viernes, 31 de agosto de 2012

González Barrera, poeta social e intimista

Manuel González Barrera, (Arucas, 1936), voz combativa pero también intimista, falleció en Arrecife en este deshabitado mes de agosto. Escribió sobre el mar, la conciencia política, el amor y la amistad. Poeta militante de la izquierda, publica “Otra vez el mar” -2003- y recibe en el Gabinete Literario de Las Palmas el homenaje a los escritores que iniciaron su actividad por los años 60.
A lo largo de su vida se refirió a las dos obras que lo marcaron: “El Cantar de los Cantares”, atribuido al rey Salomón, libro integrante de la Biblia, y la obra del  peruano César Vallejo.  Su reconocimiento a este poeta lo llevaría a recorrer distintos lugares con la conferencia: “Vallejo, inventor de realidades”. Una vez en Lanzarote, desarrolla amistad con Félix Hormiga y Gorgonio Martín Muñoz, con quienes fundó la editorial Cíclope. La dedicatoria de su último poemario, “Esto que la luz me dicta ahora” refleja su tristeza ante la muerte de Gorgonio.
En 2009, con apoyo del Ayuntamiento de San Bartolomé, publica su “Guía Turística no Oficial”, crítica al desarrollismo turístico.
En su poema “Se nos acaba de morir un hombre” (1966) se expresaba así:

Se nos acaba de morir un hombre.
es necesario recordar su infancia;
volver a los umbrales de la risa
donde es la muerte tan lejana.
su vida fue sencilla,
como el brotar del trigo la mañana.
(La tristeza afloraba entre sus ojos
presagiando el final de la mirada)

Su honradez, su entrega y su sentido de la amistad se reflejan en este fragmento de su Testimonio Vital: 

Quiero a los míos, verdaderamente míos, 
mis hijos, mis nietos, mi familia, 
Carmen de nuevo, siempre. 
Quiero a los amigos 
como un oloroso pan caliente 
en las tahonas del amanecer, 
Juan, María, Félix, Pedro, Daniel,  Miguel, 
Gorgonio, Gorgonio, 
¿por qué te fuiste despacio sin avisarme? 
¿Por qué te apropiaste del silencio 
y nos dejaste sin palabras, mudos?
 


Ilustración tomada de www.acasajosesaramago.com

jueves, 30 de agosto de 2012

La muerte de Ruth y José en el País de las Chapuzas

Afirman los alemanes que uno de los problemas que tenemos por aquí es el de la irracionalidad de los horarios, así como una baja productividad. Hay un caso simpático que hemos conocido hace tiempo. A un directivo de un banco de por aquí lo llamaron para trabajar en Alemania. Ni corto ni perezoso, observó que allí la gente salía del trabajo a las cinco de la tarde. Entonces él, con su mentalidad carpetovetónica, decidió quedarse cada tarde hasta las ocho. Al cabo de unas cuantas semanas sus jefes lo reprendieron: hemos observado que usted necesita muchas horas para hacer lo que sus compañeros hacen en menos tiempo, por tanto no encaja en nuestra oficina, hemos de prescindir de sus servicios. ¿Tal vez los españolitos tenemos todos mentalidad de funcionario, es decir que hay que estar muchas horas presenciales en la oficina, simplemente para que los jefes vean que estás? Aunque sea como esos concejales o consejeros que se pasan la mañana en internet, recibiendo y enviando mensajitos por el móvil de última generación, o rellenando sudokus.
Claro que todo esto tiene sus matices, pues los funcionarios -todos lo hemos sido alguna vez en nuestra vida- suelen darse su escapadita para el café de las diez, el desayuno de las once, la cervecita de la una. Parece que aquí lo importante es aparentar que se trabaja, aunque se esté pensando en las musarañas. En un país hecho de retales donde lo único que funciona es el fútbol, en un país donde abunda la chapuza, donde la chapuza es el deporte nacional, no ha sido demasiado extraño comprobar la ineficacia de las investigaciones en el caso de los dos niños desaparecidos, presuntamente asesinados por su padre, la Bestia Bretón. El primer y concluyente informe fue redactado por una médica forense con 15 años de experiencia. Ni corta ni perezosa, dictaminó que los restos óseos y los dientes correspondían a ratones, ardillas y conejos en vez de a un niño de dos años y una niña de seis. Ella solita se lo guisó, ella solita se lo comió. Lo más grave es que a nadie se le ocurrió contrastar ese informe con otros expertos. En el clima de desánimo y abatimiento que comparten muchos millones de compatriotas, el caso de los dos niños presuntamente asesinados y su  negligente investigación, añade otra página al desconcierto.

martes, 28 de agosto de 2012

Pirómanos de cada verano

Desde junio estás muy pendiente de las previsiones meteorológicas. A ti, que a fin de cuentas sabes mucho de esto, te complace comprobar que en años cada vez más secos la alerta amarilla pronto se vuelve naranja. Cuando viene la calima sahariana, cuando la humedad baja al 30 por ciento, es el gran momento de coger la camioneta o el coche todo terreno y aprovisionarte bien. Material combustible, garrafas de gasolina, mechas. Puede que seas un experto en extinción de incendios, quién sabe si un agente forestal que han dejado en paro, acaso un bombero profesional o voluntario.
Cada vez hay más gente sin trabajo, víctima de los recortes. Y tú quieres demostrar que falta personal, que haría falta contratar mucha más gente. Además, y esto lo sabes bien: los incendios son casi siempre por la tarde, al atardecer, cuando se extienden las sombras. ¿Y por qué? Porque entonces ya han terminado los turnos de la mañana de los servicios y el movilizar gente para apagar el fuego supone muchas horas extras a las instituciones. Lo tienes claro: sabes que no van a ahorrar ni un céntimo.
Sabes bien que tienes que recorrer kilómetros, de poco vale prender solo un foco. Tienes que prender en varios sitios, para que el efecto sea más determinante. Además, actúas por contagio. Puede que el primer fuego del verano sea en el Pirineo, el segundo en Valencia, el tercero en Tenerife, el cuarto en La Palma, el quinto y más devastador en La Gomera. Sin olvidarnos de que tú o tal vez otros amigos tuyos en pocos días volverán a pegar fuego en los montes de León, otra vez en Tenerife, otra vez en La Palma, otra vez en La Gomera. Dicen los expertos que la piromanía es un trastorno psicológico raro, pero tan raro no debe ser cuando tú sabes muy bien lo que debes hacer. ¡Cómo explicar el gozo que sientes al sembrar las llamas, relajación, placer, intensidad emocional, casi un orgasmo al presenciar cómo crecen, incluso al extinguirlas participando en las brigadas como si tú no hubieses tenido nada que ver con ellas! Nadie te descubre, nadie te delata. Tienes la suerte de vivir en un país donde destruir lo público no importa mucho, penas irrisorias y beneficios penitenciarios. La piromanía es un desorden mental muy raro, dice internet, y los pirómanos nunca van a hospitales psiquiátricos. Así nos va.

lunes, 27 de agosto de 2012

Urgencias de agosto

Una vez al mes Pino cumple su guardia de sábado en Ginecología, la peor noche del mundo, sobre todo en agosto. Claro que el infierno está unos pocos tabiques más allá: la gente de accidentes y peleas. Pero cómo educar a tanta chica descuidada, un horror.
Ella y el doctor Corchero hacen buenas migas. Hasta el punto de que le ha pedido formalmente ser amigos, salir a dar una vuelta, tomar una copa, ir a la discoteca de moda. Pero ella tiene veintisiete y ya no se fía de los hombres separados: teme sus traumas, los trabes de sus parejas rotas, la obsesión enfermiza por sus hijos y el anhelo de protección que suelen mostrar, como si fueran niños desvalidos a los que de pronto hubiese abandonado su mamá.       
Doble guante para las exploraciones vaginales; abundan los picores, los herpes, los hongos y cuantos padecimientos manda la diosa del amor. Con tanto riesgo, cada dos meses se hace la prueba de los anticuerpos mientras sueña con encontrar un hombre que de verdad valga la pena, alguien que le brinde seguridad y garantía de futuro. Un hombre mejor que Norberto –tan pobrediablo con sus complejos y sus dependencias- y que carezca de los prejuicios del doctor Corchero, un asturiano que a veces tiene unos bajones insólitos en un profesional de cuarenta y dos años, con su situación y su carrera, con su jefatura de servicio y sus retribuciones.    En la barahúnda llegan falsas violadas, embarazadas de catorce años con señal de aborto porque alguien lía chapuzas por esos barrios, o una comadre aconseja las siete yerbas milagrosas para bajar la barriga. Hay quienes se presentan sangrando, y quienes lloran por su repentina conciencia. Las relaciones de sábado pueden originar cierto aspaviento, pues el sexo se ha socializado para que todos gocen su trocito de gloria. Se divierten y quieren darle un aire de misterio, a su manera huyen de este mundo insatisfecho. ¿Qué decir de las chicas a las que su pareja, jugando, les introduce toda clase de artilugios en la vagina?       
Pero hoy es un día fácil. Al menos por el momento. Estaba leyendo el cuestionario del periódico: ¿Estás satisfecho-a con tu pareja? Al primer intento había obtenido 84 puntos de un máximo de 190, y por lo tanto se sentía mal. En una segunda tentativa volvió a leer las preguntas, y trató de matizar las respuestas; hizo algunas trampillas y le salieron 92. No tenía arreglo, apenas había soluciones con Norberto.    
La tarde es pálida: un amasijo de nublados sobre la playa, una de esas lloviznas inconsistentes. Y él sin llamar. ¿Dónde estará ese cabecita loca? Detrás de alguna escoba con falda, como si lo viese. Y más siendo semana santa. Dentro de unas horas las caravanas de coches se pondrán en marcha desde los apartamentos del sur. El doctor Corchero anda serio, aunque me ha prometido comer juntos mañana. Eso siempre que no esté cansado, ya veremos.
            Desengáñate, chica. Al hombre no le gusta encontrar abiertas todas las puertas. Si ni siquiera ha de empujar esas resistencias naturales que cabe suponer en una dama, cae en la decepción. Por eso, si no escucho algo consistente, cerraré el saloncito a cal y canto. Este doctor Corchero tiene tres hijos. Y se los quiere quedar él. Qué ingenuo: con lo difícil que debe ser criarlos, compartir sus juegos, entender sus crisis y sobre todo darles carreras. Mira que si se fijara en mí, si me viera como una mujer para acompañarlo en la vida, que está a su altura y puede ser su complemento. En fin, nunca se sabe con estos hombres recién salidos de una ruptura. Cuántas dificultades para ser feliz del todo, pero una mujer que se precie siempre aspira a que la bendigan ante un altar cuajado de flores. Y el Norberto no tiene arreglo. Es como un barco sin timón, va donde lo lleve el viento. ¿Para qué le sirve su licenciatura si no se espabila? Se lo dije en cuanto me enteré: se ha publicado una nueva escala para la administración local. ¿Por qué no te presentas? Pero él nada, no quiere enterarse. Ni siquiera lo hace por mí, y mira que se lo estuve rogando día tras día. Al menos, complace a tu madre. Pero nada, erre que erre, prefiere perder su tiempo detrás de las guiris. Para practicar su alemán, dice. Habráse visto qué frescura. Se ha hecho con los temarios de notarías, de judicatura, registro de la propiedad, abogados del Estado y de fiscalía incluso. Total, será para impresionar. Si no se aclara, nunca me casaré con él; mucho menos voy a ser la madre de sus hijos. Con todos los desastres que veo, ni criaré a los tres niños ni llegaré a quedarme embarazada, adoptaré un tití y le reiré las gracias.

            (Del libro de relatos ¡Mamá, yo quiero un piercing!)

jueves, 2 de agosto de 2012

Nueva York, verano

Desde el avión, parece una maqueta. La ciudad es así: la hemos visto tantas veces en el cine que semeja un decorado. En el JFK a unos cuantos nos retienen los de Inmigración, se les nota quisquillosos pero a la media hora nos dejan en paz. Tras el 11-S EEUU sabe que el enemigo puede estar cerca. El atardecer de un sábado del verano nos ve llegar al Milford, un hotel viejo, incómodo y caro porque está en la 8ª esquina con la 45. Días con altas temperaturas y mucha humedad, buenos para pasear.
Lo latino circula por todas partes, no paras de oír hablar español en ningún momento. En estos días suben y bajan las bolsas y se tiene la impresión de que este capitalismo sin freno, sin regulación, no puede seguir subsistiendo. ¿Todo esto es una simple corrección, un ligero cambio de rumbo que el enfermo necesita para amanecer más lozano dentro de un par de años? La crisis aparte, Nueva York es una de las ciudades más fascinantes, de hecho sigue siendo la capital cultural y económica. La ciudad que nos interesa es la del Metropolitan y el MOMA, el Central Park, la Quinta Avenida, el jazz y el blues, la Estatua de la Libertad y la Ellis Island, fantástica rehabilitación del edificio por donde entraron millones de inmigrantes de toda Europa. Ellis Island recuerda a Auschwitz, con baúles y maletas dándote la bienvenida, pero sabes bien que aquí nació la esperanza y en Polonia los restos de los ajusticiados te ponen los pelos de punta.
El mundo es ancho y ajeno, dijo Ciro Alegría. EEUU es un país lleno de contradicciones; fundado por puritanos británicos, florecen los fanatismos religiosos, se mantiene el intervencionismo. Pese a que han tenido la desgracia de padecer a Bush, ahora con Obama siguen siendo los primeros en capacidad de investigación y en innovación, y todavía vemos algún joven enarbolando una guitarra para interpretar Blowin’ in the wind en Times Square. Llegamos al país en plena orgía preelectoral, pronto todas las televisiones repitirán hasta la saciedad los debates de los candidatos, entrarán llamadas que opinan sobre esto y aquello, se publicarán encuestas pues este noviembre Obama y Ronnie se la jugarán. Manhattan, esa isla que tanto ama Woody Allen, conserva el pavor del 11-S. Obama no ha sido capaz de imponerse a las grandes fuerzas del capital, la crisis de Europa afecta al dólar y 

miércoles, 1 de agosto de 2012

Del más allá y del más acá


En las cenas con amigos siempre tenía que aprovechar algún tema banal de conversación. Debía poner especial cuidado, porque ya dicen los ingleses que de religión y de política nunca se ha de hablar en la mesa. Por eso, procuraba no herir susceptibilidades.
            Pero solía suceder que alguien sacaba el tema de la otra vida y las experiencias paranormales. Esa noche éramos once personas a la mesa, de las que tan sólo conocía a una: Eduardo, el dueño de la casa.
            -Trabajo en el Conservatorio, que como ustedes saben está construido sobre el cementerio del convento franciscano y suceden cosas extrañas –dijo Emilio-.
            -Tengo entendido que en el siglo XVI eran enterrados allí los genoveses que vivían en la ciudad –añadió Eduardo, muy puesto en temas de historia.
            -Creo que sí. Fue un convento importante, sus cultivos pioneros y sus acequias desde lo que fue el río Guiniguada. Pues bien: de noche, cuando nos quedamos ensayando partituras percibimos algo anómalo. Le ha sucedido también a algunos compañeros, ven presencias inauditas. Incluso se abren solas puertas blindadas que no puede mover una simple corriente de aire.
            -¿Hay guardián en el edificio? –preguntó Belén.
            -Hasta el guardián ha tenido ganas de salir pitando.
            Emilio lo fue explicando con mayor detalle. Dijo que alguien desordenaba las partituras, confundía a los otros músicos. Debía ser un espíritu juguetón, concluyó.
            -A mí estos temas me dan miedo –interrumpió Yanely, una dependienta de grandes almacenes.
            -Yo no creo en eso –advirtió Noelia, directora de una sucursal bancaria.
            Intentaron cambiar de tema. Pero Bety tenía curiosidad, una mujer desenfadada y sin prejuicios.
            -En realidad, hay muchas cosas que no conocemos. Incluso dicen que nuestro cerebro no trabaja al cien por cien. Desde la separación vivo con una perrita y a veces me doy cuenta de que se queda parada, atenta a algo que sólo ella ve. Ladra sin motivo, luego se asusta y viene para que yo la proteja.
            -Pues si me lo permiten, añadiré que una noche tres compañeros y yo decidimos hacer algunas experiencias –Emilio volvía a la carga-. Por ver si en realidad hay algo en el edificio. No nos atrevimos a grabar sonidos pero sí nos pusimos a hacer fotografías.
            -¿Y qué sucedió? –Timoty, ATS de un hospital, era de los más curiosos.
            -¿Se cerró sola alguna puerta? –Bety se iba enganchando, casi sin querer.
            -No sólo eso, sino que por el techo de una sala se percibían con toda claridad pisadas.
            -¿No sería el viento?                                         
            -Era una planta baja. No podía ser el viento, porque la secuencia de sonidos sería intermitente y en cambio lo que percibíamos tenía una cadencia regular.
            -¿Y en las fotos se apreciaba algo? –preguntó Norberto, un funcionario público.
            -En la mayoría no aparece nada digno de mención. Pero en cuatro o cinco sí vimos algo raro, un conjunto de bolitas pequeñas, transparentes. Y en una pared parecía dibujarse un rostro.
            -¿No serían los efectos del revelado?
            -No podía tratarse de eso, tomamos precauciones y contrastamos las fotos con expertos –Emilio estaba seguro de sus palabras.
            -No sigan, por favor. O si no esta noche no dormiré –dijo Yanely.
            Entonces pasamos al comedor. Abrimos un par de botellas de tinto de muy buen paladar, degustamos las distintas variedades de tortilla, los langostinos y los ibéricos. Bety había traído delicias de salmón que desaparecieron enseguida. La ensalada tenía de todo, incluso nueces, dátiles, trocitos de manzana y queso Roquefort. Era ya muy tarde, y dos parejas se retiraron alegando que tenían en casa una chica para cuidarles los niños.
            Al rato me quedé solo con el anfitrión: Eduardo, un excelente delineante. Charlamos, se me hacía tarde y me despedí. “Me voy a Tafira”, le dije. “Mañana tengo que madrugar para el aeropuerto.”
            Al bajar en el ascensor alguien rozó mi espalda. Con unos dedos suaves, dulces, tiernos.
            No grité.
            -Tengo miedo, no me dejes solo –masculló.
            -Está bien –le dije-. Subamos.
            Cuando pronuncié esa frase debió quedarse tan sorprendido como yo mismo.

            (Del libro de relatos Los dioses palmeros, Cajacanarias)