Lo que Cézanne pretendía era lograr una síntesis de la representación meramente visual, naturalista, con la expresión personal y la búsqueda de un estilo propio. El pintor estaba interesado en representar la vida contemporánea, pintando el mundo tal como se le ofrecía ante sus ojos, sin preocuparse de idealizaciones. Luchó, pues, por desarrollar una observación del mundo visible, y así ordenaba estructuralmente todo lo que veía en formas simples y planos de color. Deseaba innovar pero también no apartarse de la composición clásica. Son célebres sus bodegones, sus retratos, sus escenas cotidianas. La intensidad de sus colores va unida al aparente rigor de la estructura compositiva. Logró sintetizar los elementos básicos de representación y expresividad de la pintura de un modo muy personal.
Expuso con los impresionistas en la primera exposición celebrada en el
estudio de Nadar, en 1874, y en la tercera de las muestras del grupo en 1877.
Las críticas que recibieron sus cuadros provocarían que decidiese no volver a
exponer en las siguientes convocatorias del grupo y que se alejase de los
circuitos artísticos para comenzar un camino personal. Paralelamente comenzó a alejarse
de la estética impresionista y a desarrollar un estilo propio. Durante toda su
vida residió entre París y el sur de Francia, hasta que en 1900 se recluyó
definitivamente en Aix-en-Provence, su ciudad natal. Fue casi toda su vida un pintor incomprendido, incluso fracasado, como Van Gogh y tantos otros. Sólo en los años finales de su vida volvió a exponer en la galería de Ambroise Vollard en 1895, en la que sería su primera muestra individual. A partir de ese momento su obra pudo ser vista en otras exposiciones y comenzó a ser valorada y a influir en los jóvenes fauvistas y en los futuros cubistas. Su exposición póstuma, celebrada en París en 1907, fue toda una revelación y desencadenó el comienzo del cubismo.

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