miércoles, 3 de abril de 2013

El fútbol, terapia para países desgraciados


Hace ya mucho tiempo, un tal Karl Marx dijo que la religión era el opio del pueblo, obstaculizaba el avance social y el progreso de las ideas. Muchos años después, el fútbol es la religión casi universal que actúa como un bálsamo para países desgraciados: Brasil, Argentina y ahora España dormitan bajo los trofeos universales que han conseguido. En épocas de dictadura y de pobreza, los suramericanos han sido felices ganando trofeos. En época de una democracia corrupta y de una crisis económica galopante, los españoles se consuelan con el fútbol.
Cierto que el fútbol bien jugado puede ser un lenitivo para las masas. Las audiencias en TV son millonarias, y la final de la Copa del Mundo seguro que la ven hasta los talibanes de Afganistán.
España se ha empobrecido, España está arruinada. Pero mientras Messi y Cristiano Ronaldo sigan metiendo goles, las penas son mucho más pequeñas.
España está fatal pero mientras la Roja gane los partidos importantes, aunque empate o pierda los amistosos, la gente se sentirá muy feliz, muy realizada.
Cuando el equipo de nuestros amores sufre una derrota, el ánimo se conturba y se deprime. Lo dicen los psicólogos, y no les falta razón. Los lunes triunfales la gente se toma su cervecita o su cortado con más alegría.
El panorama está fatal, han inculpado hasta a la infanta Cristina, no se sabe si la monarquía que tenemos resistirá mucho tiempo, nadie sabe cuándo se van a ir Rubalcaba o Rajoy, pero ahora tenemos al triunfal Barça que casi es de todos los españoles. Al menos hasta que caiga la independencia de Catalunya, tenemos las genialidades de Messi, el talento pausado de Iniesta, la eficacia de Valdés. Y en la casa blanca disfrutan galopadas feroces de Cristiano Ronaldo, aunque siga en pena el pobre Casillas que es víctima de los celos que Mourinho le tiene a la selección española y a él como abanderado.
¡Menos mal que está el fútbol para no suicidarnos todavía!

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