Antonio Arroyo Silva/

En una de las entrevistas concedida por Gabriel García Márquez, relacionada con el reportaje y su técnica de aplicar el realismo mágico al lenguaje periodístico, éste nos dice lo siguiente: “La vida cotidiana en la América Latina nos demuestra que la realidad está llena de cosas extraordinarias […] Basta abrir los periódicos para saber que entre nosotros suceden cosas extraordinarias todos los días. Conozco gente inculta que leyó ‘Cien años de soledad’ con mucho placer y con mucho cuidado, pero sin sorpresa alguna, pues al final no les contó nada que no se parezca a la vida que ellos viven”.

El caso es que la imaginación popular de Hispanoamérica mueve montañas y crea mitos. De ahí que Gabo dijera que su obra cumbre fuera leída con naturalidad, incluso por gente inculta. Es decir, lo ve como una característica del ser hispanoamericano, concretamente de Colombia.
No quiero decir con esto que ‘Santo Vituperio’, del narrador boliviano Homero Carvalho Oliva, responda exactamente a las fórmulas del boom de la narrativa hispanoamericana, pues junto a esa imaginación popular, la alternancia de voces narrativas, etcétera, nos encontramos con otros ingredientes que son propios del autor. Muchas vueltas ha dado la escritura desde estas declaraciones.

Vayamos a las declaraciones de un narrador de esta orilla, casi coetáneo de Homero. En una entrevista concedida al Diario de Avisos por el periodista y novelista Juan Cruz Ruiz se le pregunta si la memoria tiene más de mentirosa o de reconstructora permanente del pasado. A lo que el novelista canario responde que es bueno que exista la memoria para escribir ficción, aunque lo realmente fundamental es contar con la libertad para manejarla como nos dé la gana. Quien se pone a escribir una novela solo debería tener la obligación de ajustarse a una regla: no existen reglas. Mentira, ficción, imaginaciones hermanadas. Y, por supuesto, también la visión que se expresa con los dialectalismos locales que, hemos comprobado, enriquecen la literatura escrita en español.

Y justamente nuestro novelista boliviano Homero Carvalho Oliva, aparte de lo ya dicho, juega con la idea de memoria y mentira en ‘Santo Vituperio’. O más bien su personaje principal, Julián Paz, quien, a partir de una historia cotidiana, es capaz de transformar la conciencia de toda la ciudad inventada de San Lorenzo, que podría ser identificada por las descripciones con Santa Cruz de la Sierra, la ciudad natal de Homero Carvalho.

Una novela coral
Ante el terrible asesinato de una prostituta llamada Inés de las Muñecas, Julián, periodista y escritor, que frecuenta los cafés de la ciudad de San Lorenzo, no solo por gusto sino porque está escribiendo un reportaje sobre lo que acontece en esos establecimientos y sobre las virtudes y características de la bebida, decide hacer un experimento para comprobar ciertas lecturas sobre el comportamiento de los marginados social y económicamente. Junto al reguero de sangre que queda en la esquina donde la desafortunada Inés fue asesinada, tras el levantamiento del cadáver, Julián decide poner una vela cada noche y difundir el rumor de que Inés, la prostituta santa, hace milagros a quienes creen en ella. El efecto es tal que hace que estos milagros sucedan, según cuentan los personajes a lo largo del libro.

Es una novela coral en donde los personajes principales y secundarios hacen de narradores y aportan su punto de vista sobre el asesinato, los posibles orígenes de la víctima y los pormenores en cuanto a su posible canonización. Incluso tenemos la versión de la propia Inés que nos cuenta su historia de antes de ser asesinada. Muchas veces se trata de noticias contradictorias; pero hay un, digamos, narrador invisible que nos hace ir atando cabos a los lectores y esto habla mucho de la gran maestría de Carvalho. Hay que destacar el papel de los intelectuales que se agrupan en torno a las tertulias de los cafés, que en su mayoría representan a una clase media liberal, con sus contradicciones y aciertos. También es importante destacar las noticias de los periódicos, pues cuentan acontecimientos (que nos sitúan en un momento histórico) de la región y también proporcionan un punto de vista, a mi entender, acorde a las palabras reseñadas de García Márquez al principio de este escrito.

Por otro lado, está el papel de la Iglesia Católica que, a través del sacerdote Pedro María Almanza, al que le asignan la tarea de entrevistar a muchos testigos (ahí los puntos de vista narrativos de los que hablaba), la mayoría de las clases bajas y devotos de la santa de la calle. Con ello, por encargo de sus superiores, intenta desvelar la mentira de los milagros de Inés. La intención del clero local es ganarse a las congregaciones católicas y tradicionalistas de San Lorenzo. Pero cuando el padre Pedro creía haber desvelado los secretos de Inés de las Muñecas, sucede algo inesperado en la conciencia del sacerdote. Sin embargo, el principal protagonista es toda la ciudad de San Lorenzo, de ahí el carácter coral o polifónico de la novela.

Santo Vituperio es una novela muy densa, a pesar de ser corta. También sabe apropiarse del silencio, música y poesía. Tiene un ritmo vertiginoso, escenas cuadros y tono cinematográficos. No me extraña que quiera llevarse al cine. Su primera edición data del 2003 y ahora, con esta edición digital de Narrativa Iberoamericana de la Editora BGR, ya van 10, lo que da cuenta del éxito que tuvo entre los lectores. Sobre todo, por la actualidad que representa la obra, pues enlaza el realismo mágico y la crónica periodística de García Márquez con la novela de género negro. Claro, un realismo mágico solo basado en las consecuencias del hambre y el abandono de las clases más bajas y el subsiguiente empeño en creer en cuestiones más allá de lo predicado por la Iglesia Católica. Esas creencias que dan esperanza, aunque estén basadas en la mentira.

La terminología
En cuanto al léxico, sin exagerar, se utilizan términos de Bolivia, como ‘choca’, ‘macanuda’, “cunumi”, pero sin caer en un localismo folklórico. El lenguaje connotativo aparece, en clave de humor, por medio de la ironía y el sarcasmo que, dicho sea, es parte del habla y la idiosincrasia popular, lo cual le da mucha verosimilitud al conjunto. Así, una ironía puede recibirse como un cambio de perspectivas o una frase que revela cosas ocultas en lo dicho; mientras que el sarcasmo suele recibirse como un comentario más destructivo, malintencionado, que al ser descubierto suele generar malestar en el otro. Dicho de otro modo: si no arremete contra nadie, no es sarcasmo.

A veces, la ironía aparece en la parodia popular de los ritos de santos, al querer encumbrar a una prostituta a los altares. De esa manera, al imitar unos rituales que a los marginados sociales de nada les ha servido, el lado contrario (la iglesia oficial) se toma esos hechos como una burda parodia y un sarcasmo, pues compromete sus principios tradicionalistas. Por supuesto, todos los estratos sociales utilizan estos procedimientos según el contexto: los intelectuales de los cafés, los propios sacerdotes, las representantes de las cofradías católicas. Parece ser que es una manera del habla de San Lorenzo, aunque no exclusiva. También ocurre en Canarias, sobre todo en la Isla de La Palma que, a pesar de ser devastada por un volcán, los isleños no pierden el sentido del humor. Es universal de todos los pueblos marginados. Duke Ellington decía que, a pesar de todos los sufrimientos de los negros norteamericanos, el cantante de jazz debía sonreír hasta el punto de mostrar su dentadura.

Y teeth of jazz (también mucho de jazz) tiene Santo Vituperio, esa censura o desaprobación que cierto sector de la sociedad siente por una prostituta que el pueblo considera santa. Toda paradoja hace más real los hechos. Y Santo Vituperio es la gran paradoja del pueblo boliviano. De ahí el éxito de esta gran novela. Como diría Gabriel García Márquez, la gente se siente identificada y lee con total naturalidad.
Gáldar, Islas Canarias.
15 de junio de 2022.