jueves, 31 de octubre de 2013

Walt Whitman: la alegría de vivir

Walt Whitman (1819-1892) es una de las cumbres de la poesía universal. Su canto es panteísta, un himno a la vida, a la naturaleza y a los humanos. Desde niño leyó con avidez los clásicos, interesándose en Goethe, Hegel y Emerson, sus fuentes de inspiración. Abandonó los estudios básicos para emplearse como ayudante de imprenta y más tarde ofició como maestro y periodista, escribiendo artículos para revistas y periódicos. En 1850 se trasladó a New Orleans para trabajar en el campo de la construcción. Cinco años más tarde, tras un gran esfuerzo económico, publicó su famosa obra "Hojas de hierba", alabada en todos los medios literarios y reeditada un  sinnúmero de veces. Durante la Guerra Civil norteamericana sirvió como ayudante de enfermería. Al terminar el conflicto continuó añadiendo poemas para las nuevas ediciones de su obra y escribiendo ensayos políticos.
 
COMO ADÁN AL AMANECER

Como Adán al amanecer
Salgo del bosque fortalecido por el descanso nocturno,
Miradme cuando paso, escuchad mi voz, acercaos,
Tocadme, poned la palma de vuestra mano
Sobre mi cuerpo cuando paso,
No tengáis miedo de mi cuerpo.

 NO TE DETENGAS

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima,
nos enseña,
nos convierte en protagonistas
de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tu puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores:
el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes.
Huye.
“Emito mis alaridos por los techos de este mundo”,
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca
tener la vida por delante.
Vívela intensamente,
sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro
y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron
de nuestros “poetas muertos”,
te ayudan a caminar por la vida
La sociedad de hoy somos nosotros:
Los “poetas vivos”.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas …
 

 UNA HOJA DE HIERBA

Creo que una hoja de hierba no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.

Descubro que en mí
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.

 (Fragmento de Hojas de Hierba. Versión de León Felipe)

 ME CELEBRO Y ME CANTO A MÍ MISMO

Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo asuma tú también habrás de asumir,
Pues cada átomo mío es también tuyo.
Vago al azar e invito a vagar a mi alma.

Vago y me tumbo sobre la tierra,
Para contemplar un tallo de hierba.

Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada por esta tierra y este aire.
Nacido aquí de padres cuyos padres nacieron aquí y
Cuyos padres también aquí nacieron.
A los treinta y siete años de edad, gozando de perfecta salud,
Comienzo y espero no detenerme hasta morir.

Que se callen los credos y las escuelas,
Que retrocedan un momento, conscientes de lo que son y
Sin olvidarlo nunca.
Me brindo al bien y al mal, me permito hablar hasta correr peligro.

Naturaleza sin freno, original energía.

MIENTRAS RECORRO LAS PLAYAS QUE NO CONOZCO (Fragmento)

Mientras recorro las playas que no conozco
Mientras escucho la endecha,
Las voces de los hombres y mujeres náufragos
Mientras aspiro las brisas impalpables que me asedian,
Mientras el océano, tan misterioso,
Se aproxima a mí cada vez más
Yo no soy sino un insignificante madero abandonado por la resaca,
Un puñado de arena y hojas muertas
Y me confundo con las arenas y con los restos del naufragio.
¡Oh! Desconcertado, frustrado, humillado hasta el polvo,
Oprimido por el peso de mí mismo
Pues me he atrevido a abrir la boca
Sabiendo ya que en medio de esa verbosidad cuyos ecos oigo
Jamás he sospechado qué o quién soy
A no ser que, ante todos mis arrogantes poemas,
Mi yo real esté de pie, impasible, ileso, no revelado
Señero, apartado, escarneciéndome con señas y reverencias burlonamente amables
Con carcajadas irónicas a cada una de las palabras que he escrito
Indicando en silencio estos cantos y, luego, la arena en que asiento mis pies.
Ahora sé que nada he comprendido, ni el objeto más pequeño,
Y qué ningún hombre puede comprenderlo.
La naturaleza está aquí a la vista del mar
Aprovechándose de mí para golpearme y para herirme
Porque me he atrevido a abrir la boca para cantar.

MIRA EL MAR INFINITO

Mira el mar infinito.
Sobre su pecho sale a navegar un navío
Que despliega sus velas, incluidas las de gavia.

Su pendón ondea en lo alto mientras aumenta
Su velocidad de manera majestuosa.
Debajo, las olas rivalizan,
Rodean al barco, apiñándose,
Con brillantes movimientos circulares y espuma.

 YO SOY AQUEL A QUIEN ATORMENTA

Yo soy aquel a quien atormenta el deseo amoroso,
¿No gravita la Tierra? ¿No atrae la materia
Atormentada a la materia?
Así mi cuerpo atrae a los cuerpos de todos aquellos
A quienes encuentro o conozco.

YO TRANQUILO, SERENAMENTE PLANTADO

Yo, tranquilo, serenamente plantado ante la naturaleza,
Amo de todo o señor de todo, sereno en medio de las cosas irracionales.
Imbuido como ellas, pasivo, receptivo, y silencioso, también como ellas,
Conocedor de que mi ocupación, mi pobreza, mi notoriedad
Y mis debilidades son menos importantes de lo que creía,
Hacia el mar mexicano, en el Manhattan o en el Tennessee, o lejos en el norte o tierra adentro,
Hombre de río u hombre de montes o de granjas de estos estados, ribereño del mar o de los lagos de Canadá,
Yo, dondequiera que viva mi vida, quiero hacer frente a las contingencias
Y encarar la noche, las tormentas, el hambre, el ridículo, los accidentes
Y los rechazos como lo hace el animal.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Halloween y el retorno de los vampiros

Ahora que viene la fiestecilla de Halloween con todo ese jolgorio juvenil, observamos que el lado oscuro y misterioso de los humanos siempre está ahí. ¿Cuál es la razón del eterno retorno del vampiro? El conde Drácula, el más célebre de todos, criatura engendrada por el irlandés Bram Stoker, se ha convertido en un mito inagotable para el cine. Un mito que nació en Transilvania, es decir Rumanía, basado en el personaje histórico de Vlad Tepes, El Empalador, un hombre cruel que vivió en el siglo XV. Hoy, casi 120 años después, el legendario ha regresado con fuerza a las pantallas sin que jamás haya desaparecido del todo. ¿Será por la crisis, será porque los pelotazos urbanísticos de los ayuntamientos, las corrupciones sociales de las que no se escapa ningún partido político y por supuesto las instituciones bancarias nos recuerdan a cada instante que los chupasangres existen?
Lo cierto es que las secuelas de Drácula tienen fascinado a públicos adolescentes y no tan adolescentes. El fenómeno de Crepúsculo afirma haber vendido 70 millones de copias en 38 idiomas, y ha originado ya un par de películas que también han tenido éxito instantáneo. Significan ni más ni menos que la sucesión del éxito que hace poco tuvo la serie Harry Potter. Claro que los vampiros de Stephenie Meyer son urbanos, modernos, parecen haber renunciado a la sangre humana para alimentarse de animales salvajes que cazan de noche. El éxito mediático de los vampiros en este momento se ampara también en series de TV en EEUU y en Gran Bretaña, así como series de cómics desarrolladas por el rey del terror, Stephen King.
Hay imitadores del fenómeno incluso en América Latina, así la autora Carolina Andújar ha publicado Vampyr, su primer novela. “El éxito de los vampiros radica en que en ellos lo oscuro y el magnetismo están en perfecto equilibrio. Tienen el poder sobrenatural de un mundo sombrío que a su vez insinúa un potencial ilimitado de belleza”, confiesa. Para algunos sociólogos, el nuevo éxito de los vampiros podría estar vinculado a la crisis económica. Así, vemos a los vampiros como seres acaudalados, bien vestidos, hermosos, jóvenes rutilantes, individuos que toman fuerza de otros para sostener su estilo de vida, y por ello el resto de los humanos nos sentimos tentados a emularlos. Vivimos, por tanto, una de nuestras más oscuras fantasías a través de esas historias. Clásicos o modernos, lo cierto es que en muchos países la fascinación por estos personajes no decae. Claro que Drácula sigue siendo el rey, porque es versátil y persistente. Y los nuevos Dráculas son poderosos, románticos, sensuales y apasionados, justo lo que cautiva a cualquier mujer. Por ello los vampiros parecen atraer más al sexo femenino pues el vampiro es el chico malo por excelencia, de algún modo se vincula a la idea de la tentación, lo prohibido, lo atrayente, en definitiva: el pecado.
Por si fuera poco, hay quienes creen que los vampiros encarnan nuestro deseo de poder, de obtener aventuras sexuales y emociones sin cuento, de despegar de la vida cotidiana con sus rígidas normas de control. Hay otra circunstancia que hace atrayente la figura del vampiro, pues no en vano también plantean el mito de la inmortalidad, y con todo este cóctel superan los miedos ancestrales de los humanos. Lo que también está claro es que para ganar dinero los productores de cine saben bien que necesitan historias audaces, impactantes, con muchos efectos especiales y el cultivo de atmósferas tenebrosas. Y es que el cine que hacen los norteamericanos en general sigue siendo un cine pragmático, rentable a más no poder, aunque sea recurriendo al viejo truco del vampiro. Aunque sea un cine de segunda división frente a las películas que los vejetes añoramos, toda aquella sucesión de grandísimos guiones de los años 40 y 50, lo cierto es que a los jóvenes de hoy les encanta ir al cine para ver vampiros. Y eso es justo lo que está ocurriendo, y lo que –según todos los síntomas- seguirá aconteciendo.

martes, 29 de octubre de 2013

Lo importante de vivir (genial vídeo)

Maravilloso vídeo realizado por JAF Producciones que nos invita a cuestionarnos sobre todo aquello que da sentido a nuestra vida y que nos genera pasión por vivir. Un impactante diálogo entre un padre domesticado por el sistema y su tierna hija, una niña con su inocencia y naturalidad a flor de piel al igual que el niño interior de cada uno de nosotros. Enviado por Laureano Pérez.

http://youtu.be/VygYV-nl-KM

"Después de las Torres Gemelas hay una literatura con tranquilizantes" (Chuck Palahniuk)

Chuck Palahniuk, el autor de El club de la lucha (ya comentada en este blog) es uno de los grandes autores norteamericanos del momento. Ahora en formato de bolsillo está su novela Asfixia, en la cual el protagonista se dedica a fingir que se asfixia con un trozo de carne en un restaurante para que alguien acuda a “salvarlo”. El personaje se rodea de un mundo muy peculiar, tanto su vida familiar como sus amigos y parejas son seres extraños. Su madre, muy perturbada, vive en una residencia psiquiátrica. El mismo protagonista vive lleno de rarezas, así acude a un lugar de terapias para curar su adicción al sexo pero las mujeres que allí encuentra se ofrecen continuamente para tener más sexo con él.
En una entrevista en El País, 22 de abril de 2012, opina que tras los atentados de las Torres Gemelas sus compañeros de generación han evolucionado hacia libros demasiado cómodos. “Es como si los libros se hubieran convertido en la provincia de la comodidad, de la lectura fácil. Las personas provocadoras que conozco se han pasado a las películas, al juego, al ocio… los libros no tienen mucha importancia para ellos. Después del 11-S no hemos visto mucha literatura transgresora, la literatura está más amaestrada. Tengo amigos que son profesores universitarios y me dicen que la literatura de ahora padece el hecho de que la gente está demasiado feliz, demasiado medicada. Los alumnos más brillantes, los que podrían escribir algo, están tomando antidepresivos, tranquilizantes, así que no tienen altibajos emocionales. Son siempre felices, hay una frase popular que dice que un escritor debe escribir cuando está de buen humor pero debe publicar cuando está de mal humor. Esos altibajos emocionales tienen que existir.”
Ironía feroz, sentido del humor, prosa rápida en capítulos breves. Grandes autores USA de ahora: Palahniuk, Pynchon, De Lillo, Franzen, Eugenides, Foster Wallace...

sábado, 26 de octubre de 2013

El hermoso e incierto oficio de escribir (Muñoz Molina, al recibir el Príncipe de Asturias)

Escribir empieza siendo casi siempre un sueño o un capricho o una vocación imaginaria. Pero el sueño, el deseo, el capricho, no llegan a cuajar en nada si no se convierte en un oficio. Un oficio, cualquier oficio, requiere una inclinación poderosa y un largo aprendizaje. Un oficio es una tarea que unas veces resulta agotadora o tediosa por la paciencia y el esfuerzo sostenido que exige, pero que también depara, cuando las cosas salen bien, momentos de plenitud, y permite entonces la recompensa de un descanso que es más placentero porque se siente bien ganado, al menos hasta cierto punto. Digo hasta cierto punto porque todo el que se dedica plenamente a un oficio sabe que siempre hay una distancia grande entre las mejores posibilidades de un proyecto y su realización, igual que hay descubrimientos con los que no se contaba. Un oficio es una tarea práctica: uno hace algo que le gusta y que a costa de aprendizaje y empeño ha logrado hacer con cierta garantía de solvencia, pero no lo hace para sí mismo, por mucho que esa tarea la haga a solas y que en el simple hecho de llevarla a cabo haya una satisfacción privada. El resultado que se obtiene de ella alcanza una existencia objetiva, independiente de quien la realizó, y pasa a integrarse beneficiosamente en las vidas de sus destinatarios: un instrumento musical o una partitura, una herramienta, una mesa, una historia, un cuaderno, un cuadro, un cuenco de barro, una fotografía, un hallazgo científico, un paso de danza, la cura de una enfermedad, un prodigio deportivo, un plato bien cocinado, una pirámide de alcachofas en el escaparate de una frutería.
Hay algunas singularidades en el oficio de escribir, como las hay en cualquier otro. La primera es que la necesidad humana que satisface es una de las más intangibles, aunque también una de las más universales: la de saber historias y la de contarlas, es decir, dar una forma inteligible al mundo mendiante las palabras. Una historia, de ficción o no, propone un modelo universal de un cierto campo de la experiencia a partir de la observación de los datos particulares de la vida. Del mismo modo actúa el científico, elaborando modelos teóricos derivados de la observación y la experimentación, que sirvan, doblemente, para explicar y predecir. En las sociedades primitivas o antiguas el mito es el modelo de explicación y predicción de los comportamientos humanos. Nuestra variedad moderna del mito es la ficción, en todas sus variedades, desde las más banales, más toscas, más comerciales y efímeras, hasta las más hondas y exigentes, desde la telenovela y el videojuego a Don Quijote o Moby-Dick o a un cuento de mi querida Alice Munro.
Nos dedicamos, pues, a un oficio más antiguo y más útil de lo que parece. También a un oficio mucho más incierto. Porque en él, y esta es su segunda singularidad, la experiencia no ofrece ninguna garantía, y puede haber una divergencia escandalosa entre el mérito y el reconocimiento.
Quien escribe sabe que ha de dedicar a su oficio tantas horas y tantos años como un artesano al suyo, y que sin esa dedicación no logrará completar nada de valor. Pero también sabe que la entrega, por sí misma, no garantiza la calidad del resultado, porque la experiencia y la dedicación pueden conducirlo al amaneramiento anquilosado y a la parodia de sí mismo. Y también sabe que lo mejor unas veces es reconocido de inmediato y otras veces es ignorado, y que lo que parecía mejor a veces se desmorona al cabo de muy poco tiempo, y que una extraña justicia tardía alumbra mucho tiempo después, sin compensación posible, al talento verdadero que no brilló en vida.
El desaliento ante las incertidumbres del oficio se acentúa más en tiempos de incertidumbres tan amargas como estos. Es difícil hablar de la perseverancia y el gusto del trabajo en un país en el que tantos millones de personas carecen angustiosamente de él. Es casi frívolo divagar sobre la falta de correspondencia entre el mérito y el éxito en literatura en un mundo donde los que trabajan ven menguados sus salarios mientras los más pudientes aumentan obscenamente sus beneficios, en un país asolado por una crisis cuyos responsables quedan impunes mientras sus víctimas no reciben justicia, donde la rectitud y la tarea bien hecha tantas veces cuentan menos que la trampa o la conexión clientelar; un país donde las formas más contemporáneas de demagogia han reverdecido el antiguo desprecio por el trabajo intelectual y conocimiento.
Aun así, y dejando las responsabilidades de la ciudadanía en el lugar que les corresponde, el único remedio aceptable que conozco contra el desaliento del oficio es el oficio mismo. Escribir poniendo artesanalmente en cada palabra los cinco sentidos. Escribir sin concederse la menor indulgencia. Escribir aceptando y disfrutando la soledad y agradeciendo el entramado de otros oficios fundamentales que lo convierten en uno de los oficios menos solitarios y más colectivos del mundo, como es solitario y colectivo el del músico y el del científico; agradeciendo el oficio del editor, del corrector de pruebas, del traductor, del librero, del crítico, el de otros escritores de los que uno aprende admirándolos, el oficio del que enseña a leer y del que trasmite en un aula el amor por la literatura; agradeciendo el oficio más placentero de todos, que es el del lector. Escribir con el miedo a no tener lectores y con el miedo a perderlos, sobreponiéndose lo mismo a los elogios que a las heridas. Escribir porque a pesar de todas las negaciones y las imposibilidades la escritura, como cualquier oficio, es sobre todo un acto de afirmación. Escribir porque sí.

Los incendios son provocados porque son un negocio


Una vez más nuestros montes se tiñen de fuego. Ante todo mi solidaridad y mis ánimos a los vecinos de las cumbres de Gran Canaria que están sufriendo este incendio y a aquellos que han perdido o temen perder sus casas, sus animales o sus cosechas.
Desgraciadamente los incendios son un negocio. Subvenciones europeas por superficie quemada con la que llenar las arcas vacías de instituciones públicas y mucho dinero para un puñado de empresas. ¿Les parece que exagero? Busquen las empresas que se hartaron a dinero público con los dos desastres del 2007.
Productos químicos para el tratamiento del suelo, limpieza, trabajos de reforestación, etc… algo que llena los bolsillos de ciertos importadores y empresas cercanas a determinados partidos políticos. No te extrañe que no dejen coger pinocha excepto a una empresa que luego te cobra una salvajada por un camión.
Es la mentalidad del molino, de la extracción de rentas. Antiguamente los reyes daban tierras a los caballeros que le servían bien en la guerra. Junto con las tierras se le daba permiso para construir un molino y al mismo tiempo una ley obligaba a los deudos del nuevo señor a moler su trigo en el susodicho molino a cambio de una parte de la harina.
Por supuesto los deudos no se podían ir a moler el grano a otra parte ni nadie podía poner un molino para hacerle competencia al señor feudal sin permiso del monarca. Como era ley, el incumplirla llevaba penas que podían ser de cárcel, pérdida de hacienda o en casos extremos de necesidad aleccionadora de la horca. Como verán el negocio era perfecto.
Y los políticos han descubriendo que inventar molinos les es muy rentable. Por ejemplo ponerle un impuesto al sol o quitarles el derecho a los agricultores a coger pinocha y darle esa conceción a una empresa privada. Les robo a unos y le doy a otro que me paga buenas comisiones por hacerlo.
Por eso no es de extrañar que la isla de la Palma produzca 6 millones de euros en pastos naturales desaprovechados mientras que por el puerto de Santa Cruz entran 5 millones en piensos para el ganado al que no dejan pastar en el monte. El molino del importador de piensos es claro. Se llama extracción de rentas.
Además con pasto y pinocha es suficiente combustible como para que con suerte tengamos un incendio y si no se provoca. Ponga un incendio en su vida y cobre subvenciones europeas por superficie quemada. Eso sí, luego échele la culpa a algún pringado.
¿Acaso creen que la ola de incendios en Grecia cuando empezó la crisis en el 2007 y que arrasó casi todo el Peloponeso fue casualidad? ¿Acaso creen que los incendios en La Palma, Tenerife y la Gomera del año pasado fueron casualidad?
Al menos con este incendio el Cabildo de Gran Canaria podrá decir que ha hecho algo en esta legislatura aunque omitirán decir que el parque de bomberos más cercano al incendio, el de Tejeda, lleva un año cerrado por los recortes del Cabildo Insular (PP). Se escogió un día en el que la UME andaba de maniobras por Tenerife y por tanto no podía llegar a tiempo – lo cual explica que no se elevara el nivel de alerta … ejem – o que el incendio tenía seis focos diseminados por una amplia zona. Blanco y en botella leche.
A lo mejor pensaban que si se cargaban el pinar podrían “fabricar” el telesférico, o que se estimula la economía con el gasto público. Es la falacia de la ventana rota. La destrucción no estimula la economía porque ese dinero se podía haber gastado igualmente en cualquier otra cosa productiva. Tan solo han robado a unos para darle a otros. Tan solo han asaltado, una vez más, las arcas públicas de forma creativa. El daño y la destrucción no estimula la economía sino que simplemente destruye riqueza permitiendo que algunos se aprovechen de ello.
Esa falacia político-económica funciona a las mil maravillas en el vice-virreinato de La Gomera, en donde algunos patriotas que sufren el desgaste de la lucha por la depuración de responsabilidades de los incendios del año pasado, esperando ingenuamente soluciones desde las propias instituciones españolas, y en donde todavía no se ha conseguido que Casimiro Curbelo – el cacique insular del PSOE que caciques de izquierda haberlos hailos – de explicaciones.
Es triste vivir en una época en la que hay que luchar por las cosas evidentes. Esto demuestra hasta el grado de podredumbre moral, fracaso y estafa a la que ha llegado esta sociedad y en especial su clase dirigente.
Al final se han quemado 160 hectáreas de retamar de cumbre, matorral bajo, pino y castaño. La zona de San Mateo y Lagunetas es una zona potencial de Laurisilva en la que en algunos tramos la vegetación nativa se estaba recuperando. Por otra parte la perdida de los castañeros es irreparable. Un castaño tarda muchísimo en crecer y en dar frutos. Los que plantemos ahora lo aprovecharan las generaciones futuras.
Pero a los empresarios y políticos corruptos poner en peligro las vidas y haciendas de los vecinos, así como las vidas de los bomberos y el personal forestal, les importa un huevo. Cuando la acción u omisión del cobarde repercute sólo en él, siento lástima por su pobreza espiritual; pero cuando son otros los que se perjudican, esa lástima se convierte en profundo desprecio.
Queman tus montes, fuerzan a tus hijos a la emigración y te discriminan laboralmente,…tú mismo, … ya si eso me avisas.

Publicado por Mencey Macro en  www.lavozdelapalma.com

XV Encuentro de Bibliotecas en Agaete


Recientemente participamos en el XV encuentro de Bibliotecas celebrado en Agaete, con medio centenar de personas relacionadas con estos importantes centros culturales de la isla, y representantes venidos de Euskadi y Extremadura.
En estos vídeos se pueden ver las participaciones mía y de Rosario Valcárcel.
En la foto, una parte del nutrido grupo junto a lo que queda del Dedo de Dios.

http://www.youtube.com/watch?v=URr_SOcw9_4

https://www.youtube.com/watch?v=89q0uEQE2X4

viernes, 25 de octubre de 2013

Divino Mozart

Los de mi generación tuvimos que fabricarnos nosotros mismos el gusto por la música clásica. Como crecimos en tiempos de tinieblas, la música culta la asociábamos a los rituales de Semana Santa, a los días en que todo estaba prohibido, cuando la gente hablaba bajo, estaban cerrados los bares y los cines, y las radios sólo emitían Bach y gregoriano. Músicas de muertos, pensábamos entonces con nuestra supina ignorancia en aquellos tiempos en que aún cantamos el Cara al Sol en el patio de recreo, y dábamos Formación del Espíritu Nacional con el Fuero de los Españoles, la doctrina de José Antonio y las gestas del invicto caudillo. Con el tiempo hemos llegado a apreciar la bondad y la inspiración de los maestros. Bach, Vivaldi, Beethoven, Chopin, Mahler, Verdi, etc. El barroco italiano, el clasicismo. En una película francesa se produjo nuestro primer descubrimiento del concierto para clarinete, KV 622, de Mozart. Su adagio de poco más de seis minutos es una de esas piezas sublimes, etéreas, dictada por algún dios del olimpo al cerebro del compositor. Ha servido para poner música a innumerables películas, entre las que recordamos aquella memorable titulada Memorias de Africa. Entre otras versiones, citaríamos la de Sabine Meyer con la Staatskapelle de Dresden. Una belleza que va y viene, una espiral que regresa una y otra vez para gratificar al oído.
En aquella célebre película Amadeus, rodada en Praga por Milos Formann se decía que Salieri envenenó a Mozart por celos artísticos. Tras el impacto cinematográfico, hace veinte años visitamos Salzburgo, la casa natal y el palacio del siniestro obispo, también el cementerio de Viena en el que yacen, en puro amasijo, los restos de Mozart revueltos con los de otros muchos ciudadanos muertos en aquella misma fecha por alguna peste o similar. Alguna pregunta nos surgió entonces. ¿Era Wolfgang Amadeus tan loco y lujurioso que perseguía a las chicas sin parar, se tiraba pedos continuamente, era tan bebedor y derrochador como se nos indica en el film, era tan inconstante como su mujer? Los biógrafos nos darán su interpretación sobre esto y aquello, y lo único cierto es que hoy acudimos al genio como un enviado de lo hermoso en grado sumo, un inspirado melancólico, un eufórico armonioso, un racionalista que fue masón, un católico que hizo un Réquiem conmovedor, un fundador del género operístico, un autor de arias insuperables como las de Las bodas de Fígaro o La Flauta mágica, sinfonías, conciertos de piano y violín, etcétera. Dentro de otros veinte siglos, si el mundo sigue existiendo, habrá gente que disfrute con la misma frescura que ahora lo hacemos con las grabaciones del genio de Austria. Un alarde de eternidad, ni más ni menos que eso.

jueves, 24 de octubre de 2013

Ángel Sánchez: "Los canarios no asumimos que somos un pueblo mestizo"

Opina el profesor, crítico y poeta visual Angel Sánchez (Gáldar, 1943) que nuestro mayor problema es no asumir que somos un pueblo mestizo, con el cruce de muchas sangres: bereberes, españoles, normandos, portugueses, genoveses, flamencos, malteses, británicos. Europa, Africa y la cercanía espiritual de América. Estudió en La Laguna y Salamanca, es doctor por La Sorbona de París, profesor en Francia y Alemania, traductor de Boris Vian y Georg Trakl entre otros. Su movilidad es reducida, pero su cabeza no se rinde. Ensayos sobre cultura canaria (Edirca, 1983) fue un libro de cabecera. “Lo que hace nuestra gloria es la fusión, la mezcla de gente tan diversa que ha llegado hasta aquí. Lo triste es que nuestra identidad sigue obnubilada, calumniada incluso. La peculiaridad de nuestra habla no es respetada, Pancho Guerra hizo mucho daño porque atropelló el lenguaje en esquemas humorísticos degradantes.”

Lo explicó con detalle en el número 2 de Insularia, revista que fue de la Asociación Canaria de Escritores. En 2005 fue publicado, tras largos avatares y con silencio en los medios, su libro La Casa Vestida, en el que trabajaba sobre los iconos de la arquitectura popular, los elementos decorativos, la ornamentación. Antropólogo, poeta visual, cabeza inconformista. “No puede haber canariedad con base si no hay educación. Porque lo nuestro debe estar parejito en los programas de enseñanza con lo hispano y lo universal. “La literatura light ha eliminado el pensamiento moral, la ética, el trabajo de percutir en la conciencia de los demás. Ignacio Gaspar y Félix Hormiga son dos excepciones, ejemplos válidos de tratamiento de lenguaje, de autenticidad.” Angel es un heterodoxo, un radical. “El construccionismo avanza, terminaremos siendo Hong Kong. El turismo ha destrozado las costas, y el dinero se lo quedan los del exterior. He ido viendo el desgaste de identidad, pero en el campo todavía existe solidaridad, la gente se ayuda a coger papas, la gente va a los entierros aunque no conozcan al muerto.” Vive en Valleseco, a 900 metros sobre el mar, en el reino de la niebla y la llovizna. Pero ahora, en este invierno frío, se planta en la playa de Salinetas. Se tiende a pensar que los poetas han sido los constructores de un pensamiento canario, pero no es del todo cierto. Sí que puede haber un pensamiento canario, dice. “Hay que revolver las islas, quitar los isloteñismos, poner coto a los campos de golf, la construcción salvaje, las autovías. Hay que mirar por el territorio, poner coto a las camas turísticas, dar trabajo a los jóvenes, porque los veo con gran desesperanza, tirando de la droga y el alcohol. Hay que recuperar lo salvaje y auténtico de nuestra realidad.” El disidente es un hombre lúcido, un bregador que no se rinde en el terrero. 

En un reciente pregón de las fiestas patronales de Santiago Apóstol, en su Gáldar natal, habló de las tres grandes preocupaciones que le asaltan: el paro galopante, el peligro especulativo que acecha al patrimonio histórico, al agrícola y al medioambiental, y por último – aunque no menos decisiva - la indefensión cultural, materia toda ella sensible para el progreso de un modelo civilizado sostenible, que deberemos forzar más allá de la utopía, según sus propias palabras.

martes, 22 de octubre de 2013

Pino Ojeda, pionera en la poesía y la pintura cuando no había libertades


Siempre he creído que quienes salvan la vida en las islas son las mujeres. Los hombres emigraban a Cuba y Venezuela, o emprendían la larga zafra de la pesca y ellas sacaban adelante las familias, los cultivos y el ganado, la casa limpia y dispuesta para cuando él volviera, si es que volvía. Durante siglos, no aparecen nombres de mujeres escritoras en nuestra tierra, y las pocas que aparecen lo hacen subrepticiamente, adoptando seudónimos para no ser señaladas con el dedo. La nuestra ha sido una sociedad rural y conservadora, fuertemente patriarcal. En esta sociedad poco desarrollada, la mujer tarda mucho en abandonar sus roles tradicionales e incorporarse a la vida pública. Casos como el de María Rosa Alonso, Mercedes Pinto, Josefina de la Torre, Josefina Pla, la musicóloga Lola de la Torre, la pintora Lola Massieu han sido excepciones que confirman la regla. También lo fueron Pilar Lojendio, premio Julio Tovar, y Pino Ojeda, premio Tomás Morales, ambas de la generación del medio siglo. Este pueblo nuestro entenderá algún día que los escritores, los pintores, los creadores forman parte de su patrimonio espiritual, y por ello conviene rescatarlos, difundirlos. Juan Francisco Santana Domínguez, profesor, historiador, hombre combativo que sabe mucho del rescate de la memoria histórica, publicó el libro Pino Ojeda. Pintora y poeta (Anroart), en el que hace una completa semblanza de la vida y la obra de esta creadora inconformista cuyo mayor pecado fue crecer en el duro franquismo y padecer el cerco de una sociedad intolerante en la cual la mujer artista tenía muy poca cabida. Ahora diversos ámbitos ciudadanos emprenden desde otro ángulo un nuevo reconocimiento a la entrañable figura de nuestra poeta y pintora.
Pino Ojeda rompió moldes, se enfrentó al dolor y a la adversidad. Nace en Teror, 1916; en 1937 se casa con Domingo Doreste y en el 39 muere su marido en el frente de guerra. Viuda joven, padeció dificultades de todo tipo pero tuvo coraje y entusiasmo para la creación. Así, logra ser accésit del muy prestigioso Adonais, en 1953, con su libro Como fruto en el árbol. Ya entonces nos descubría una mirada sensual y atrevida, llena de emociones. Padece graves enfermedades y momentos depresivos pero se va abriendo paso. Con su pintura llega a la Península, a Suecia, Italia, Alemania, Francia, Suiza, EE.UU. En abril de 2002 muere dejando 21 libros inéditos. Este libro, exacta y exhaustiva biografía, es la primera piedra para la recuperación de su nombre. Pino Ojeda siempre me pareció apasionada, generosa y desprendida, vivía la literatura como una especie de elevación mística e intelectual al mismo suerte. Tuvo poca suerte: nació antes de tiempo, fue una adelantada de la creación femenina. Le pasó lo mismo que a Chona Madera y a tantas pioneras: vivieron en un contexto que no valoraba a la mujer intelectual. Pino Ojeda fue un caso típico de las represiones que sufrieron las mujeres que se salían de la norma durante el largo y oscuro periodo del franquismo. Pero su poesía honda, el desgarro emocional, la intensidad y la melancolía de su mirada, y esa pintura fruto de una ensoñación volcánica siguen con nosotros. Lo importante ahora es que sus muchos libros inéditos vean la luz, y se editen antologías de su obra para que la conozcan las nuevas generaciones. Porque la obra de un poeta es un jardín sin flores si no recibe la lectura de personas atentas a su mensaje. Y cualquier homenaje a la memoria de un escritor ya fallecido es también un jardín sin flores si no va acompañado de la edición y difusión de algunas de sus obras más importantes.
Pino fue una mujer telúrica, mágica. Se atrevió a abrir caminos que casi nadie transitaba en aquella época. Como decíamos, cometió el pecado de nacer demasiado pronto, en 1916, en un lugar marcado por el patriarcado, el machismo, el ruralismo de la cultura y tantos otros rasgos poco favorecedores. Pino tuvo que luchar contra corriente toda su vida y en su camino se interpuso de manera dramática la guerra civil, la larga postguerra, la represión de las emociones, la negación de casi todo. No sólo escribió y pintó cuadros sino que también practicó la escultura y la cerámica, facetas estas últimas en las que tuvo como maestro al ceramista y escultor argentino Eduardo Andaluz, que vivió largo tiempo en Gran Canaria y hoy reside en Bariloche, en su Argentina natal. Pino fue esencialmente una mujer atrevida. Sin medios materiales, fundó una sala de arte en tiempos tan difíciles que nadie apostaba por tales menudencias. Mujer generosa y muy querida, se carteó con Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego o Carmen Conde, y dio el primer y decisivo impulso a Justo Jorge Padrón.
Te busqué por los sueños es uno de sus grandes poemas. En él muestra la ensoñación por el amado que se fue tempranamente. Hay en este trabajo una hondura y una emoción a flor de piel:

 Te busqué por la tierra, por largos
pasillos de seres. Te busqué por las noches,
por calles y sombras, por quietas esquinas
agudas. Te busqué por los días. Nadie
con carne y tacto me descubría tu nombre.
Te busqué por los bosques: altas miradas
rodaron por copas, por ramas, por quietas
palmeras, por viejos pinos lejanos. Pero nada,
nada tenía escrito tu nombre.
Te busqué por las hojas sobre vientres
de campos morenos. Te busqué por los trigos,
por valles y praderas de lirios, por montañas,
por fuentes. Por cada sendero oculto
iba gritando tu nombre.
Te busqué por los mares, por frágiles
barcas de marineros mojados. Te busqué
por algas, por peces, por rocas agudas,
por olas y anchas playas doradas.
Te busqué más abajo, en lo hondo, entre
viejas astillas de barcos remotos. Olvidadas
cartas marinas no decían tu nombre.
Te busqué por estrellas, por nubes,
por albas, por quietos celajes. Te busqué
por los aires, por la luna callejera,
por locas primaveras saltando.
Te busqué por el tiempo, por los siglos:
fríos cementerios no tenían tu nombre.
Te busqué por un signo, un signo de ave
y nadie, nadie podría encontrarte.
Te busqué por los sueños:
por los sueños, tú me estabas esperando.

 Este poema completísimo pertenece a un libro que fue un auténtico libro inaugural: Como fruto en el árbol, publicado en 1954 y que había logrado ser accésit del muy prestigioso premio Adonais del año anterior.
Canarias es tierra de poetas, pero de poetas poco conocidos de la gente. Es la percepción más común: desconocemos lo que tenemos al lado. No lo valoramos de manera suficiente porque tenemos unos atávicos complejos de inferioridad, que estiman de escaso valor la literatura producida en esta tierra. El caso de Pino es simplemente un caso más. De ahí que convenga emprender el rescate de esta y otras mujeres que han elevado el nivel de las letras regionales. Hasta que no le hagamos justicia a Pino y a todas las otras mujeres silenciadas de la creación canaria, seguiremos siendo un pueblo subdesarrollado en la cultura. Pino Ojeda dejó más de veinte libros inéditos, y mientras esos libros no vayan saliendo del baúl de las sombras seguiremos siendo injustos con ella.

 (Incluido en Memorial Pino Ojeda, edición coordinada por F. Kintana Ruiz, El Palmar, Teror, 2008)

viernes, 18 de octubre de 2013

Amor solo (la hipercomunicación en el siglo XXI)


Pese a la crisis y a la continua movilidad de usuarios y ofertas de las compañías, en España a fecha de junio de 2013 hay 51 millones de líneas de teléfonos móviles y 19 millones de líneas de teléfono fijo. Hay muchos más teléfonos móviles que habitantes, ya que la población es de 46.704.314 habitantes, con importantes pérdidas desde el año pasado por la nueva emigración al extranjero. Y, a pesar de tanta hipercomunicación, con tanto whatsapp que va y viene, todo el mundo dándole a la tecla incluso cuando cruza un paso de peatones, la gente se siente vacía. Ya no se trata de una adicción, se trata de una verdadera esclavitud, casi una patología no solo entre jóvenes y adolescentes. Porque la comunicación ha derivado en un anecdotario efímero e insustancial. La sociedad se deshumaniza con tal prisa que desde hace años en algunas iglesias de Italia se han instalado confesionarios automáticos, en los que echas unas monedas, confiesas tus pecados y una maquinita te impone la penitencia. La soledad golpea en el asfalto. La soledad fue “la peste del siglo XX”, según los psicólogos. Bueno: será también del XXI. Un 35 por ciento de la población entre 25 y 40 años vive sola en nuestro país, en las grandes ciudades se incrementa el número de ancianos que viven apartados, y que en algunos casos mueren solos. El Teléfono de la Esperanza recibe más de trescientas mil llamadas anuales. Dentro de la cultura cibernética, crece la tendencia de practicar el sexo ante la pantalla de un ordenador. En la mitología grecolatina, de la cual somos directos descendientes, Platón cuenta cómo el padre de los dioses, Zeus, cortó por la mitad a los seres humanos. Y éstos sintieron un horror tan insoportable que empezaron a buscar desesperadamente su mitad perdida. Encontrarse a sí mismo, hallar una buena relación, no resulta fácil. Unas tres mil personas se suicidan diariamente en el mundo, lo que supone que cada tres segundos una persona se quita la vida. Un problema de salud pública evitable, según la Organización Mundial de la Salud, con un correcto tratamiento a las personas que padecen algún tipo de problema.

Para salir del aislamiento es preciso un primer contacto: con el interior de cada uno de nosotros, y después con los demás: familia, amigos, entorno laboral o incluso personas con las que sólo cruzamos un saludo en el ascensor. Hoy, cada vez con más familias monoparentales tras el incremento del divorcio, lo importante habría de ser aprender a convivir con la soledad, no dramatizarla. En EEUU el 26 por ciento de la población se califica de solitarios crónicos. Pero hay tanta soledad entre los solteros como en los casados, las amistades son superficiales y oportunistas. Se tiene la impresión de que muchos casados y casadas flirtean por internet para superar su rutina. La noche agranda la angustia, de ahí el éxito de los programas radiofónicos, en los que ha vuelto el contenido emocional, intimista. Los constructores y las inmobiliarias saben también que –pese al bajón del ladrillo- los inmigrantes y los divorcios animan el mercado, incluso en los supermercados se empiezan a ofrecer raciones para una persona. Leer ayudaría a superar la soledad pero no somos un pueblo de lectores. Entonces, hay que aprender terapias personales. Cultivar una afición, acercarse al arte, entender que la vida es algo más que utilidad, dinero y prisa.

lunes, 14 de octubre de 2013

El síndrome del mar en la Trilogía Sucia de La Habana y en la literatura canaria

Nuestros abuelos fueron emigrantes: desde Telde o El Hierro, desde Teguise o Valverde buscaron el camino americano. El próximo 3 de marzo, Santa Cruz de La Palma se transformará en la Pequeña Habana. Es lo que tiene el día de los Indianos: hacemos ese homenaje a los ancestros, a los veleros que en apenas una quincena cubrían la ruta de los miles de emigrantes de esta orilla que allá fundieron su sangre con la sangre cubana. Para los insulares de Canarias a lo largo de la historia el mar muchas veces ha tenido el añadido de maldición, tuvimos que ser emigrantes forzosos cuando la Corona española nos impuso poblar los territorios que iban desde la península de Yucatán al actual San Antonio de Texas. Emigramos en épocas de cacicatos y hambrunas, y en busca de una vida mejor los balseros de Cuba se han lanzado al mar en frágiles estructuras de neumáticos viejos, del mismo modo que los subsaharianos han arriesgado su vida en frágiles cayucos para tocar nuestro suelo. Para canarios y cubanos el Atlántico y el Caribe han sido claustrofobia y solución, jaula y camino abierto. El síndrome del mar conlleva malditismo y esperanza a partes iguales.
El célebre libro de relatos Trilogía sucia de La Habana nos muestra una sociedad al borde del abismo en la cual cada uno ha de procurarse “resolver” el sustento diario en base al ingenio, la picaresca y –si es menester– la violencia. Semen, ron y santería son los escalones con los que el habanero se propone sobrevivir día tras día orillando el hambre y la sensación de que su sociedad está bloqueada. Juan Pedro Gutiérrez, 63 años, fue periodista y después de eso se ha dedicado a escribir sobre personajes desesperados, desolados, hombres y mujeres de Centro Habana, La Habana sórdida. Sus libros apenas circulan en Cuba pero fuera de la isla consigue ventas millonarias. “Podría irme a vivir a otro sitio, a otro país, pero no quiero. He de estar cerca de mis personajes. Porque el cubano es mal emigrante, extraña mucho su tierra, su sol, sus mujeres. El cubano es muy macho y la mujer cubana es muy hembra, todos jugamos con el lenguaje, con el baile, con el sexo. Yo en realidad soy un perro callejero que se divierte cada noche, y que se pasa la vida dando vueltas y divirtiéndose hasta que me toque morir”, añade. En los relatos de Juan Pedro, escritos siempre en primera persona, el mar Caribe aparece frecuentemente como negrura, amenaza, mar devorador pero también como mar gozador.
Igualmente en la literatura canaria se habla de soledad, indefensión y cierto fatalismo del hombre frente al mar. Tal vez por sus ancestros el canario es más melancólico, el cubano –por el mestizaje con las culturas de África– es más musical, más bebedor, más divertido. En la novela Fetasa, de Isaac de Vega, leemos: “El mar está quieto, negro y manso, amenazador y frío en su quietud, sin fin hacia el horizonte, agobiante con su masa enorme. “ En Crimen, de Agustín Espinosa, se dice: “Esta isla lejana, en la que ahora vivo, es la isla de las maldiciones. Bulle a mi alrededor un mar adverso, de un azul blanquecino, que se oscurece en un horizonte marchito, vacío de velas latinas y de chimeneas trasatlánticas. Hay bajo mis pasos una masa de tierra parda bajo puñales curvos de cactos, higueras mórbidas y aulagas doradas. Sobre unas rocas frontales se desmayan las sombras violeta de unas garzas. Yo, el hijastro de la isla, el aislado.” En La lapa, de Angel Guerra, se dice: “Más que una isla, es un enorme peñón, un bloque de granito, surgiendo, como una infernal aparición, del seno turbulento de las aguas en aquellos mares salvajes”
Literatura del mar, poesía del mar. Siempre el mar, del que no podremos prescindir porque está ahí, a la vuelta de todos los caminos, con su llamada al abrazo y a la superación de las rencillas de la tribu. El mar como tribulación pero también como gozo. En P. J. Gutiérrez una de las alegrías del habanero es sentarse en el Malecón y observar el mar al atardecer, y si es tragando ron y teniendo sexo con una mulata, tanto mejor, y si es consiguiendo unos dólares aunque sea ofreciendo sexo a turistas viejos o damas de setenta años mucho mejor. Porque hay que tomar ron, hay que fumar tabaco, hay que comprar comida de contrabando. Su prosa es irreverente, dura, torrencial: “No me interesa lo decorativo, ni lo hermoso, ni lo dulce, ni lo delicioso (…) El arte sólo sirve para algo si es irreverente, atormentado, indecente, violento, grosero, puede mostrar la otra cara del mundo, la que nunca vemos o nunca queremos ver para evitarle molestias a nuestra conciencia.” Y también dice esto otro: “A veces lo que necesitas es muy poco: sexo, ron y una mujer que te hable algunas tonterías. Nada inteligente. Estoy agotado de gente inteligente y astuta.” De la cotidiana decepción de la pobreza se alza el escritor, sostenido por una esperanza necesaria: “Los guajiros son los que tienen la plata. Se hacen ricos con el hambre de la gente. Es una nueva era. De repente el dinero hace falta. Como siempre. El dinero lo aplasta todo. Treinta y cinco años construyendo el hombre nuevo. Ya se acabó. Ahora hay que cambiar a esto otro. Y rápido. No es bueno quedarse muy rezagados”.
El día del carnaval de los Indianos recordaremos el mar que surcaron nuestros abuelos hacia Santiago y La Habana, el mismo mar que los jóvenes de ahora han de surcar para irse a trabajar a Inglaterra o Alemania. A fin de cuentas, el mar es circular y siempre regresa.

viernes, 11 de octubre de 2013

A muchos grandes nunca les dieron el Premio Nobel

Un amable lector nos comunica que ya son 13 las mujeres que han ganado el Nobel de Literatura: Selma Lagerlof, Grazia Deledda, Undset, Pearl S. Buck, Gabriela Mistral. Además cuentan Nelly Sachs, Nadine Gordimer,Toni Morrison, Szymborska, Jelinek, Doris Lessing, Hertha Muller, Alice Munro.
Claro que son muchos más los grandes autores universales que por una causa o por otra nunca recibieron el galardón: Pérez Galdós, Tolstoi, Kafka, Proust, Borges, Nabokov, Graham Green, Cortázar, Mark Twain, Arthur Miller, James Joyce, D. H. Lawrence, Chejov, Bertolt Brecht, Strindberg...
En cambio, con sus maniobras políticas los suecos se lo concedieron a Churchill por sus discursos (?), al penco de Echegaray (el que sustituyó a Galdós), al guerrero Kissinger o al dubitativo Obama les regalaron el Nobel de la Paz, etc.
(Ilustración: Kafka)

jueves, 10 de octubre de 2013

Alice Munro, la mujer número 12 en ganar el Premio Nobel de Literatura

Al fin le han dado el Premio Nobel a esta mujer canadiense enjuta y valerosa. Tocaba ya, sin duda: a fin de cuentas muy pocas féminas han obtenido el preciado galardón nórdico. Con Munro son exactamente 12 mujeres en más de un siglo, ya que este premio nació en 1901. Hace tiempo escribimos sobre ella en este mismo blog y dijimos que los cuentos de Alice Munro, venerable anciana de 82 años, hablan de personas normales que se ven en la necesidad de afrontar la desgracia, la violencia, la vida mediocre y sin aspiraciones. Definida como la Chejov canadiense, aspirante al Nobel, vivió en una granja en una época de depresión económica, experiencia que fue decisiva para sus relatos, por cuanto desde entonces escribe sobre la lucha de gente humilde. Sus cuentos incluidos en Demasiada felicidad (Debolsillo2012) hablan de personas corrientes. Dice al respecto: “la vida de la gente es suficientemente interesante si tú consigues captarla tal cual es, monótona, sencilla, increíble, insondable.” Pero hay pasajes en que el lector se siente golpeado por una escritura aparentemente simple pero engañosa, formidable, extraña, que suele exigir una relectura.

A la autora le gusta deslizar sorpresas, sin estridencias. En una entrevista cuando empezaba a ser conocida contó que era solo un ama de casa que escribía en los ratos que le dejaba libre la crianza de sus tres hijas, y lo hacía en el cuarto de planchar mientras sus niñas dormían la siesta. Se rebeló contra la educación puritana que le dieron y necesitaba tener su propio espacio, como le sucedió a Virginia Woolf. En La vida de las mujeres, su única novela, describe el ambiente de un pueblo y lo hace con melancolía y dulzura. No idealiza la infancia sino que la retrata con la mezquindad que conlleva, su literatura conlleva siempre reflexión moral. Algo parecido sucede en los cuentos incluidos en el libro que comentamos, historias a veces crueles y violentas, y lo hace sin ensañarse en los personajes, como si entendieran que responden a las virtudes y carencias de la condición humana, y por tanto hay que absolverlos. En su relato “Radicales libres” asistimos a un impresionante ajuste de cuentas, una historia memorable escrita de manera memorable. En “Dimensiones”, una mujer va a visitar a la cárcel a su ex marido, que mató a sus tres hijos. En “Juego de niños” vemos la comezón que genera en la conciencia una remota culpa.

También habla de Sofia Kovalevski, una matemática rusa de mediados del XIX, que ejemplifica las dificultades de las mujeres para su realización. Alice Munro, que vive en Clinton, pequeño pueblo de Ontario, tiene habilidad al narrar dramas cotidianos, pequeñas historias sobre pasiones elementales, el azar y la desventura, y lo hace con capacidad fotográfica, descripciones sencillas y exactas, lenguaje común de personajes cotidianos. En su obra tiene protagonismo la naturaleza de su país, sus bosques, sus pequeños pueblos, ese cosmos de veranos verdes y de inviernos de intensas nieves. Recomendable.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Mi primer libro, 41 años después

El tiempo pasa que es una barbaridad. Buceando en el baúl de los recuerdos, he aquí que me doy cuenta de que hace 41 años salió a la luz mi primer libro. Fue "Crónica de todos nosotros", noviembre de 1972, en Inventarios Provisionales, con una sencilla portada del vallisoletano Santiago Alonso. Inventarios Provisionales fue un valioso grupo editorial que hizo historia en los años 70.
El libro había ganado el premio Julio Tovar de poesía un para de años antes. Se reeditó en abril de 1973, también en Inventarios, y en Ediciones Idea en 2006. Solo tengo 2 libros de poemas: este y "Memorias de La Palma Edén", Anroart, 2012.
Con 46 páginas de texto, el único ejemplar que tengo lleva el sello de la censura, también llamada "consulta previa", sin cuyo requisito no podía editarse. El sello dice así: Ministerio de Información y Turismo. Delegación provincial de Las Palmas. Depositado a las 19 horas del día 14 de noviembre de 1972. Conforme, El Delegado Provincial." La censura estaba en la calle Triana y quien me firmó la conformidad fue el abogado y periodista Antonio Cillero, que colaboraba en El Eco de Canarias.
Qué tiempo tan feliz.

lunes, 7 de octubre de 2013

Vecinos (un relato de Raymond Carver)

Bill y Arlene Miller eran una pareja feliz. Pero de vez en cuando se sentían que solamente ellos, en su círculo, habían sido pasados por alto, de alguna manera, dejando que Bill se ocupara de sus obligaciones de contador y Arlene ocupada con sus faenas de secretaria. Charlaban de eso a veces, principalmente en comparación con las vidas de sus vecinos Harriet y Jim Stone. Les parecía a los Miller que los Stone tenían una vida más completa y brillante. Los Stone estaban siempre yendo a cenar fuera, o dando fiestas en su casa, o viajando por el país a cualquier lado en algo relacionado con el trabajo de Jim.
Los Stone vivían enfrente del vestíbulo de los Miller. Jim era vendedor de una compañía de recambios de maquinaria, y frecuentemente se las arreglaba para combinar sus negocios con viajes de placer, y en esta ocasión los Stone estarían de vacaciones diez días, primero en Cheyenne, y luego en Saint Louis para visitar a sus parientes. En su ausencia, los Millers cuidarían del apartamento de los Stone, darían de comer a Kitty, y regarían las plantas.
Bill y Jim se dieron la mano junto al coche. Harriet y Arlene se agarraron por los codos y se besaron ligeramente en los labios.
—¡Divertíos! — dijo Bill a Harriet.
—Desde luego — respondió Harriet — Divertíos también.
Arlene asintió con la cabeza.
Jim le guiñó un ojo.
—Adiós Arlene. ¡Cuida mucho a tu maridito!
—Así lo haré — respondió Arlene.
—¡Divertíos! dijo Bill.
—Por supuesto — dijo Jim sujetando ligeramente a Bill del brazo — Y gracias de nuevo.
Los Stone dijeron adiós con la mano al alejarse en su coche, y los Miller les dijeron adiós con la mano también.
—Bueno, me gustaría que fuéramos nosotros — dijo Bill.
—Bien sabe Dios lo que nos gustaría irnos de vacaciones — dijo Arlene. Le cogió del brazo y se lo puso alrededor de su cintura mientras subían las escaleras a su apartamento.
Después de cenar Arlene dijo:
—No te olvides. Hay que darle a Kitty sabor de hígado la primera noche — Estaba de pie en la entrada a la cocina doblando el mantel hecho a mano que Harriet le había comprado el año pasado en Santa Fe.
Bill respiró profundamente al entrar en el apartamento de los Stone. El aire ya estaba denso y era vagamente dulce. El reloj en forma de sol sobre la televisión indicaba las ocho y media. Recordó cuando Harriet había vuelto a casa con el reloj; cómo había venido a su casa para mostrárselo a Arlene meciendo la caja de latón en sus brazos y hablándole a través del papel del envoltorio como si se tratase de un bebé.
Kitty se restregó la cara con sus zapatillas y después rodó en su costado pero saltó rápidamente al moverse Bill a la cocina y seleccionar del reluciente escurridero una de las latas colocadas. Dejando a la gata que escogiera su comida, se dirigió al baño. Se miró en el espejo y a continuación cerró los ojos y volvió a mirarse. Abrió el armarito de las medicinas. Encontró un frasco con pastillas y leyó la etiqueta: Harriet Stone. Una al día según las instrucciones — y se la metió en el bolsillo. Regresó a la cocina, sacó una jarra de agua y volvió al salón. Terminó de regar, puso la jarra en la alfombra y abrió el aparador donde guardaban el licor. Del fondo sacó la botella de Chivas Regal. Bebió dos veces de la botella, se limpió los labios con la manga y volvió a ponerla en el aparador.
Kitty estaba en el sofá durmiendo. Apagó las luces, cerrando lentamente y asegurándose que la puerta estaba cerrada. Tenía la sensación que se había dejado algo.
—¿Qué te ha retenido? — dijo Arlene. Estaba sentada con las piernas cruzadas, mirando televisión.
—Nada. Jugando con Kitty — dijo él, y se acercó a donde estaba ella y le tocó los senos.
—Vámonos a la cama, cariño — dijo él.
Al día siguiente Bill se tomó solamente diez minutos de los veinte y cinco permitidos en su descanso de por la tarde y salió a las cinco menos cuarto. Estacionó el coche en el estacionamiento en el mismo momento que Arlene bajaba del autobús. Esperó hasta que ella entró en el edificio, entonces subió las escaleras para alcanzarla al descender del ascensor.
—¡Bill! Dios mío, me has asustado. Llegas temprano — dijo ella.
Se encogió de hombros. No había nada que hacer en el trabajo —dijo él. Le dejo que usará su llave para abrir la puerta. Miró a la puerta al otro lado del vestíbulo antes de seguirla dentro.
—Vámonos a la cama — dijo él.
—¿Ahora? — rió ella — ¿Qué te pasa?
—Nada. Quítate el vestido — La agarró toscamente, y ella le dijo:
—¡Dios mío! Bill
Él se quitó el cinturón. Más tarde pidieron comida china, y cuando llegó la comieron con apetito, sin hablarse, y escuchando discos.
—No nos olvidemos de dar de comer a Kitty — dijo ella.
—Estaba en este momento pensando en eso — dijo él — Iré ahora mismo.
Escogió una lata de sabor de pescado, después llenó la jarra y fue a regar. Cuando regresó a la cocina, la gata estaba arañando su caja. Le miró fijamente antes de volver a su caja—dormitorio. Abrió todos los gabinetes y examinó las comidas enlatadas, los cereales, las comidas empaquetadas, los vasos de vino y de cocktail, las tazas y los platos, las cacerolas y las sartenes. Abrió el refrigerador. Olió el apio, dio dos mordiscos al queso, y masticó una manzana mientras caminaba al dormitorio. La cama parecía enorme, con una colcha blanca de pelusa que cubría hasta el suelo. Abrió el cajón de una mesilla de noche, encontró un paquete medio vació de cigarrillos, y se los metió en el bolsillo. A continuación se acercó al armario y estaba abriéndolo cuando llamaron a la puerta. Se paró en el baño y tiró de la cadena al ir a abrir la puerta.
—¿Qué te ha retenido tanto? — dijo Arlene — Llevas más de una hora aquí.
—¿De verdad? — respondió él.
—Sí, de verdad — dijo ella.
—Tuve que ir al baño — dijo él.
—Tienes tu propio baño — dijo ella.
—No me pude aguantar — dijo él.
Aquella noche volvieron a hacer el amor.
Por la mañana hizo que Arlene llamara por él. Se dio una ducha, se vistió, y preparó un desayuno ligero. Trató de empezar a leer un libro. Salió a dar un paseo y se sintió mejor. Pero después de un rato, con las manos todavía en los bolsillos, regresó al apartamento. Se paró delante de la puerta de los Stone por si podía oír a la gata moviéndose. A continuación abrió su propia puerta y fue a la cocina a por la llave.
En su interior parecía más fresco que en su apartamento, y más oscuro también. Se preguntó si las plantas tenían algo que ver con la temperatura del aire. Miró por la ventana, y después se movió lentamente por cada una de las habitaciones considerando todo lo que se le venía a la vista, cuidadosamente, un objeto a la vez. Vio ceniceros, artículos de mobiliario, utensilios de cocina, el reloj. Vio todo. Finalmente entró en el dormitorio, y la gata apareció a sus pies. La acarició una vez, la llevó al baño, y cerró la puerta.
Se tumbó en la cama y miró al techo. Se quedó un rato con los ojos cerrados, y después movió la mano por debajo de su cinturón. Trató de acordarse qué día era. Trató de recordar cuando regresaban los Stone, y se preguntó si regresarían algún día. No podía acordarse de sus caras o la manera cómo hablaban y vestían. Suspiró y con esfuerzo se dio la vuelta en la cama para inclinarse sobre la cómoda y mirarse en el espejo.
Abrió el armario y escogió una camisa hawaiana. Miró hasta encontrar unos pantalones cortos, perfectamente planchados y colgados sobre un par de pantalones de tela marrón. Se mudó de ropa y se puso los pantalones cortos y la camisa. Se miró en el espejo de nuevo. Fue a la sala y se puso una bebida y comenzó a beberla de vuelta al dormitorio. Se puso una camisa azul, un traje oscuro, una corbata blanca y azul, zapatos negros de punta. El vaso estaba vacío y se fue para servirse otra bebida.
En el dormitorio de nuevo, se sentó en una silla, cruzó las piernas, y sonrió observándose a sí mismo en el espejo. El teléfono sonó dos veces y se volvió a quedar en silencio. Terminó la bebida y se quitó el traje. Rebuscó en el cajón superior hasta que encontró un par de medias y un sostén. Se puso las medias y se sujetó el sostén, después buscó por el armario para encontrar un vestido. Se puso una falda blanca y negra a cuadros e intentó subirse la cremallera. Se puso una blusa de color vino tinto que se abotonaba por delante. Consideró los zapatos de ella, pero comprendió que no le entrarían. Durante un buen rato miró por la ventana del salón detrás de la cortina. A continuación volvió al dormitorio y puso todo en su sitio.
No tenía hambre. Ella no comió mucho tampoco. Se miraron tímidamente y sonrieron. Ella se levantó de la mesa y comprobó que la llave estaba en la estantería y a continuación se llevó los platos rápidamente. Él se puso de pie en el pasillo de la cocina y fumó un cigarrillo y la miró recogiendo la llave.
—Ponte cómodo mientras voy a su casa — dijo ella — Lee el periódico o haz algo — Cerró los dedos sobre la llave. Parecía, dijo ella, algo cansado.
Trató de concentrarse en las noticias. Leyó el periódico y encendió la televisión. Finalmente, fue al otro lado del vestíbulo. La puerta estaba cerrada.
—Soy yo. ¿Estás todavía ahí, cariño? — llamó él.
Después de un rato la cerradura se abrió y Arlene salió y cerró la puerta.
—¿Estuve mucho tiempo aquí? — dijo ella.
—Bueno, sí estuviste — dijo él.
—¿De verdad? — dijo ella — Supongo que he debido estar jugando con Kitty.
La estudió, y ella desvió la mirada, su mano estaba apoyada en el pomo de la puerta.
—Es divertido — dijo ella — Sabes, ir a la casa de alguien más así. — Asintió con la cabeza, tomó su mano del pomo y la guió a su propia puerta. Abrió la puerta de su propio apartamento.
—Es divertido — dijo él.
Notó hilachas blancas pegadas a la espalda del suéter y el color subido de sus mejillas. Comenzó a besarla en el cuello y el cabello y ella se dio la vuelta y le besó también.
—¡Jolines! — dijo ella — Jooliines — cantó ella con voz de niña pequeña aplaudiendo con las manos — Me acabo de acordar que me olvidé real y verdaderamente de lo que había ido a hacer allí. No di de comer a Kitty ni regué las plantas. Le miró —¿No es eso tonto? — No lo creo — dijo él — Espera un momento. Recogeré mis cigarrillos e iré contigo.
Ella esperó hasta que él había cerrado con llave su puerta, y entonces se cogió de su brazo en su músculo y dijo:
—Me imagino que te lo debería decir. Encontré unas fotografías.
Él se paró en medio del vestíbulo.
—¿Qué clase de fotografías?
—Ya las verás tú mismo — dijo ella y le miró con atención.
—No estarás bromeando — sonrió él — ¿Dónde?
—En un cajón — dijo ella.
—No bromeas — dijo él.
Y entonces ella dijo:
—Tal vez no regresarán — e inmediatamente se sorprendió de sus palabras.
—Pudiera suceder — dijo él — Todo pudiera suceder.
—O tal vez regresarán y … — pero no terminó.
Se cogieron de la mano durante el corto camino por el vestíbulo, y cuando él habló casi no se podía oír su voz.
—La llave — dijo él — Dámela.
—¿Qué? — dijo ella — Miró fijamente a la puerta.
—La llave — dijo él — Tú tienes la llave.
—¡Dios mío! — dijo ella — Dejé la llave dentro.
—Él probó el pomo. Estaba cerrado con llave. A continuación intentó mover el pomo. No se movía. Sus labios estaban apartados, y su respiración era dificultosa. Él abrió sus brazos y ella se le echó en ellos.
—No te preocupes — le dijo al oído — Por Dios, no te preocupes.
Se quedaron allí. Se abrazaron. Se inclinaron sobre la puerta como si fuera contra el viento, y se prepararon.

viernes, 4 de octubre de 2013

Los monstruos siempre aparecen al atardecer

Querida Assunta: los cuentos que nunca te leyeron a la hora de dormir no te advirtieron de que los monstruos están cerca y que mayormente aparecen a la hora del crepúsculo. En este país los niños son cada vez más frecuentes víctimas de su entorno familiar. Pasó con los dos hijos de José Bretón, pasa en buena parte de los llamados crímenes de violencia doméstica, cuando un padre iracundo acaba con su ex mujer y con los hijos.
La perversidad humana no tiene límites.
¿Pero por qué a ti, que te trajeron de tan lejos para darte un hogar, un apellido, un nombre, una historia personal en la bella ciudad de Santiago de Compostela?
¿Por qué las continuas dosis de fármacos que tu querida madre te obligaba a tomar un día sí y otro casi también?
¿Por qué ese rencor?
¿Por qué nadie denunció lo que te estaba sucediendo, especialmente tus profesoras que te veían en tan mala situación?
¿Por qué tu querido padre hacía la vista gorda?
Por estas islas hay también un par de casos siniestros: Yéremi y Saro Morales fueron dos niños de los que nunca más se supo.
Ojalá tú hayas encontrado al fin la paz.