martes, 22 de octubre de 2013

Pino Ojeda, pionera en la poesía y la pintura cuando no había libertades


Siempre he creído que quienes salvan la vida en las islas son las mujeres. Los hombres emigraban a Cuba y Venezuela, o emprendían la larga zafra de la pesca y ellas sacaban adelante las familias, los cultivos y el ganado, la casa limpia y dispuesta para cuando él volviera, si es que volvía. Durante siglos, no aparecen nombres de mujeres escritoras en nuestra tierra, y las pocas que aparecen lo hacen subrepticiamente, adoptando seudónimos para no ser señaladas con el dedo. La nuestra ha sido una sociedad rural y conservadora, fuertemente patriarcal. En esta sociedad poco desarrollada, la mujer tarda mucho en abandonar sus roles tradicionales e incorporarse a la vida pública. Casos como el de María Rosa Alonso, Mercedes Pinto, Josefina de la Torre, Josefina Pla, la musicóloga Lola de la Torre, la pintora Lola Massieu han sido excepciones que confirman la regla. También lo fueron Pilar Lojendio, premio Julio Tovar, y Pino Ojeda, premio Tomás Morales, ambas de la generación del medio siglo. Este pueblo nuestro entenderá algún día que los escritores, los pintores, los creadores forman parte de su patrimonio espiritual, y por ello conviene rescatarlos, difundirlos. Juan Francisco Santana Domínguez, profesor, historiador, hombre combativo que sabe mucho del rescate de la memoria histórica, publicó el libro Pino Ojeda. Pintora y poeta (Anroart), en el que hace una completa semblanza de la vida y la obra de esta creadora inconformista cuyo mayor pecado fue crecer en el duro franquismo y padecer el cerco de una sociedad intolerante en la cual la mujer artista tenía muy poca cabida. Ahora diversos ámbitos ciudadanos emprenden desde otro ángulo un nuevo reconocimiento a la entrañable figura de nuestra poeta y pintora.
Pino Ojeda rompió moldes, se enfrentó al dolor y a la adversidad. Nace en Teror, 1916; en 1937 se casa con Domingo Doreste y en el 39 muere su marido en el frente de guerra. Viuda joven, padeció dificultades de todo tipo pero tuvo coraje y entusiasmo para la creación. Así, logra ser accésit del muy prestigioso Adonais, en 1953, con su libro Como fruto en el árbol. Ya entonces nos descubría una mirada sensual y atrevida, llena de emociones. Padece graves enfermedades y momentos depresivos pero se va abriendo paso. Con su pintura llega a la Península, a Suecia, Italia, Alemania, Francia, Suiza, EE.UU. En abril de 2002 muere dejando 21 libros inéditos. Este libro, exacta y exhaustiva biografía, es la primera piedra para la recuperación de su nombre. Pino Ojeda siempre me pareció apasionada, generosa y desprendida, vivía la literatura como una especie de elevación mística e intelectual al mismo suerte. Tuvo poca suerte: nació antes de tiempo, fue una adelantada de la creación femenina. Le pasó lo mismo que a Chona Madera y a tantas pioneras: vivieron en un contexto que no valoraba a la mujer intelectual. Pino Ojeda fue un caso típico de las represiones que sufrieron las mujeres que se salían de la norma durante el largo y oscuro periodo del franquismo. Pero su poesía honda, el desgarro emocional, la intensidad y la melancolía de su mirada, y esa pintura fruto de una ensoñación volcánica siguen con nosotros. Lo importante ahora es que sus muchos libros inéditos vean la luz, y se editen antologías de su obra para que la conozcan las nuevas generaciones. Porque la obra de un poeta es un jardín sin flores si no recibe la lectura de personas atentas a su mensaje. Y cualquier homenaje a la memoria de un escritor ya fallecido es también un jardín sin flores si no va acompañado de la edición y difusión de algunas de sus obras más importantes.
Pino fue una mujer telúrica, mágica. Se atrevió a abrir caminos que casi nadie transitaba en aquella época. Como decíamos, cometió el pecado de nacer demasiado pronto, en 1916, en un lugar marcado por el patriarcado, el machismo, el ruralismo de la cultura y tantos otros rasgos poco favorecedores. Pino tuvo que luchar contra corriente toda su vida y en su camino se interpuso de manera dramática la guerra civil, la larga postguerra, la represión de las emociones, la negación de casi todo. No sólo escribió y pintó cuadros sino que también practicó la escultura y la cerámica, facetas estas últimas en las que tuvo como maestro al ceramista y escultor argentino Eduardo Andaluz, que vivió largo tiempo en Gran Canaria y hoy reside en Bariloche, en su Argentina natal. Pino fue esencialmente una mujer atrevida. Sin medios materiales, fundó una sala de arte en tiempos tan difíciles que nadie apostaba por tales menudencias. Mujer generosa y muy querida, se carteó con Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego o Carmen Conde, y dio el primer y decisivo impulso a Justo Jorge Padrón.
Te busqué por los sueños es uno de sus grandes poemas. En él muestra la ensoñación por el amado que se fue tempranamente. Hay en este trabajo una hondura y una emoción a flor de piel:

 Te busqué por la tierra, por largos
pasillos de seres. Te busqué por las noches,
por calles y sombras, por quietas esquinas
agudas. Te busqué por los días. Nadie
con carne y tacto me descubría tu nombre.
Te busqué por los bosques: altas miradas
rodaron por copas, por ramas, por quietas
palmeras, por viejos pinos lejanos. Pero nada,
nada tenía escrito tu nombre.
Te busqué por las hojas sobre vientres
de campos morenos. Te busqué por los trigos,
por valles y praderas de lirios, por montañas,
por fuentes. Por cada sendero oculto
iba gritando tu nombre.
Te busqué por los mares, por frágiles
barcas de marineros mojados. Te busqué
por algas, por peces, por rocas agudas,
por olas y anchas playas doradas.
Te busqué más abajo, en lo hondo, entre
viejas astillas de barcos remotos. Olvidadas
cartas marinas no decían tu nombre.
Te busqué por estrellas, por nubes,
por albas, por quietos celajes. Te busqué
por los aires, por la luna callejera,
por locas primaveras saltando.
Te busqué por el tiempo, por los siglos:
fríos cementerios no tenían tu nombre.
Te busqué por un signo, un signo de ave
y nadie, nadie podría encontrarte.
Te busqué por los sueños:
por los sueños, tú me estabas esperando.

 Este poema completísimo pertenece a un libro que fue un auténtico libro inaugural: Como fruto en el árbol, publicado en 1954 y que había logrado ser accésit del muy prestigioso premio Adonais del año anterior.
Canarias es tierra de poetas, pero de poetas poco conocidos de la gente. Es la percepción más común: desconocemos lo que tenemos al lado. No lo valoramos de manera suficiente porque tenemos unos atávicos complejos de inferioridad, que estiman de escaso valor la literatura producida en esta tierra. El caso de Pino es simplemente un caso más. De ahí que convenga emprender el rescate de esta y otras mujeres que han elevado el nivel de las letras regionales. Hasta que no le hagamos justicia a Pino y a todas las otras mujeres silenciadas de la creación canaria, seguiremos siendo un pueblo subdesarrollado en la cultura. Pino Ojeda dejó más de veinte libros inéditos, y mientras esos libros no vayan saliendo del baúl de las sombras seguiremos siendo injustos con ella.

 (Incluido en Memorial Pino Ojeda, edición coordinada por F. Kintana Ruiz, El Palmar, Teror, 2008)

3 comentarios:

  1. Una mujer grande que se definía como “creadora de recuerdos, momentos, instantes y pequeñas cosas”.

    blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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  2. Muy agradecido por tus palabras y reseña mi queridísimo amigo Luis León Barreto. Un abrazo GRANDE.

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  3. Pino Ojeda era la magia en sí misma y en un primer momento su biografía iba a titularse: "Pino Ojeda: magia de mujer" luego decidimos, hablando en una de esas cientos de charlas de tarde y nocturnas que tuvimos en su casa, pues titularlo como definitivamente salió a la luz. Era un ser apasionante, dulce, muy amiga de sus amigos, y así la recuerdo. En casa sigue una de las rosas, seca pero sin perder la forma, que le acompañaron en su último adiós. Parece que ella quiso que siguiera tal cual y así, tal cual, le recuerdo. Un ser muy grande y muy generoso que marcó mi vida.

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