Los críticos de
cine –igual que los literarios o artísticos- suelen ser algo caprichosos. Casi a
toque de queda han arremetido contra la reciente versión de El Gran Gatsby, la
película recién estrenada con Leonardo di Caprio en el papel estelar. Cierto
que la película tiene una carpintería visual algo desmedida, cierto que ahora
todas las películas aprovechan al máximo las nuevas tecnologías digitales. Pero
la visión de la Nueva York de 1922 que nos da esta cinta a mí particularmente
me seduce, no tanto la interpretación del actor de moda, al que veo fuera de
situación.
El cine es impostura, simulacro, ilusión
óptica. Qué quieren que les diga: me sigue pareciendo que en la nueva versión
del texto de Scott Fitzgerald está el espíritu del creador. Otra cosa es que la
película se torne grandilocuente, barroca. ¿Qué ese recargamiento resulta
cursi, para los críticos de afilada pluma cinematográfica? No me importa ni
mucho ni poco, el cine –igual que la pintura o la novela– o bien despierta
admiración o por el contrario genera rechazo. A mí El Gran Gatsby me produce
entusiasmo, por algo esta novela es un texto de lectura obligatoria en la
enseñanza norteamericana. Que sí cuida la expresión literaria, que sí cuida la
creatividad, que sí enseña a amar los libros, que sí valora la gran tradición
literaria anglosajona.
El Monopol estaba casi lleno en sesión
nocturna, y eso ya es un milagro en la ciudad de Las Palmas. ¿Posmodernidad
rampante, sobrevaloración de lo kitsch ligeramente hortera, montaña rusa del
nuevo cine de parque de atracciones con fiestas, fuegos artificiales, palacios
descomunales, coches espectaculares, mujeres atractivas? A mí me parece que aquella
generación criada en el estricto disfrute del momento, aquella generación que
solo adoraba la música y el baile, el alcohol y la diversión, carecía de
valores porque tras el gran eclipse de la I Guerra Mundial adoraba la huida
hacia adelante, los placeres elementales. Pero ¿qué quieren? Para eso hubo una
generación, la llamada Generación Perdida, que lo bordó literariamente. Y,
desde este punto de vista, El Gran Gatsby es un perfecto ejemplo de
inmortalidad.
A mi la película me pareció fantástica. Me pareció que el director le da un aire de ensueño, de película musical, del jazz de la época. Sobre los actores siempre hay opiniones para todos los gustos.
ResponderEliminarAh, y el vestuario impecable.
blog-rosariovalcarcel.blogsot.com
Me encantó la novela, la leí cuando ya dejaba atrás la adolescencia. Ahora espero ver la película, cuando tenga tiempo y lugar.
ResponderEliminarNo es tiempo para opinar pues no he visto ni la película ni he leído las críticas, pero hay que ver de qué plumas vienen las críticas. En cuanto a Leonardo DiCaprio, no es de mi devoción, no se puede parar al lado de los muchos actores que ha dado el cine, sólo que está en la cresta de la fama, como en su época lo fue Tom Cruise, pero de buen actor nada.
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