lunes, 19 de abril de 2021

Luis Arencibia y el Neptuno de Melenara


Conocimos a Luis Arencibia, el escultor recién desaparecido, a través de Antonio González Padrón, el inquieto cronista. Luego pusimos en contacto a Arencibia con los artistas que acudían con frecuencia a la entonces sede de la Casa de Canaria, en Jovellanos, 5, justo enfrente del Teatro de la Zarzuela.  En aquellos años 2000-2005 la Casa de Canarias fue un foco de exposiciones y encuentros. Arencibia era  entusiasta, y a través de sus contactos el también escultor Máximo Riol pudo alzar sus monumentales Meninas en una rotonda de Leganés. Arencibia es el autor de obras en su municipio natal y en la ciudad de su ciudad de residencia, así como de un importante retablo en la iglesia de San Agustín de la capital grancanaria. Era un hombre de temperamento moderado que escondía una gran vitalidad creativa. Ideó museos de escultura al aire libre, fue generoso y solidario, uno de los creadores más originales del arte canario entre dos siglos.

 El Neptuno de Melenara trae una bocanada de aire fresco y en nuestro país es una de las escasas esculturas monumentales integradas en la naturaleza. Un Neptuno a un mismo tiempo bienhechor y atemorizante, fiero y manso, vigilante y juguetón. Este dios latino es también un homenaje al mar, con una mano sostiene el tridente y con la otra invita a entrar en las aguas. Es rotundo y vigoroso durante el día, y de noche cobra un halo misterioso y casi espectral cuando es iluminado. El Neptuno de Melenara es uno de los iconos de la ciudad de Telde, y a él le dedicamos un libro que fue editado por al ayuntamiento de la ciudad en 2007. Antes de su instalación los marinos y los residentes del barrio mostraban cierta desconfianza respecto a su viabilidad; dudaban abiertamente de su solidez frente a los temporales. Los temores quedaron despejados, aunque necesitó reparaciones más de una vez.

 Los residentes de la zona se refieren al curioso efecto de sus ojos huecos cuando brillan en la oscuridad de modo fantasmagórico. Desde el fondo de los tiempos los humanos siempre han necesitado la ayuda de criaturas poderosas, que les alumbren el camino, les ayuden a despejar el temor a la propia debilidad de su circunstancia temporal, y los guíen en sus tribulaciones amortiguándoles en lo posible el desasosiego de su inevitable camino hacia la muerte y las posibles vidas posteriores. Pues bien: para este litoral grancanario el dios mitológico es ya un ser favorecedor. Su tridente es un signo de valentía y resolución ante la adversidad.

 En definitiva, cuando alguien consigue una obra que agita las aguas cotidianas de la pereza y la costumbre, que rompe la línea del horizonte, que sorprende y en cierto modo escandaliza pero acaba siendo asumida por el pueblo, nos hallamos ante un artista eficaz. Esto es lo que sucede con el Neptuno de la playa: en el poco tiempo de su azarosa vida originó un impacto de sorpresa, casi escandalizó a las mentes rutinarias, a las que cualquier novedad produce convulsiones. Pero enseguida ha sido asumido por todos; lo que comenzó siendo un icono particular de la zona ha acabado siendo una de las imágenes representativas del municipio, y está llamada a ser una de las postales más poderosas de la isla. Tal es su poder de convocatoria y su capacidad de sugerencia que ya nadie será capaz de arrancarlo de su pedestal, ni el más estruendoso de los huracanes, ni el oleaje más ansioso. Pues una y otra vez regresará, volverá a posarse sobre las olas y a engrandecerse sobre ellas.

 Hasta tal punto ha echado raíces que es casi un faro en el horizonte.

viernes, 16 de abril de 2021

Poemas de Olga Rivero Jordán (Falleció en Tenerife, 92 años)



TROMBÓN
      
Los blancos techos de los camellos cortan el viento trenzado de cristales y lloran aserrín por el chubasco de resacas. En el corazón la luna corre hasta el oasis de la música con su reseca garganta de espejismos. Un saxo va derritiéndose en la arena rubia de las rutas, por la sedienta lucidez del brillante cachemir del ocaso que relame las pezuñas del anacrónico pellejo con el bucio de su boca virado en su espalda. Habla la majestuosa montaña de baterías adornada con rizos de una puesta de sol. Emite sonidos que aniquilan a Lucifer con percusiones de invisibles dedos en las brujas escarchas de su  redonda barriga. Acolchadas prendas con ladrillos vendados se ruborizan en temblores y su sangre está a punto de abrazar a estómagos que vomitan la ira del triunfo en el alocado aleteo del trombón de Harlem.
      
      
INDIANOS
      
Mi madre era yo, y yo era mi madre que me seguía por un descampado. El desprendimiento no era fácil: ella me había traído sin consentimiento y a una hora inadecuada. Esperemos que este evento no haya sido pernicioso para mi dilatada vida. A fin de cuentas, sería como una noria arañada de eólicos gruñidos y sus diademas enjaretadas a la pamela que antaño coronara la blanca cabeza de mi antecesora, con espinas y ese brillor que enaltece la faz de la tranquilidad y el equilibrio como soberbia. Pero apenas la vida le dio el sacramento como recompensa a su virtuosísima imagen tallada de mármol sanguinolento: la diosa de diez hijos, mitad morenos, mitad estremecedoramente blancos.

Los gatos morunos se parecían a mi angosto padre. Alto como un pino joven, con una raya en el centro de su pensamiento, redonda luz que sobresalía de su leontina plateada y de un chaleco que ajustaba  todo su cuerpo esmaltado de finura, tanta como finos eran sus labios moldeados por una suave sonrisa con monedas traídas por su abuelo y sus tíos solteros de Indias. Así abotonó la tierra junto con su Nash verde botella.
 

Las pinturas se borran
y mis trajes están descosidos
por eso te vuelvo a decir
que debajo de mí estoy empapada
de hilachas de hinojo.
No desees mi cuerpo
hecho de cajas de cerillas
es tan flexible como las nubes
y tan profundo como el mundo.


Teniéndote tan cerca
supe cómo te perdí.
Al doblar la esquina
los dorados resquemores
se fugaron entre la ventisca
e inertes pensamientos
juegan a matarse.


Siete musas
cantan
en un triángulo
pero al visillo
lo bambolea el aire.


Un vaso azul
reposa
sobre mi sueño
osado
me despierta.
No hay nada
ante la verdad
del mar.


DESPRENDIDA EN TUS BRAZOS


Con la tierra me basta
un día dejé de andar 
con zapatos altos
y sin etiquetas
sellaron mi bata de percal
así caminaré por sitios pardos
donde la noche acostada espera
ciega muda y sin brazos.


RONRONEO


Hay vigas en el vientre del cielo
con aserrín 
en los fugaces ojos del viento
después se precipitarán las salamandras
sobre el panal salobre
de algún paquidermo tuerto.
Así se deslizan antorchas
en las patas del silencio
rompen su huída las ranas
de una raza tímida
como final del ronroneo 
de su cerebro de estrellas.


BUITRE POR SU TRANSPARENCIA


Como un paraguas abrelatas 
del tiempo bastardo de otoños
hay un goterón 
en la mejilla de la tierra
esperado puñal
en el malvasía de tus ojos
moteados de viento.
El cardonal de tu cuerpo
tornea capitulaciones
al giro de mi cuello
abrazado a la fiebre
de este pan dulce
manjar amarrado
a la espiga que dobla el alma
con jugo de humo y labios
cuatro sinuosidades 
por los parámetros del moho.
Destila sangre
como el mordisco que buscamos
del mareado corazón
del mar de las minervas
como puñado 
de puñales
servidos al jerez.

(Tomado de     actaliteraria.blogspot.com)

domingo, 11 de abril de 2021

Justo Jorge Padrón, el poeta angustiado, el poeta de la luz



La tarde del domingo trajo el clarinazo: ha muerto el amigo Justo Jorge Padrón, una de tantas víctimas de la maldita pandemia. Murió a los 77 años en una cama de hospital, en esos días en que las vacunaciones se estaban extendiendo, con la meta puesta en lograr la mayor inmunidad posible. Muere un poeta neorromántico y existencial, cuando todavía habría podido seguir haciendo una poesía vibrante, musical, intensa. Un hombre que dejó su carrera de abogacía, que abandonó su temprana vocación por el deporte, para dedicarse solo a la creación, a la traducción de poetas nórdicos, a la elaboración de una obra compacta que tuvo muchos reconocimientos e innumerables versiones en treinta idiomas. Compartimos amistad y encuentros, primero en Gran Canaria, más tarde en nuestro chalet de Torrelodones, Madrid, también en su piso de la capital, cerca de la Plaza de Castilla, como luego en nuestra casa de El Sardo, en las afueras de la ciudad de Las Palmas, en la vieja carretera de San Lorenzo. Venía con Kleo, su segunda mujer, y con su hija, que siempre quería hacerse fotos con el canario que teníamos junto al pequeño jardín. Compartíamos la dedicación a la literatura, la obsesión por hacer la mejor obra posible. Se ponía sentimental, me decía que le gustaría volver a Gran Canaria para pasar sus últimos años en este clima, en este mar, en este sol.

Hablar de Justo es hablar de muchos libros, pero sobre todo de Los círculos del infierno, su texto más importante. En el año 74, tras una crisis personal que seguramente le llevó a separarse de Mónica, su mujer sueca, se fue armando el libro en su peregrinar entre Suecia y Noruega. Rememorando a Dante, se lanza a hablar de la crisis humana, el conflicto de la autodestrucción del planeta, la propia extinción de la especie humana. El libro significó la consagración del autor, uno de los poetas españoles más traducidos, y más respaldados por innumerables premios y por la crítica. Como traductor y ensayista nos dio a conocer a muchos poetas nórdicos y realizó numerosas audiciones de su poesía ante miles de personas, particularmente en países de la Europa del Este y América Latina.

Su obra fue copiosa y obtuvo un reconocimiento importante a nivel internacional. No logró su sueño de entrar en la Real Academia Española, quizá porque a los canarios se les sigue negando el reconocimiento a su singularidad literaria, ese idioma mestizo que ni es continental mesetario ni continental americano sino que se disuelve en el Atlántico. Algo parecido le sucedió a J.J. Armas Marcelo, quien también se quedó a las puertas. Pero con Justo estamos a presencia de una obra existencial, tocada por la amargura y el pesimismo, que recibió críticas de figuras mundiales de la literatura: Vargas Llosa, Borges, Sábato, Alvaro Mutis.

Tuvo varios registros. El registro del amor que huye, de la sombra del mar, de la finitud humana. Poesía de la existencia, de la fragilidad humana: En el amanecer te desvaneces. / Sólo queda tu sombra entre mis manos / una presencia de aire, anhelo y sueño y risa…

Un poeta que sabía adquirir un tono profético y visionario. Un poeta de la profunda soledad y el desengaño de los humanos. Lo expresó muchas veces en sus versos: Cansado, muy cansado / de ir envejeciendo, / de ser sólo yo mismo, / de vivir en la espalda de los sueños, / de ver cómo mueren / la vida y el amor. Pero la angustia nos dejaba ver la claridad al otro lado del túnel, esa esperanza casi inaccesible en otros mundos. Esa poesía suya que también fue luminosa y pletórica, llena de amor y de fe.

jueves, 8 de abril de 2021

María Victoria Hernández debe ser Hija Predilecta de La Palma


María Victoria Hernández ha desarrollado una labor muy importante en cuanto a la divulgación del arte, la historia, las fiestas, las tradiciones, la etnografía, la singularidad de su isla natal. Licenciada en Derecho, estudió en Madrid y tuvo ocasión de mantener estrecho contacto con José Pérez Vidal, uno de los mayores talentos de La Palma en el siglo XX. La vocación de María Victoria por difundir la pequeña y gran historia de la isla se ha visibilizado en numerosas publicaciones, en su papel como miembro de la Junta de Cronistas de Canarias, en su labor como activa corresponsal de la agencia Efe, como directora que fue de emisoras de radio. Es evidente su relevancia no solo como la autora de libros importantes sino también como una activa colaboradora de los medios de comunicación, tanto impresos como digitales. Una labor que no ha cesado en ningún momento; al contrario, parece multiplicarse de año en año. María Victoria es una mujer luchadora y, cosa sorprendente, en internet solo hay menciones parciales de su ingente labor. No figura por ejemplo en Wikipedia, cosa lamentable, puesto que posee un perfil que la hace más que acreedora de tal circunstancia.

Cuando en el año 2010 el Cabildo Insular de La Palma nos entregó la distinción de Hijo Predilecto de La Palma, acto celebrado en el Teatro Circo de Marte, dijimos que existe una importante relación de personas que merecen ese mismo honor. Citábamos a María Victoria a Anelio Rodríguez Concepción, al dramaturgo Antonio Tabares y otras figuras de las letras, las artes y la investigación, a las que ojalá más temprano que tarde la corporación insular entregue tal nombramiento por la proyección que han realizado de La Palma.

Es de esperar que el presidente del Cabildo, el llanense Mariano Hernández Zapata, impulse la creación del expediente oportuno para que, juntamente con los grupos políticos que conforman la corporación, llegue a buen fin el nombramiento.

Cuando falleció mi padre, el agente judicial Anastasio León Capote, no tuve duda alguna de que el voluminoso diario que escribió durante décadas con los acontecimientos de su pueblo y de la isla debía ser para María Victoria, porque ella aprovecharía su contenido. Y así ha sido, con su integridad y su humanismo siempre ha mencionado el nombre de mi padre cuando ha utilizado alguna de sus muchas anotaciones de la pequeña historia local. A través de ella supe recientemente que mi padre fue uno de los dirigentes de la UGT llanense, y supongo que si libró su vida cuando la guerra civil se debió al hecho de que era muy socialista pero también era muy católico, a través de la parroquia de Los Remedios debió venirle su protección.

María Victoria fue heredera de la labor de don Pedro Hernández y Hernández, el cronista y poeta llanense, un enamorado de su tierra chica. Sucedió a don Pedro en el cargo de cronista oficial de la ciudad cuando falleció, en noviembre de 2001, pero desde mucho antes ya colaboraba activamente, ya que don Pedro estuvo encamado mucho tiempo antes de fallecer. Don Pedro fue un amigo y un protector nuestro, igual que el periodista Domingo Acosta Pérez. Viki siempre estuvo ahí, disponible para divulgar la fiesta de Moros y Cristianos de Barlovento, el auto de Reyes de Garafía, la Bajada de las Nieves, el Diablo de Tijarafe, el desfile de los Caballos Fufos en Tazacorte, etcétera. Siempre estuvo para escribir sobre los laureles centenarios de la plaza, o sobre el fotógrafo Manuel Rodríguez Quintero, o sobre la leyenda-realidad del Alma de Tacande de El Paso. Ha sido la mejor cronista de toda la isla, una enamorada de la isla integral, a la que podemos ver con su cámara de fotos en todos los pueblos y caseríos cuando celebran algo. Una mujer generosa, un orgullo no solo para su ciudad natal de Aridane sino para toda San Miguel de La Palma.

viernes, 2 de abril de 2021

2 poemas de Aida González Rossi (Tenerife, 1995)

    


si yo hubiera elegido

 

el poema es mi cuerpo

esto es poesía

Blanca Varela

 

si yo hubiera elegido sentirme así… si me hubieran preguntado oye cuerpecito tú quieres incendios forestales helicópteros catástrofes… tortugas que vuelan bombillas encendidas lámparas llenas de polvo pasar la lengua… tú quieres hoyos cascadas un gato en la garganta las uñas de un gato negro en la garganta… si lo hubiera elegido si lo hubiera moldeado y si hubiera pellizcado y si hubiera hecho las aristas con mis manos las aristas… si mis manos las mías una foto darle al clic derrumbar el edificio pisar todos los escombros… uno a uno todos los escombros… oye cuerpecito tú quieres rapidez… luces como bombonas besar los libros tener el tacto de los libros en los labios… labios hinchados labios pájaros colillas de tres o cuatro noches… plantas… si hubiera elegido si hubiera pintado si mi piel arañada por mis dedos trazada por mis dedos marcada por mis dedos… si yo hubiera elegido sentirme así… yo derretirme yo… pero oye cuerpecito esto sale de las huertas… y del piche… y de los azulejos… el suelo no me aguanta el suelo es un barranco en el fondo del barranco el agua en la caída todo esto uno a uno los escombros yo… sube es hiedra se agarra a los nudillos y a los hombros y a los muslos se aprieta en los muslos oye… si hubiera elegido pero dentro… y crujiendo… y derretirme… si yo hubiera elegido sentirme así sentarme así roer mis huesos llover tanto rato siempre… pero oye cuerpecito… oye…

  

y aun así deseo

 

dos litros de agua correr hasta la ducha nombrar el glaciar de mi voz. comer lo mismo tres días seguidos es decir comer tres días seguidos y querer del viento el vello. querer del viento el vello y salir de noche y salir de noche a mirar a las muchachas a los ojos (unos ojos no del

todo verdes como las hojas secas de las parras). arrancar las parras y llorar por las parras y querer de la naturaleza una ofensiva. los dedos de la tierra o los dedos de una fábula o mis dedos la humedad dos litros (se queda en los labios es una gota de miel). visitar la calle no

elegir la ropa y morir de frío pero colocar la boca en las alcantarillas aspirar el vapor la sangre de quienes viven    aquí    de la naturaleza una mirada. mirar

 

un hombro recortado en la ventana de la tarde o besar un diafragma en la ventana de la tarde mentirle a la ventana de la tarde no saldremos de aquí con vida. en el último momento escucharte. cerrar los ojos lo oscuro es tu cabeza los destellos los fuegos artificiales son la sima que te nombra. y nombrarte y nombrarte y nombrarte. nombrarte no encontrar pero recoger el pelo con el pelo la ciudad con la ciudad a mí (estrellas del cabello: la vida es más fácil si las saco). chocolate flores hinchazones    un portal recién fregado en el que marcas tus huellas hasta mi puerta dos litros de agua correr    hasta mí. esquivar la palabra sexo jugar a los obstáculos pero sí también el río en el que hay un pez en el que el pez busca aros en las rocas me oyes lo entiendes? o algo mucho más profundo o algo que esté más allá de los cercos

 

de los dedos en la arena nombrar el glaciar del verano. nombrar la ofensiva de la naturaleza las estrías (me marca el tiempo. soy un reloj sin agujas) y el brillo de los ojos: brillar en los ojos como las farolas o algo más sí siempre algo más hallar en la vida siempre algo más. y nombrarlo. hacer un escondite en el que no quepa nadie o amar un cuerpo o dos o tres o cinco. conocer un cuerpo. conocer las marcas secretas del cuerpo (mira esta cicatriz la conseguí en el muelle qué tenía en la cabeza). comprender el cuerpo. ordenar el mensaje. y nombrarlo. y aun así

 

deseo.

 

y aun así deseo. por ello hablaré hasta arder como un gato torturado como un gato

 

torturado.

jueves, 1 de abril de 2021

2 poemas de Elena Madel

 


BELLUM JEANS

Hoy, por fin, descubro que tengo buena suerte.

Que cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Que mi estómago ha aprendido del mito de Narciso
y ya silencia él sólo su grito desgarrado:
la desgracia de la hermosura ansío para mí.
Que mis dedos escarban y consiguen rescatar lo inútil,
o lo útil que yo sé -o creo- que no sirve.

Por merecer la más bella envoltura rezo cada noche.

Por ser la vencedora en la batalla diaria de Zara:
la guerra de los pantalones vaqueros más estrechos,
de colores, con dibujos, los de marca, los más caros,
porque cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Por liderar el ranking de los cuerpos más apetecibles,
más llamativos, por una cosa u otra, a la cabeza
de las sedas varoniles, los mentones perfectos,
el vello hermoso enmarcando sus labios.

Aunque no sea alta ni melancólica ni mis manos expertas.
Insignificante, sonriente e ingenua como soy
acumulo mandatos de porcelana en el cubo de basura.
Y cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.

Magnífica estrella la mía. Hoy, por lo menos,
después de la austeridad de ya no hay llave,
tan sólo me duele la habitación número trece.

Y es un lujo morir habiendo prescindido del desayuno

MI PRIMER BIKINI

Sólo yo sé cuándo sobrevivimos.

Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa
mujeres con rostro de epitafio.
Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.

Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.

Hoy guardo las canicas, como un apagado
tesoro, en los huecos de otras espaldas.

Pinto también en la terraza de enfrente
un jardín de lápidas cálidas y hermosas.
Trazo -como una medusa de bronce-
un paraíso de cadenas hendiendo en mantillo
el valle diminuto que proclama que es frágil
y sin embargo, dirás tú, sobrevive.