jueves, 23 de mayo de 2013

"La Casa de los Picos", vista por Amadou Ndoye

En el TEA de Santa Cruz de Tenerife se celebra hoy, jueves 23, un homenaje a Amadou Ndoye con asistencia de Víctor Ramírez y otras personas que conocieron y valoraron a este gran defensor de la Generación de los 70 y de la narrativa canaria en su universidad de Dákar, Senegal. En un libro de ensayos editado por Baile del Sol en 2008, dejaba esta referencia a la novela “La Casa de los Picos”:

Por El  Hadj Amadou Ndoye
Luis León Barreto vive en el país de las palabras. Ha atravesado una porción del territorio en que están asentadas éstas ya ha vuelto con las obras valiosas. En una entrevista a un periódico, allá por los años 70 cuando publicó Memorial de A.D., dijo que el protagonista en la novela era «El Pueblo Canario». Igual podría decirse de  Las Espiritistas de Telde y de La casa de los picos. Barreto intuye que no se lee lo bastante en las islas, que falta familiaridad y que la propia historia literaria es una incógnita. Entre guiños y desafíos invita al lector a volver los ojos sobre la historia insular. Para ilustrar nuestros propósitos, leamos el «exordio» de La casa de los picos.
Encabeza la obra una especie de arenga como ha notado Francisco Quevedo García. Pero esta arenga es a la vez irónica y amarga. : se ha matado el 19 de septiembre de 1959 en Barranco Seco en la ciudad de Las Palmas a un hombre bueno, sencillo pero que ha vivido un calvario. Se ha tenido que esconder durante años para escapar de las guerras de Franco. Este hombre es Juan García Suárez. Varios planes se esbozaron por parte de varios patriotas canarios (secuestrar al verdugo que vino de Sevilla, por ejemplo), pero al final no pasó nada. Lo único que se hizo después del suplicio fue acompañar en silencio el cadáver al cementerio de Tafira. Barreto comprueba la «impotencia» de los suyos (como hubiera dicho Víctor Ramírez) y ello le arranca un rictus. Las palabras del narrador suenan como latigazos sobre la superficie del agua.
     «Hasta ahora ustedes sólo han sido unos niñatos y ahora tendrán que demostrar lo más difícil: que son hombres. Se acabaron las diversiones y las bromitas porque vamos a jugar con fuego dijo el Pesquisador. Lo habían ajusticiado al despuntar el día en el patio de la prisión porque pese a que montamos guardia por la noche nunca llegó el telegrama del indulto».
Salen a la superficie varios episodios de la historia reciente de Canarias. La página de los gabinetes laborales para apoyar a los trabajadores y sus luchas (Sagaseta, Cubillo, Carlos Suárez «El Látigo Negro» se ilustraron en el terreno), el nacimiento del S.O.C. (Sindicato Obrero Canario), la división del partido comunista en grupos distintos («Células escindidas», por ejemplo) aparece como burlas. Nada es lo que parece y nada parece lo que es. Barreto nos atrae en su rayuela y tenemos que jugar. ¡A ver si tenemos ojos avizores para no perdernos en el laberinto de las palabras!:
     «No eran momentos para la risa y la algarabía y por eso se hubo de consumar la definitiva escisión que hizo brotar la Iglesia Roja, y a medida que sus miembros emprendían actos con mayor riesgo, el presagio de la recién escindida fracción no dejaba de incrementarse, sus candidatos guardan las elecciones sindicales, se convertían en asiduos del Pesquisador y eran vigilados de cerca.»
Un Barreto retratista no impide adivinar a quien se esconde bajo sus pinceladas. Apostemos que aquí viene nombrado un poeta que escribió un texto famoso, lírico y emocionante, sobre «La maleta».
Un hombre hecho en el arte de barajar versos, mover piezas en un tablero y manejar los resortes de una organización clandestina en que dirigentes y militantes arriesgaban el pellejo. ¿No es Pedro Lezcano el que inspira a Barreto los renglones siguientes?:
     «Ya por entonces era famoso a causa de sus partidas de ajedrez, por sus versos clandestinos y defender causas perdidas, su ánimo no decaía pese a que Pájaro Pinto controlaba todos los resortes, el país agazapado por él dispuesto a enfrentar los obstáculos presentes y los que aún se presentaron: nunca sobrevivir de rodillas, siempre morir de pié».
Un Luis León Barreto loco por las palabras ha escrito una novela cuyos múltiples aspectos merecen análisis detenidos y miradas cruzadas.
    
(En A un tiro de piedra, El Hadj Amadou Ndoye, Ediciones Baile del Sol, Santa  Cruz de Tenerife, 2008.)

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