Ningún hombre es una isla, ninguno es completo en sí mismo. Todo hombre es un fragmento del todo. Existimos con los otros, todo hombre está vinculado a los demás, conectado a las creencias de los otros, a los miedos de la tribu. Lo dijo John Donne, poeta. Si escribimos es con la esperanza de que haya un receptor.
La edad es una cuestión biológica pero también una cuestión mental. Hace un siglo pocos superaban los 50, ahora es casi seguro que la mayoría llegará a cumplir los 80, enormes han sido los avances de la alimentación, el nivel de vida y la medicina. Veo a mi alrededor a jóvenes intrépidos y animosos, y otros con tan pocas ganas que parecen jóvenes ancianos. Veo, asimismo, gente madura ya rendida por el desánimo, una jubilación mal llevada o la desgracia de la enfermedad. Pero observo también gente mayor que tiene tantas ganas de vivir y de hacer cosas que forzosamente he de considerarla gente joven.
Desde los 18 me gané la vida trabajando en periódicos. En aquellos tiempos teníamos pocas libertades pero a cambio era fácil obtener un trabajo. No había cumplido los 20 y pasé cinco meses inolvidables en Londres, la ciudad iniciática que conocí antes que Madrid y Barcelona. Londres era libertaria, sonaban The Beatles y la minifalda; caían viejos dogmas y triunfaban los jóvenes. En aquel prodigioso verano pude asistir al increíble concierto de The Rolling Stones en Hyde Park. Fascinante venir de una isla y encontrarte en medio de 250.000 personas, una multitud que disfrutaba fumando yerba y queriéndose. Allí pude ver Hair como canto de los nuevos tiempos, o El graduado sin cortes de censura, igual que adaptaciones de las obras de Joyce. Sorprendente libertad.
Desde entonces he trabajado en distintos medios de comunicación y he escrito libros que han tenido mayor o menor éxito. He vivido episodios convulsos y tranquilos, he residido en distintos sitios. Ahora puedo decir que he vivido como he querido, la libertad tiene un alto precio pero el dinero no lo es todo en la vida. A veces es lo menos importante.
El primer deber del escritor es vivir para poder nutrir su obra. La literatura es maravillosa pero todavía mejor que ella es la vida con sus alegrías y sus decepciones. Ah, y también son importantes los amigos que comparten este momento.
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