. Si escribimos es con la esperanza de que haya un receptor.
La edad es una cuestión biológica pero también una cuestión mental. Hace un siglo pocos superaban los 50, ahora es casi seguro que la mayoría llegará a cumplir los 80, enormes han sido los avances de la alimentación, el nivel de vida y la medicina. Veo a mi alrededor a jóvenes intrépidos y animosos, y otros con tan pocas ganas que parecen jóvenes ancianos. Veo, asimismo, gente madura ya rendida por el desánimo, una jubilación mal llevada o la desgracia de la enfermedad. Pero observo también gente mayor que tiene tantas ganas de vivir y de hacer cosas que forzosamente he de considerarla gente joven.
Desde los 18 me gané la vida trabajando en periódicos. En aquellos tiempos teníamos pocas libertades pero a cambio era fácil obtener un trabajo. No había cumplido los 20 y pasé cinco meses inolvidables en Londres, la ciudad iniciática que conocí antes que Madrid y Barcelona. Londres era libertaria, sonaban The Beatles y la minifalda; caían viejos dogmas y triunfaban los jóvenes. En aquel prodigioso verano pude asistir al increíble concierto de The Rolling Stones en Hyde Park. Fascinante venir de una isla y encontrarte en medio de 250.000 personas, una multitud que disfrutaba fumando yerba y queriéndose. Allí pude ver Hair como canto de los nuevos tiempos, o El graduado sin cortes de censura, igual que adaptaciones de las obras de Joyce. Sorprendente libertad.
Desde entonces he trabajado en distintos medios de comunicación y he escrito libros que han tenido mayor o menor éxito. He vivido episodios convulsos y tranquilos, he residido en distintos sitios. Ahora puedo decir que he vivido como he querido, la libertad tiene un alto precio pero el dinero no lo es todo en la vida. A veces es lo menos importante.
El primer deber del escritor es vivir para poder nutrir su obra. La literatura es maravillosa pero todavía mejor que ella es la vida con sus alegrías y sus decepciones. Ah, y también son importantes los amigos que comparten este momento.

jueves, 23 de febrero de 2012

La alumna que quería ser una Lolita


Cuando en medio del aula me doy cuenta de la dificultad con que los chicos siguen una explicación cualquiera, por ejemplo la poesía del Marqués de Santillana, me entra el pánico de que también ellos están perdiendo las voces del pensamiento, la ortografía y el lenguaje, que ya sólo se reconocen en sus envíos SMS, con doscientas palabras expresan cuanto necesitan y sus criterios son cada vez menos razonados, se agotan por falta de carga. Pero bueno ¿es que acaso poseen criterios? Cuestiones demasiado elevadas para plantearlas en medio de la autopista que atraviesa la llanura. Acaso mañana haya pasado todo, y yo explicando temas del programa a las paredes.
En la infancia el mundo nos parecía sencillo. Crecimos y el universo era aún estable y lento, lo cual nos daba cierto margen para buscar soluciones. Pero los cambios se precipitan generándonos la angustia de que todo se escapa sin que consigamos apresarlo; el presente enseguida se hace ayer, el vértigo nos aniquila sin rebelión posible. Hemos eliminado cualquier atisbo de debate, sólo interesa la excitación de lo efímero. ¿Qué cuestiones serias podemos acometer en la vorágine? Ufanos de ser nuestra propia sociedad anónima no rescataremos la ocasión para tratar de ser nosotros mismos, y entiendo a mi mujer cuando aspira a autoengañarse. Pero en realidad –mientras los científicos nos prometen que en pocas generaciones los humanos llegaremos a cumplir los ciento veinte años- nos desmorona el impetuoso alud.
Hace días que noto la mirada de Elena, la insolente y procaz de los últimos pupitres. En los cursos avanzados son atrevidos, sobre todo los repetidores se sienten tan seguros de sí mismos que provocan fácilmente.
-Muy interesante la clase de hoy –me dice como saludo-. Es que lo bordas.
-Le recuerdo que en esta asignatura el tuteo no está permitido –pretendo domeñar el torbellino.
Cada mañana supone un tormento entrar en la casa de las fieras para hablarles de cosas menos interesantes que la floricultura de Pakistán. Después de tantos años, da igual comentarles sobre Lope, Rubén Darío, Valle Inclán o Neruda. Contemplo su tedio mientras explico la odiosa asignatura en trance de extinción, igual que se fueron los dinosaurios se irán las humanidades juntas por el pozo de la inutilidad. Eso deben pensar, y me lo transmiten con sus gestos.
Qué aventura cuando les marco el trabajo sobre García Lorca y ninguno pasa de las veinte líneas.
El objetivo de Lengua y Literatura consiste en el dominio del idioma con precisión y riqueza en su uso oral. Desarrollaremos la capacidad del lenguaje como instrumento de representación y conocimiento, con manejo de la relación entre sonidos, fonemas y grafías. La lengua escrita permitirá al alumno descubrir la lectura y la escritura como fuentes de saber pues los textos ofrecen disfrute y goce; por ello explorará sus propias posibilidades de expresión.
Ni más ni menos.
Ojos en el vacío, miradas desdeñosas, murmuraciones y notitas de mesa en mesa. Accederán a un título leyendo las solapas. Soy tan prehistórico como Marlon Brando en blanco y negro.
Pero ella intenta hacerse notar. La única que pregunta algo.
-¿Por qué no me das clases particulares?
Ahí el envite. Y yo tan serio explicándole la necesidad de hincar los codos de vez en cuando.
-Todo el mundo te encuentra distraído y lunático. El Poeta de Arganzuela te llaman. Pero a mí me encantas.
Lo que hay que oír.
-Si aparentas cabrearte resultas divino –y cuando me lo dice su mano de uñas verdes se introduce en el bolsillo inferior de mi chaqueta.
-Disculpe, llevo prisa –y salgo a cien.
Claro que mi curiosidad puede más que mi contención. En el aparcamiento saco la hojita doblada con un número de móvil y un corazón en rojo intenso. “Atrévete”.
Lo he roto, pero en la letra E de la agenda he copiado el número a lápiz y se lo adjudico a Emilio.
No hago llamada alguna, tres veces llego a marcar su número sin completarlo. Arde mi dedo índice cuando lo intento y desisto una vez más. Debe haberlo adivinado pues al poco recibo mensajes.
Las cosas van demasiado lejos. Una colección de iconos: corazoncitos y sonrisas que parpadean.
Sólo me falta que el consejo escolar tome nota, y me denuncien por acoso sexual.
Al día siguiente en clase recité el final de un poema: Me gustas cuando callas porque estás como ausente. / Distante y dolorosa como si hubieras muerto. / Una palabra entonces, una sonrisa bastan. / Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. Interrumpiendo las miradas desdeñosas esperé reacciones. Callados todos, clavados en los asientos, los creí de mi parte. Que estaban en el bote, al menos respetaban la voz de los grandes.
-¿Lo escribiste tú? –se levantó una voz al fondo.
Tenía que ser, era efectivamente ella quien hizo estallar las carcajadas.
Menos mal que acudió el timbre de la hora en mi rescate, y fui saliendo despacio tal si echase una arenga a la desidia. Camino a la dirección me entero de que tenemos una nueva banda pandillera. Chicos con navajas que desde el Bronx aterrizan en la secundaria de medio mundo con sus camisetas negras, su vocación de camellos en pequeña escala y sus ganas de camorra. Los inmigrantes han de mantener el sistema: hacen los trabajos más duros y traen los hijos que nadie desea a fin de que muchos como yo lleguemos a cobrar la anhelada pensión.
Me sentí feliz cuando la vi colgada del brazo de uno de esos musculosos latinos, pero me quedó la pena de no haber tenido una Lolita en mi vida. Cochino viejo verde.
(De "¡Mamá, yo quiero un piercing!", relatos)

jueves, 16 de febrero de 2012

El novelista Haruki Murakami es un Premio Nobel más que cantado, y si no será Nobel se tratará de uno de tantos errores de la Academia de Suecia. La prosa vertiginosa y fluida de este gran novelista (Kafka en la orill;, Al sur de la frontera, al oeste del Sol; Sputnik, mi amor, etc.) hace un retrato feroz de las contradicciones de Japón. Una juventud occidentalizada a toda prisa protagoniza Tokio blues. Norwegian Wood, en Tusquets, pero en ella la música de The Beatles no consigue acallar esa pérdida moral de un país que practicó con entusiasmo el belicismo y que padeció en propias carnes la devastación nuclear de Hiroshima y Nagasaki. En los grandes hombres de letras japoneses subyace la vieja tentación del suicidio (Mishima, Kawabata, Tanizaki). Estamos ante una literatura sombría, melancólica, angustiada, oscura, que camina paralela a Dostoievski, Faulkner, Scott Fitzgerald, la vieja tragedia humana que viene de Grecia. La depresión reina por las mejores páginas de los grandes autores japoneses, y con ello muestran el malestar de un país orgulloso, que ha padecido grandes tragedias en forma de guerras, maremotos, tsunamis gigantescos, y que sin embargo es una primera potencia mundial. Es tal el vigor narrativo de esta literatura, tal su capacidad poética, que nos deslumbra. A través de Yoshimoto y Yoko Ogawa podemos acceder a la propia literatura manga y, sin olvidar una mirada a la tradición milenaria de los haikús, llegamos a la conclusión de que el Japón literario es digno de admiración. Los conflictos humanos -el sexo, el amor, la muerte- en Murakami te atrapan sin piedad. Quizá esa cultura ritual del suicidio tenga una justificación alegre: los japoneses mayoritariamente creen en la reencarnación, siempre queda abierta una segunda oportunidad.

martes, 14 de febrero de 2012

Cibercafé

-¿A las diez?
-Vale.
En hora punta el aire se vicia, el tufo es impresionante tal si nadie se duchara en meses, ni hay baños termales ni hay playa, ni los van a traer. En invierno un nevero y en julio cocedero de mariscos. Para más fastidio, pocos respetan la prohibición de no fumar. Los jóvenes no paran de lanzar sus risas y hacer de las suyas; ellas enseñando el ombligo y ellos vendiendo alegría.
No sé de dónde acuden tantas multitudes de abejorros.
En la salida del metro los chicos buscan el nuevo local y se lanzan en trampolín como si tuvieran que devorarse a sí mismos, bucean en los enigmas y rastrean sus intestinos, consiguen atrapar el rastro de una neurona y tal vez se sorprendan de que todavía exista una brizna de pensamiento suelto por ahí. Juegos y carreras, pero sobre todo mandan y reciben correos, chatean con una amiga de Suráfrica, utilizan estrategias de comunicación y se sienten seguros.
Aquella tarde estaba tan aburrido que entré en un portal cachondo y quedé conmigo mismo para las once y diez. Para ir de marcha a Chueca, me dije. ¿De copas en cualquier bar de gays? No olvides que la bilirrubina te sigue subiendo, me dijo mi otro yo. Y las transaminasas, añadí por lo bajo. De septiembre no pasa que empiece el régimen: mucha fibra, cantidad de verdura y pescado a la plancha. Nada de fritos, ni de grasas. De beber, tan sólo agua, o si acaso cerveza sin alcohol. Pan integral y café descafeinado; tenis en primavera, pádel en verano, carreritas en otoño y piscina climatizada en invierno. Sesión doble de gimnasio, fuera tabaco y ni un minuto de siesta. El whisky, ni hablar. Los cubatas, para recordarlos. Menudo tormento en una ciudad repleta de bares de copas, ello me empieza a originar sentimientos negativos. Tendría que hacer ejercicio, algo que reforzara mi interior. ¿Y racionar orgasmos? Un amigo se aplica la alquimia sexual, reniega de perder miles de proteínas en cada eyaculación, prefiere conservar su energía interior.
Con desasosiego busqué un club de chicas recién inaugurado. A punto estuve de abdicar en esa última noche del mes de vacaciones, cuando ya venían en el tren la mujer y los niños desde la costa -y de nuevo me condenaba a maldormir pues ni siquiera hay aire fresco en casa- contemplé la salvación. Tropecé coches de la policía, y esa cinta de prohibido pasar, pero no le di importancia. Poco antes hubo un tiroteo entre colombianos por el negocio de la coca. Dos muertos, comentaron por la radio; Fuera inmigrantes, Fuera basura dicen los graffitis.
Allí estaba el local, con sus luces centelleantes y su oferta de conexión ADSL. Crucé el espejo, y cuando encendí la pantalla ultraplana la muy puñetera me guiñó el ojo. Por fin, había encontrado la pareja perfecta.
(De "¡Mamá, yo quiero un piercing!", relatos)

domingo, 12 de febrero de 2012

El amor, esa alienación por San Valentín

Dicen los psicólogos que el amor es un extravío, una alienación. Al enamorarse, los humanos dejan caer las barreras, se sienten felices dentro de una burbuja. Aunque San Valentín sea una fiesta cursi de los grandes almacenes, bendita alienación es la que permite sentir esas emociones hacia el otro o la otra. Lo expresó Alfonsina Storni: “No eres tú el que me engaña; quien me engaña es mi sueño”. En este domingo frío de febrero -anoche al llegar a casa el termómetro del jardín marcaba 10 grados- brindo por quienes se aman. Y recuerdo a las diosas que se fueron antes de tiempo: Marilyn Monroe, Amy Winehouse y ahora Winnie Houston. I will always love you. Siempre te amaré, lo sabes. Si existe otro mundo, allí también te amaré.

viernes, 10 de febrero de 2012

Turista


Tenía grandes ideas pero andaba en crisis, llevaba meses sin pintar nada que valiese la pena. Su expresionismo abstracto había entrado en una etapa algo tenebrosa. Un largo y tenso periodo de sequía en su cerebro le llevó a investigar que a veces las nubes sembradas con yoduro de plata conceden la lluvia. Por lo tanto, necesitaba un revulsivo. Algo que hiciera renacer.
Consiguió los euros necesarios y se apuntó en un viaje, uno de esos paquetes turísticos que en verano son consumidos por millones.
Moverse era la solución. Ir de acá para allá calma las neuras, otorga sensaciones nuevas.
El globo terráqueo era, a fin de cuentas, una pequeña bola en la que no paran de revolverse muchos saltamontes.
En su captura de maravillas comenzaría por el Coliseo de Roma y el Partenón. Al llegar ante tan venerables escenarios le decepcionó el deterioro de sus estructuras y la cantidad de grúas, andamios y restauradores que en apariencia no son capaces de restaurar gran cosa.
Italia y Grecia eran un montón de ruinas, igual que su vida.
Pero incluso tras las mayores catástrofes, la naturaleza consigue recuperarse.
Por eso cuando conoció a la guía de las excursiones opcionales sintió un nudo en la garganta.
-Hola a todos. Me llamo Eirini, en español se diría Irene y significa paz.
Quedó anonadado: su musa cambiaba con frecuencia de aspecto. Pero, mirándola fijamente, se dijo que tenía que ser aquélla. Así que no lo pensó más, y se dirigió a ella con el tono más amable de su voz.
-Me apunto al crucero por el Egeo con la condición de que usted acepte ser mi invitada.
Estaba condenado a ver que a su lado la belleza se esfumaba una y otra vez. Para aliviarse, se lanzó a filosofar sobre el vertiginoso y cruel mundo que le había tocado vivir, en el que nada es lo que aparenta ser. Le propuso contratarla para que fuese su modelo, pero al instante ella se convirtió en la Venus de Milo, le impresionó el sereno desafío de su rostro, la sensualidad de su figura, los pliegues del manto que cubría su pubis. Pero, claro, era una pena que tuviese los brazos amputados.

jueves, 9 de febrero de 2012

Con excesiva humedad no duermo bien

Siempre había ramos de flores ante las cruces de los accidentes. En Grecia, al contrario, ponen un altarcito con un icono y aceite sólo cuando ha habido suerte, sin muertos.
La gente atravesaba la vía desafiando el peligro. Fue necesario que hubiese un par de víctimas más, primero fue un viejo alcoholizado. Como era de otro país, nadie se movilizó. Otra cosa sucedió cuando atropellaron a Sheila, una chica de quince años; no murió pero quedó paralítica de medio cuerpo. Fue lo peor que le podía suceder, opinaron muchos.
A la vista de que el ayuntamiento no tenía fondos –habían transcurrido siete años y aún el juez continuaba sus investigaciones sobre la corrupción de anteriores concejales- el paso de peatones elevado sobre la avenida fue financiado por un banco. Patética fue su inauguración, el cura echando sus oraciones con agua bendita antes de ser colocada la placa y los ediles con su estúpida solemnidad.
Hoy, tantos años después, alguien continúa colocando ramos en memoria de las personas que allí perdieron la vida.
Los parientes de los difuntos creían que las almas de quienes habían encontrado allí la muerte seguían rondando. Por eso reponían las flores, para que se supieran que nadie los olvidaba.
Lo raro consistía en que al instante se marchitaban, como si las hubiesen olido hasta la extenuación y los difuntos se alimentaran con su néctar.
A él, que había perecido justo hacía una semana cuando un todo terreno arremetió contra su pequeño coche de segunda mano, su madre aún no le había puesto las flores ni la cruz conmemorativa en el lugar exacto. Por eso mostraba su gran malestar, no lograba reposar en aquel nicho tan húmedo.
(De "Los dioses palmeros", relatos)

miércoles, 8 de febrero de 2012

Vértigo del vacío estelar

Desde la pantalla de su ordenador se asomó al inmenso vacío que sin embargo aparecía repleto de entidades con distinto grado de luminosidad. Manejando el zoom y los mandos arriba y abajo, a derecha e izquierda, pudo adivinar el universo, ese telón de fondo oscuro con infinidad de soles, planetas, constelaciones. Pensó en el Big Bang, la explosión generadora de tantísimos cuerpos celestes, los agujeros negros, la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica.
Navegaba entre cien millones de estrellas y doscientos millones de galaxias, imágenes de alta resolución obtenidas por telescopios y satélites. Una experiencia increíble, obnubiladora. El espacio exterior es una desmesurada mancha en la cual yace la energía junto a boquetes de antimateria, túneles, constelaciones, galaxias, astros de gran potencia, estrellas de neutrones, nebulosas, cometas, meteoritos, asteroides.
Algún día habrá de emigrar la raza humana cuando vivir en la Tierra ya sea insoportable. ¿En cuántos mundos hay gente parecida a nosotros, con la que podamos compartir el peso de la soledad?
Se sintió insignificante, extraviado. La tentación de preguntarse por todo. ¿Qué terrible explosión pudo generar esa infinitud y cómo evolucionará?
No conocía la teoría de la relatividad, ni la mecánica cuántica estaba al alcance de su mente. Tampoco le resultaba fácil comprender que en el universo existen cosas tan pequeñas que miden la millonésima parte de la millonésima parte de un milímetro.
Como el universo se halla en permanente expansión, se preguntó de qué manera redefinir el tiempo y el espacio. ¿Si alguien pudiese desplazarse a la velocidad de la luz, a trescientos mil kilómetros por segundo, podríamos retroceder a las civilizaciones perdidas?
Enredado en palabras poco usuales –los quarks, las partículas subatómicas, los gravitones, fotones, gluones, bosones- llegó a la conclusión más elemental: se hallaba perdido.
Su mente incapaz de ver en tal maraña. Solo, ante el umbral, abrió la ventana de su habitación. No conseguiría dormir hasta bien entrada la madrugada. Descamisado, miró a lo alto y apenas distinguió un lecho en el que brillaban unas pocas estrellas. Creyó entonces que cuando las mujeres tuviesen sus hijos arriba en el espacio estarían fundando una nueva especie condenada a no regresar jamás a la Tierra. En ausencia de gravedad, los humanos prescindirán de sus inútiles piernas, no necesitarán aprender a caminar erguidos puesto que se harán expertos en flotar, y por ello adoptarán aletas, colas y branquias como si fuesen delfines. Tan similares a los peces que regresan al origen.
Tales pensamientos no le aclararon gran cosa y no quiso darse por enterado cuando sintió picor. Era una lata: no lograba alcanzar su pequeña y encogida aleta adiposa para rascarse.
(De “Los dioses palmeros”)

martes, 7 de febrero de 2012

El Neptuno de Melenara



A Luis Arencibia


Desde el pequeño espigón contempló la figura, un foco de luz la iluminaba tenuemente. Sus ojos resultaban inquietantes: las cuencas vacías. Un espectro.
El dios de los mares estaba allí, con su tridente de bronce. Suspendido, semejaba una aparición. Bienhechor y atemorizante, fiero y manso a la vez.
La escultura parecía flotar en medio de las aguas. La noche de septiembre era clara y tranquila.
En cuanto fue instalada, el Atlántico no aceptó de buen grado la injerencia, le molestaba aquel cuerpo extraño. Por eso mandó temporales que abatieron al coloso, casi lo arrancaron de cuajo.
Ahora el señor de los mares tiene tales adeptos que –por nada de este mundo- tolerarían que el oscuro titán se les escapase mar adentro. Para ello han asegurado su base, le inyectaron hormigón, le procuraron anclajes. De este modo echó raíces, se alzó sobre el saliente de basalto, se quedó en el mar que descubrieron los griegos y los latinos.
Todas esas disquisiciones están bien, pero a mí lo que más me molesta es que se me peguen las lapas y que luego vengan los chiquillos tan afanados a arrancármelas.
(De “Los dioses palmeros”, Cajacanarias, La Caja Literaria)

lunes, 6 de febrero de 2012

Festival Drag Queen


El Parque Santa Catalina era un hervidero pues el festival de elección de la Reinona del Carnaval tenía cada vez más predicamento. Al principio fue un número extraño, un desvarío de marginales, acto de puro exhibicionismo que rechazaría la gente bien pensante. Al alcalde no le gustaba, a fin de cuentas las personas de orden suelen ser menos liberales ante estas cuestiones. Claro que la vida es una pasarela y la gala acabó por ser el número más celebrado de todo el carnaval. La gente estaba harta de los cansinos y pesados trajes de la gala tradicional, las fantasías que clavan a la chica al suelo, fatigada por el tremendo esfuerzo.
Hubo muchas dudas hasta que la organización se decidió a dar el sí. Y a partir de entonces fue el acabose, el no va más. Un éxito tan desbordante que lo transmitían televisiones de Australia. DRAG: Dressed as a girl. Locura de travestidos que atraen a quienes se empeñan en ver lo cotidiano ignorando que somos una máscara de otra máscara.
Sí: soy feliz tras haber ganado el concurso con mis plataformas de 40 centímetros, mi vestido de Crisálida, mis gasas y lentejuelas, mis contoneos con fondo de Rocío Jurado. Lo que más me gustó fue mi matrimonio en pleno escenario, mi novio estaba la mar de contento. Pero esa misma noche mi otro yo se rebeló, no pude más y le aticé una cuchillada justo en la yugular. Todo se enredó mucho tras su muerte, aunque por buen comportamiento me van a dar pronto el tercer grado.
(De “Los dioses palmeros”, Cajacanarias, Colección La Caja Literaria, 2009)

viernes, 3 de febrero de 2012

¡Mamá, yo quiero un piercing!

Mi hija se puso tan insoportable que no hubo más remedio que hacerle caso. Yo se lo decía a Paco: déjala, lo importante es que estudie. Pues si la hemos tenido que cambiar de colegio por no soportar a las monjas ni un día más, que demuestre ahora su empeño. Tras el soponcio de las notas del primer trimestre, y amenazando un nuevo descalabro, con muchas influencias conseguimos apuntarla en un colegio privado de las afueras. Una maravilla con piscinas y jardines, con canchas de tenis y profesores nativos. Sale por un ojo de la cara, pero todo sea por los hijos.
Un milagro, pues de golpe y porrazo desapareció aquella abulia que me contrariaba. Además de oír a Enrique Iglesias a toda hora y de ensayar las coreografías de los últimos éxitos, se ponía a estudiar. Me tenía tan asombrada que cuando lo soltó me atasqué.
-¡Mamá: yo quiero un piercing!
Ese fue su grito de guerra en cuanto la tutora nos comentó que progresaba adecuadamente. No sólo iba a recuperar las dos que tenía del curso anterior sino que tercero lo iba a sacar completito. Y en la segunda evaluación hasta llegarían notables y sobresalientes. Vamos, lo nunca visto.
-Ya hablaremos de eso.
-No, mamá. No me vengas a comer la bola. He cumplido mi parte: estudio y saco buenas notas. ¡Así que yo quiero un piercing!
Le aclaré que tendríamos que esperar acontecimientos, primero necesitaba verlo por escrito. Pero conociéndola como la conozco, sabiendo que es impulsiva e intransigente, nada iba a detenerla.
Así que empezó a averiguar todos los detalles del caso. Pude visitar las páginas en que había entrado. Me horroricé con el mensajito a su amiga Bea y la respuesta recibida:

Hola, nena, si k me dolio ls primers días, pero ya se ha pasao supongo k x los mdicaments,
y ahora tng inflamacion. Si vieras lo k mola! Pos cnd se me pase la hinchazon me ponen l parcing corto k s + comodo. Oye te lo vas a hacer? Tu madr ya lo sb? Cntstam, xfa. Bss.

Menudos consejos. Con una amiga así la batalla perdida. A los catorce, Miriam va tan adelantada que me da miedo. ¿Qué será lo siguiente? Eso me agobia, por muy madre moderna que sea cuesta aceptarlo todo.
Me puse como una loca a buscar información. Esto de navegar se me da fatal, se me va el programa, me da error o se me queda colgado el ratón. Dicen que nuestra cabeza es más rápida y segura que el mejor PC, pero habría que preguntarse si no tiene la misma tendencia a descabalgarse. Bien: me enteré de que incrustarse esos adornos metálicos puede llegar a provocar hepatitis, infección por pseudomonas, virus, candidiasis. Etcétera. Anillos de metal en el lóbulo de la oreja, en la ceja, en el ombligo, el p0ezón, el labio, en el interior de la nariz, y otros sitios que ni me atrevo a nombrar. Y, por si fuera poco, las perforaciones: arrancan un trozo de carne de la oreja, ponen un aro pequeño en el agujero y luego lo agrandan hasta que un dedo pueda pasar dentro del aro. Santo Dios.
-Es la cultura de la provocación –dijo Paco.
-¿Tú crees que eso es cultura? –le respondí-. El problema es que esta generación tiene demasiado, añadió. Excesivos caprichos hacen que las cosas dejen de valorarse. Se quiere disfrutar el instante, y nadie habla del esfuerzo continuado.
Se ve que nosotros nos aparcamos en el 68, y de ahí en adelante no hemos entendido ni una jota. Se cayó el Muro de Berlín y todo se lió mucho más. El mundo a punto de arreglarse o de torcerse para toda la eternidad. A veces él se afana con tanto berrinche que avisa de una nueva Edad Media. Que no vamos a soportar a los Bin Laden mucho más tiempo. Que nos hemos fabricado nuestra propia tumba alimentando cuanto nos rodea. Que por ese eterno deseo de estropear el planeta tenemos bien merecida la dosis extra de violencia. Que estamos explotando un sistema inconsciente, devastador, capaz de producir dinero del vacío, como si la nada pudiese generar riqueza. Todos ansiamos ser ricos pero cuando alguien da un pelotazo, lo pagan en Burkina-Fasso y en Nepal.
-¿Y dónde colocas la éti8ca si no paras de importar tu carne congelada: pollos medio podridos y solomillos inyectados para aumentar su peso? Con esas ideas más bien te veo de misionero en la India.
-Sí, pero hay gente que pide a gritos alimentarse sin pagar mucho. Además, no olvides que de eso comemos.
Claro. Al menos yo soy funcionaria del Estado, y con oposición incluida; no tengo que engañar a todo dios, no necesito sacar el cuchillo a diestro y siniestro. Un puestito cómodo y paa toda la vida, eso me propuse y vaya si lo conseguí. La número dos de mi oposición, no fui la primera por lo que todos sabemos. Me cansa seguir al tanto de los argumentos de mi marido: que si las comisiones, que si el mercado en baja, que si con la moneda única los alemanes venden sus casas de Mallorca porque prefieren pasar sus vacaciones en Túnez o Turquía, que si ya nadie se arriesga, que si la hipoteca fija. ¿Y cuando le da por ubicarse en el eterno argumento? No soporto su sonsonete continuo sobre la agresividad y el fraude, que si exprimimos demasiado la manzana, el final de la Historia y la crisis permanente. Si practicáramos con el ejemplo, blablablabla.
No.
-Si apruebo todo, ¿dejarás que me lo ponga? ¿No me oyes, ma?
En fin, qué podía hacer yo. Paco huye de la guerra, y como vienen los mundiales venga todo el día pegado a la pantalla. Un teleadicto de impresión, meses sin leer un solo libro. Me abandona con las cuestiones más conflictivas, y la verdad es que estoy harta. Cualquier día me voy al aeropuerto y que me busquen en Copacabana, con un buen negro que no pare de abanicarme. Esta idea del moreno no me disgusta, no. Sobre todo cuando veo que algunas de mis amigas jubiladas se están trayendo chicos monísimos. Varadero es una gozada, y los hay a montones. Esa fantasía la tengo desde hace mucho tiempo. Por algo será. En medio de una juerga se lo conté a Paco y él me confesó que en realidad yo quería ser Caperucita mordida por el lobo.
-Cariño mío, lo tuyo es de psicoanálisis.
Eso dijo. Estos hombres son lo que no hay.
-¡Mamá, contéstame ahora!
Miriam es así, un torbellino. Quiere comerse el mundo en un instante, y menuda es ella: chatea como una loca con todos los pibes, empieza a salir con uno, le hace morder el anzuelo y lo deja tan trabado que ni come ni duerme, si era estudioso se convierte en un desastre. En cuanto los conquista los va soltando como si le estuvieran sobrando. A las pocas semanas se aburre de ellos y sólo quiere tiempo para estuchar música a todo volumen y ensayar sus coreografías. A fin de cuentas, las niñas son mujeres de reducidas dimensiones. Pero mujeres.
Después de mucha bulla, luego de tan machacona insistencia, como ya no tenía respuestas ni ganas de darlas, le puse el dinero en la mano y salió a toda pastilla. No existía alternativa sino consentir que le perforasen la lengua con aquella horrible barra y una inflamación para dos semanas. Pero había insistido de tal manera que no hubo otra solución mejor.
Vino hecha un cristo, pero no dio su brazo a torcer. No podía hablar, ni comer sólido. Así que batiditos, yogur y petitsuisse, como si fuera un bebé.
Se pasaba las horas mirándose al espejo, observaba la herida, se aplicaba betadine. Le habían recomendado enjuagues con agua de mar, y tenía a mano su botellita. No le vendría mal aprender la lección. En la vida nada es gratis, y tras el placer viene el dolor.
-Mamá, ya no quiero el piercing.
Eso afirmó a las tres semanas de habérselo colocado. Cuando ya le habían puesto la pieza definitiva, un corazoncito rosa que era un primor; en un momento en que ya lo tenía todo cicatrizado, y comía cuanto le apetecía. Me lo soltó según le vino, y yo pensé que nuestro ánimo es tan advenedizo y volátil como el de cualquier adolescente. Y, ni corta ni perezosa, fui y me coloqué uno en el ombligo. El chico se quedó extrañado, pero al ver mi determinación me echó una sonrisa maliciosa. Era argentino y simnpático de lo más, y me acopló una estrellita celeste que es un primor, cambia de color a medida que la vas mirando.
Se llamaba Marlon. Igual que Brando, le dije. Sí, cosas dela vieja. Ella estaba entusiasmada con aquel genio de la pantalla. ¿Conocés Un Tranvía llamado deseo? Claro, le respondía. ¿Y la escena de aquel pibe reventón con la camiseta sudada? Naturalmente. Pues ese mismo sería yo.
Un tipo con mucha cháchara, simpatiquísimo a más no poder. Hasta me dejó la tarjeta con el móvil, por si me producía alguna reacción, eso podía ocurrir, así me lo advirtió. Que no dudara en llamarlo, estaría disponible en cualquier momento, insistió. Claro que yo tenía un cuerpo perfecto para mi edad, y no había cuidado: me quedaba divinamente. Pero Marlon pretendía ligarme, eso se veía a la legua. Aunque no sea quinceañera, me luce de lo mejor. Qué guapa, ma –me dice la niña. Es verdad que me está guay. Qué atrevimiento, opinarán las madres de sus novietes; vaya escándalo de futura suegra. Pero yo a lo mío: no paro de ensayar la coreografía de los temitas de moda, desde que tengo uso de razón no se me han resistido las canciones del verano, me las sé todas. Y Paco histérico, amenazando con la separación, aunque ya lo tengo convencido para que se engarce uno en la ceja, como los raperos amigos de nuestro hijo varón. Quien lo diría: Miriam va a ser la única en quedarse al margen.
Mira que es difícil entender a estas hijas, y eso que pongo todo el interés del mundo.

(Del libro de relatos “¡Mamá, yo quiero un piercing!”, Anroart, Ediciones Idea)

miércoles, 1 de febrero de 2012

¡Quieto, Killer!

En cuanto suba el sol se encenderá la fragua. El astro aviva el hongo de una explosión nuclear, un paraguas de hollín agazapado sobre la llanura, demasiados coches y excesivo tiempo sin llover, muchos días sin que el viento barra la hinchazón del aire. La Casa de Campo es un consuelo con sus pinos y encinas, sus portillos, rejas, fuentes y restos de trincheras, parajes cada vez menos recónditos pues a todas partes llegan caminantes y ciclistas, familias con ensaladilla y bistec empanado, latas de cerveza y niño remolón.
La mochila, vieja y descuidada, no llama la atención hasta que un perro madrugador muestra un interés tan excesivo que su dueño no consigue apartarlo.
-¡Quieto, Killer!
No le hace caso. Entre aspavientos el hombre del chándal se acerca con recelo, hay bombas-lapa, coches-bomba y otras muchas trampas ideadas para hacer daño. Esencial ser precavido, no sea que vuele antes de tiempo hacia el infinito; ese ciclista que acaba de pasar ha debido apercibirse de todo. Por tanto no le queda más remedio que cumplir con su deber: ha de telefonear. Menos mal que se trajo el móvil, en casos así resulta imprescindible.
Intenta marcar uno de esos números de emergencias que se resisten a venir a la mente justo cuando más lo necesitas. Al fin lo consigue, pero –entretanto- el pastor alemán no ha dejado de husmear, con rabia hurga en el interior hasta que asoma una bolsa de las rebajas.
-Hay algo sospechoso –informa con el mayor realismo posible.
-¿Qué puede apreciar?
Por un instante imagina la situación de sus interlocutores: deben estar aburridos a primera hora de este fin de semana, les molesta ser llamados para nada. Sus preguntas suenan cansinas.
-Es una mochila, pero hay un rastro de sangre –avisa.
-¡No se mueva, llegamos ahora mismo! –le dijeron con tanta vehemencia que opta por obedecer.
Trabajo le cuesta sujetar al perro porque el condenado no obedece orden alguna.
-¡Dichoso animal! –lo pelea al mismo tiempo que se acerca el vehículo con sus luces azules; los agentes muestran cara de haber dormido poco y mal.
Gruñe el perro, incitándolos a indagar. La presencia de los dos extraños lo excita aún más.
-¡Cuidado! –advierte el más joven.
A punto de vomitar el desayuno, han de proceder con precauciones: apartan el pelo negro y ensortijado, se manchan con esa sanguinolencia espesa.
-¡Qué asco! –se le escapa la exclamación, mientras el animal tira y tira de la correa.
Ahora ya lo ven: apenas un rostro deforme, los ojos abiertos de par en par mirándote fijamente con un brillo extraño, de cristal mate, desencajados de sus órbitas, y el cuello desgarrado.
-Un travesti –afirma el más joven.
No participaba de la misma opinión el hombre de mayor edad, para el cual aquello era la cabeza de una mujer, no demasiado joven pero de rasgos todavía hermosos. Unos veintitrés, veinticinco a lo sumo.
-Una negra o una mulata –precisó.
Y tuvo que hacerlo un profesional, añade; sólo una persona con conocimientos y frialdad puede realizar cortes tan limpios y exactos, tan horrendos que se te revuelven las tripas.
-No tocarlo hasta el forense –dice el menor.
Vaya mañanita, le comentaba el hombre al perro en tanto se alejaban.
-Eh, usted ¿dónde va?
Eso, donde pretendía marchar si tenía que acompañarlos para prestar declaración. ¿Con el perro también? –preguntó. Hombre, qué remedio. No se preocupe, se lo cuidarán.
Aquel tono ya le resultó fastidioso. A fin de cuentas ¿por qué diablos hizo caso? Creyó que el ciclista lo habría visto todo, quizá fue eso. Ahora el debate consistía en si era un travesti o una de esas chicas que se ofrecen por poca cosa a los automovilistas, hay miles dispuestas a otorgar una breve descarga a cambio de unas monedas. A cuarenta grados o a temperaturas bajo cero ahí permanecen, muy pintadas, sus botas altas y sus breves ropajes. La mayoría suramericanas, pero también muchas africanas y otras del este. En el tronco de un pino, en el interior del coche o en el suelo de hierbajos; incluso algunos conductores vienen preparados con mantas para la ocasión. Por eso hay un bosque de colillas, preservativos y pañuelos de papel, latas de refrescos y cerveza, incluso bolsas de chuches.
-¿Hasta cuándo? –se le escapa un exabrupto al guardia de mayor edad. El mismo ha tenido que acudir más de una vez a la requisitoria de los vecinos, una simple vuelta de advertencia. Señoritas, no pueden estar aquí; así les habla desde la furgoneta. Pero no estamos haciendo nada prohibido, si nos echan nos iremos a la Gran Vía y será peor. O nos encerramos en una iglesia hasta conseguir la residencia. No incordiamos a nadie, tenemos nuestros derechos. Lo corroboran quienes las controlan desde todoterrenos de gran potencia; han de entregarles puntualmente su buena recaudación, de lo contrario pueden llevarse un arañazo.
Los guardias hacen llamadas por sus transmisores y hasta llegan los reporteros gráficos y las televisiones.
Aunque fuera tan menguado el cuerpo, por más que no hubiese cadáver, acudió la ambulancia con su sirena y sus destellos y se fue metiendo bulla. Entonces pensé en lo que debía decir, esta gente tiene por costumbre preguntar más de la cuenta y vete tú a imaginar si acabo siendo el principal sospechoso. Todo porque el bobo de Killer no intentó disimular, sabía que era mi mochila y aun así no paraba de ladrar.
(De “¡Mamá, yo quiero un piercing”!)