lunes, 31 de agosto de 2015

Si Evita viviera (ante las elecciones en Argentina)

Eduardo Sanguinetti, filósofo (Mar del Plata)
 
El irresponsable y degradante comentario del candidato oficialista, Daniel Scioli, intentando torpemente (su habitual estilo), minimizar un acto de barbarie evidente, silenciar la represión que sufrieron, los ciudadanos tucumanos el 24 de agosto de 2015, en la Plaza Independencia, declarando su indignación, ante un presunto fraude en las elecciones celebradas dicho día, en Tucumán, deja en claro la nula vocación democrática del candidato y del gobierno que representa.
“Si Evita viviera”, frase que según pasaron los años, se sigue escribiendo en muros y paredes de las más diversas regiones de Argentina, una frase que proyectada en “acto de vida”, de esta mujer-personaje, que supera, su mera relación con los hechos históricos, taparía la boca del motonauta y lo llamaría a reflexionar, acerca de renunciar a su candidatura a presidente de la Argentina… sin dudarlo lo haría extensivo a los “otros” candidatos, los del discurso homónimo, ¿o es que algo ha muerto?.
Candidatura, para que la cual no está capacitado, ni en bagaje de idoneidad-conocimiento-responsabilidad, ni en la sensibilidad, que lo haría sentir y pensar al pueblo, no como algo lejano e intangible, sino como la voz que clama, sin ser oída, ni tenida en cuenta… solo el imaginario popular, un relato casi imaginario, para este inocultable oportunista y funcional a los intereses, de vaya a saber quién… conforma el guión de un film que se está escribiendo, del cual somos actores y espectadores.
“Argentina, hoy llora”, por una historia perdida, en su carácter de ciencia objetiva, comprobable, para adquirir el carácter de discurso: un nuevo tipo de relato cercano a la escritura de ficciones, aplicable a las oportunistas informaciones del aparato de medios, que opera dibujando una realidad inversa.
Frente a la imposición del olvido y a la reconciliación amnésica del relato del poder, muchas de los mejores escritos de los últimos años, en Argentina, ejercieron una obstinada interrogación sobre la historia nacional y una polémica, en ciernes, cuando se silenciaba la voz de quienes clamaban con el relato histórico, no ficcionalizado: los memoriosos.
Juicios y parcialidades, víctimas a cada instante de sus repugnancias y fantasmas, a los que convocan, estos candidatos-actores-funcionarios, arriesgan a torcer la proa de una historia, la argentina, ya de por si degradada, en su ficcionalización, en “la sombra de una grotesca representación”, donde “ellos”, asumen roles de virtuosidad, simulada, deplorando toda señal de dar sitial de honor a la ética y la virtud.
Tendrán alguna idea, estos candidatos, que, el núcleo sustancial y esencial del“drama argentino”, es construir desde la educación una cultura de excelencia, desde la universidad, los colegios públicos y centros culturales, reflejados en un profesorado que garantice idoneidad, capacidad y rigurosidad, ante la emergencia del instante, a un estudiantado dinámico y con ánimos de sentar las bases de una política de autodeterminación y emancipación cultural.
¿Con qué finalidad nos presentan a estos candidatos, enviados del olimpo financiero? Deviene lo anterior en una cobarde y oportunista intolerancia frente a cualquier manifestación original, en todas las expresiones que conforman la cultura o del disentimiento crítico sustentable, con apoyo teórico idóneo que representa el “peligro” de una discusión seria al volver a poner en juego algunos valores, revolucionando, en giro de 180º, al estado de las cosas.
La revolución no es únicamente una transformación de las estructuras sociales, de las instituciones del régimen, cómo se proclama a diario por la maquinaria oficial propagandística del gobierno y del slogan “cambiemos”, del “otro” candidato; es además una profunda y radical transformación de los hombres, de su conciencia, costumbres, valores y hábitos, de sus relaciones sociales.
La base fundamental del Hombre Nuevo, meditada por el heroico “Che Guevara, es la educación. Es allí, donde se va a lograr el cambio de conciencia, ideológicamente hablando. De esta manera, se irá formando esa nueva generación, que crecerá, con un amor ferviente característico de un buen revolucionario; encontrando la fórmula para perpetuar en la vida cotidiana una actitud heroica-solidaria y fraterna…  Un frente “hasta la victoria siempre”, se logrará con genuinos revolucionarios, con muy definidos fines y precisos sentimientos; para así realizar un caudal de acciones y hechos concretos orientados hacia un solo objetivo, lograr modificar el estado de las cosas del sistema imperante, que ha convertido las revoluciones en un sueño, sin revolucionarios.

(Del diario República, Montevideo)


 
 

jueves, 27 de agosto de 2015

Crisis de fe


          Una isla es un territorio repleto de electricidad que viene desde abajo, que se sustancia hacia el aire. Así nos muestra la insignificancia de lo que somos en el enorme cosmos y nos aporta la potencia de sentirnos tan pegados a la tierra y ser viento, criaturas errantes con poca base. Tal vez por eso tengo pesadillas. Anoche se me apareció una mujer con la apariencia de un ángel custodio, similar a una estatua de mediados del XVI, en pleno esplendor del arte de Flandes, una talla de madera policromada que debió llegar por el comercio, las islas enviaban azúcar a Europa y a cambio venían tejidos, manufacturas, objetos artísticos. Lo cierto es que se trata de una imagen cuya conservación es bastante buena. La joven desciende del altar como una sombra y adquiere forma humana, siento su respiración, escucho el leve aleteo de sus pasos, su mirada es profunda, su perfume es de jazmín. Cuando era chico fui monaguillo, me gusta todavía el aroma del incienso y de las flores frescas, en especial las azucenas de la Dolorosa. Lo desempeñé solo un par de años, hasta que me entró la crisis de la fe y no quería repetir latinajos que no entendía. Lo bueno era gozar el vino dulce y los recortes de obleas sobrantes de las comuniones. Conviví con sacristanes y novenas, rezos del rosario y vía crucis penitenciales. Pero aquello no era lo mío. Al cura no le sentó bien que careciese de ganas para ir al seminario, la universidad de los pobres por entonces, la salida más coherente por la falta de medios de mi familia. Pero yo, erre que erre, me empeñé en llegar a la universidad por mis propios medios. Me gustaban las imágenes armoniosas, las tallas de Brabante eran mis preferidas: vírgenes agasajando al divino infante, los apóstoles con toda su gallardía. Pero el altar mayor, visto por detrás, era un decepcionante caparazón de madera hurgado por las termitas. En verano, transformadas en insectos voladores, revoloteaban en tropel. ¿Tienen razón los protestantes cuando afirman que no es bueno adorar objetos terrenales, ídolos que entrañan la superstición? No sé, estoy en un mar de dudas.

miércoles, 26 de agosto de 2015

50 grandes temas del jazz (vídeo)


https://www.youtube.com/watch?v=9f6V-QehbU4

No es exactamente la música del verano, no va con los superventas de los 40 principales, pero el jazz sigue teniendo un predicamento especial. Es música en movimiento, con libertad, con pasión. El jazz está considerado quizá como la más importante contribución a la música del siglo XX, de él surge el rock y buena parte de los estilos musicales contemporáneos.

La improvisación es uno de los elementos esenciales del jazz, se improvisa actuando sobre melodías, armonías y ritmos que son populares. Al improvisar se crean nuevas melodías, cada improvisación es personal, forma parte de la inspiración de cada intérprete.

El jazz permite la fusión, por eso existe el jazz latino, el que se “apodera” de elementos musicales brasileños, flamencos, etcétera. El jazz se caracteriza por la riqueza y la complejidad rítmica, es la música del mestizaje.

lunes, 24 de agosto de 2015

Para olvidar a Raquel (cuento)

Para olvidar a Raquel, Enrique Frutos decidió darle otro giro a su vida. Tenía que variar su forma de vestir, debía cambiar el coche y por supuesto olvidarse del pisito de alquiler donde ambos compartieron dos años de vida en común. Otra de las cosas que hizo fue tirar la alianza con la fecha en que se conocieron, y un día más tarde lanzó a un arroyo el reloj que ella le había obsequiado. Era de buena estampa, suizo legítimo, con su cronómetro y todo. Un tren cruzó a lo lejos como una exhalación cuando pensó que conservarlo le traería mal fario, le recordaría los momentos de dicha y desconcierto, así que de buena gana cambió a uno japonés, de cuarzo, digital. En su negra esfera, con implacable precisión marcaba los segundos, las décimas y centésimas. Pero le asustaba su maquinaria tan rigurosa como una guillotina en el instante exacto de zanjar una relación. Prefería mañanas en una playa de arenas negras, encuentros y desencuentros que habían ido configurando aquellos años, los asaderos en compañía de amigos comunes, la etapa de la universidad, la excitación ante el primer trabajo y la otra gente que también guiaba sus pasos por relojes como el suyo.

No tuvo otro remedio que ponerle una pila alcalina para que siguiera latiendo. Pero todo fue en vano: una extraña inercia hizo que de nuevo su esfera se quedase inmóvil.

Solo volvió a andar el día en que realmente la olvidó: fue al verla besándose con su mejor amigo de infancia, al doblar la esquina de una calle del Madrid de los Austrias, él entraba y ellos salían de una taberna de la Cava Baja. Con toda la hipocresía que fue capaz de atesorar se detuvo para saludarlos, con la mayor frialdad posible les preguntó por su vida y por sus planes, y trató de mostrarse indiferente cuando supo que justo hacía un mes que habían vuelto de su viaje de luna de miel a Bali.