viernes, 16 de abril de 2021

Poemas de Olga Rivero Jordán (Falleció en Tenerife, 92 años)



TROMBÓN
      
Los blancos techos de los camellos cortan el viento trenzado de cristales y lloran aserrín por el chubasco de resacas. En el corazón la luna corre hasta el oasis de la música con su reseca garganta de espejismos. Un saxo va derritiéndose en la arena rubia de las rutas, por la sedienta lucidez del brillante cachemir del ocaso que relame las pezuñas del anacrónico pellejo con el bucio de su boca virado en su espalda. Habla la majestuosa montaña de baterías adornada con rizos de una puesta de sol. Emite sonidos que aniquilan a Lucifer con percusiones de invisibles dedos en las brujas escarchas de su  redonda barriga. Acolchadas prendas con ladrillos vendados se ruborizan en temblores y su sangre está a punto de abrazar a estómagos que vomitan la ira del triunfo en el alocado aleteo del trombón de Harlem.
      
      
INDIANOS
      
Mi madre era yo, y yo era mi madre que me seguía por un descampado. El desprendimiento no era fácil: ella me había traído sin consentimiento y a una hora inadecuada. Esperemos que este evento no haya sido pernicioso para mi dilatada vida. A fin de cuentas, sería como una noria arañada de eólicos gruñidos y sus diademas enjaretadas a la pamela que antaño coronara la blanca cabeza de mi antecesora, con espinas y ese brillor que enaltece la faz de la tranquilidad y el equilibrio como soberbia. Pero apenas la vida le dio el sacramento como recompensa a su virtuosísima imagen tallada de mármol sanguinolento: la diosa de diez hijos, mitad morenos, mitad estremecedoramente blancos.

Los gatos morunos se parecían a mi angosto padre. Alto como un pino joven, con una raya en el centro de su pensamiento, redonda luz que sobresalía de su leontina plateada y de un chaleco que ajustaba  todo su cuerpo esmaltado de finura, tanta como finos eran sus labios moldeados por una suave sonrisa con monedas traídas por su abuelo y sus tíos solteros de Indias. Así abotonó la tierra junto con su Nash verde botella.
 

Las pinturas se borran
y mis trajes están descosidos
por eso te vuelvo a decir
que debajo de mí estoy empapada
de hilachas de hinojo.
No desees mi cuerpo
hecho de cajas de cerillas
es tan flexible como las nubes
y tan profundo como el mundo.


Teniéndote tan cerca
supe cómo te perdí.
Al doblar la esquina
los dorados resquemores
se fugaron entre la ventisca
e inertes pensamientos
juegan a matarse.


Siete musas
cantan
en un triángulo
pero al visillo
lo bambolea el aire.


Un vaso azul
reposa
sobre mi sueño
osado
me despierta.
No hay nada
ante la verdad
del mar.


DESPRENDIDA EN TUS BRAZOS


Con la tierra me basta
un día dejé de andar 
con zapatos altos
y sin etiquetas
sellaron mi bata de percal
así caminaré por sitios pardos
donde la noche acostada espera
ciega muda y sin brazos.


RONRONEO


Hay vigas en el vientre del cielo
con aserrín 
en los fugaces ojos del viento
después se precipitarán las salamandras
sobre el panal salobre
de algún paquidermo tuerto.
Así se deslizan antorchas
en las patas del silencio
rompen su huída las ranas
de una raza tímida
como final del ronroneo 
de su cerebro de estrellas.


BUITRE POR SU TRANSPARENCIA


Como un paraguas abrelatas 
del tiempo bastardo de otoños
hay un goterón 
en la mejilla de la tierra
esperado puñal
en el malvasía de tus ojos
moteados de viento.
El cardonal de tu cuerpo
tornea capitulaciones
al giro de mi cuello
abrazado a la fiebre
de este pan dulce
manjar amarrado
a la espiga que dobla el alma
con jugo de humo y labios
cuatro sinuosidades 
por los parámetros del moho.
Destila sangre
como el mordisco que buscamos
del mareado corazón
del mar de las minervas
como puñado 
de puñales
servidos al jerez.

(Tomado de     actaliteraria.blogspot.com)

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