El
italiano Giorgio di Chirico (1888-1978), padre de la llamada “pintura
metafísica”, padecía frecuentes ataques de migraña, molestias abdominales y
síntomas visuales. Ejerce gran influencia sobre el movimiento surrealista, y
sus mejores obras están fechadas entre 1909 y 1914, el “periodo metafísico”:
imágenes que evocan ambientes sombríos, paisajes urbanos inspirados en ciudades
mediterráneas y luego estudios atiborrados de objetos, a veces habitados por
maniquíes.
En
su estancia en Alemania se impregnó de la filosofía de Nietzsche y
Schopenhauer. Las ciudades de Florencia y Turín le proporcionan gran
inspiración para sus obras, en las que predominan elementos arquitectónicos,
sombras y ausencia humana. Los referentes clásicos -esculturas, arcos, personajes
mitológicos grecolatinos- son utilizados frecuentemente en su obra. También
emplea con frecuencia la representación de otras obras dentro de la propia
obra, característica propia del surrealismo. De este modo crea en sus cuadros
un espacio extraño, atemporal, donde se sugiere calma y silencio.
De
Chirico vivió en París hasta su alistamiento en el ejército, 1915, durante la Primera Guerra Mundial. En
París se encontró con la amistad del escritor Guillaume Apollinaire, quien lo
presentó al grupo surrealista. El belga Tanguy escribió en 1922 que quedó tan
impresionado al contemplar una obra de De Chirico que decidió en convertirse en
artista, sin haber tocado todavía un pincel.
Artistas
que han reconocido la influencia de este pintor son Max Ernst, Salvador Dalí y
René Magritte. La ciencia médica estima que en su obra influyeron notablemente sus padecimientos físicos y psíquicos.
Cuando
abandonó el estilo metafísico para realizar obras con mayor realismo, su éxito
descendió. Publicó también una novela, en 1925, titulada Hebdómero, el Metafísico.
Ilustraciones:
La nostalgia del poeta, de 1914
Canción de amor (1914), está en el MOMA de Nueva York
Il giorno di festa, de 1914
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