Siempre de buen humor, a punto para cumplimentar las órdenes. Pues el
secreto está en cultivar los pensamientos positivos. Lo fundamental consiste en
retrasar los días críticos, y cuando éstos llegan continuar con nuestra vida
cotidiana, procurando eludir las situaciones de confusión. Relajarse al máximo
para el trabajo, ser energético y eficiente.
—Prepara la limusina, y al aeropuerto –era la orden, no hacía falta
que se la recordaran.
Tras una limpieza a fondo con
la aspiradora repasó los cromados y conectó la cafetera. Mucho ambientador por
los rincones: no consentiría ni el más mínimo rastro de nicotina, quién sabe si
podría ser motivo de despido.
Casualmente, le encantaba darse una vuelta por los bares desde donde
contemplar el devenir del mundo en aquellas pistas. Si fuera tarea más
sencilla, habría sido ayudante de piloto, su gran pasión, de la misma forma que
convertirse en guía turístico fue otra de sus vocaciones frustradas. Menos mal
que la vida da muchas oportunidades: ahora era conductor, guardaespaldas,
hombre para todo, y no le iba mal.
El vuelo de Nueva York llegaría a tiempo, pero con la conexión de
Barajas ya veremos. Ensimismado en sus pensamientos, la reconoció por la foto.
—Vaya titi impresionante, una yanki de pura sangre, no le faltan sino
el sombrero y camiseta con la banderita –eso pensó.
La sobrina de la mujer del jefe se propone estudiar un año de español,
pronto se hará cargo de supervisar Latinoamérica. No puedo escurrir el bulto,
así que la llevaré a su hotel, le mostraré el barrio de Santa Cruz y andaré al
quite en los primeros momentos. Typical spanish y olé. Ha venido con días de sobra para disfrutar, dice el
jefe que es de hierro, ni le afecta el cambio horario y se pondrá protector de
bebé para el sol. Esta misma noche la acompañas a cenar pescaditos fritos, una
mariscada, paella, jamón patanegra, lo que se le apetezca. Y si quiere marcha,
derechito al tablao. Quien no ha visto Sevilla no ha visto maravilla. Tú
aguanta mientras ella te siga el hilo, espero que me dejes a buena altura, eh.
—Hola, soy Maggie –dijo ella, presentándose.
—I am Juan Luis –respondió,
estrechándole la mano. Clavado se quedó ante su belleza.
Ya se había fijado en sus labios carnosos y el hoyuelo de su barbilla,
los ojos azules y la melena peligrosa. Una figura de gimnasio y muy buen color
de piel, no tanto deporte acuático como imaginé sino muchas sesiones de
bronceado artificial. Un cuerpo casi perfecto sin prescindir de sus cachitos de
silicona, naturalmente. Claro que ante gente importante se necesita precaución;
el patrono sabe que me controlo más que los otros, no es raro que me encargue
más cometidos y así nos pudimos comprar el adosado con su trocito de césped y
su barbacoa. Soy legal, está claro; cuando trabajo ni pruebo el alcohol.
Tampoco ella ha querido las copitas de jerez, se conformó con olerlo, tal vez
sea por el aire caliente de estos días. Vaya suerte tienes, condenao –me soltó
Crispi, el nuevo camarero de Sanlúcar. Cuidadito chiquillo, somos gente de ley
-le corregí. Y eso que le he dejado buenas propinas, pero abunda la chusma sin
categoría, les das la mano y se cogen hasta el codo. Me cabrea tanto mal
profesional que anda por ahí, si todo quisque se aplicara más a su trabajo, si
cada uno currase a conciencia en su parcela, el país sería otra cosa. Mi padre,
que fue guardia civil, me lo repetía muchas veces: es increíble pero cierto,
España ha salido adelante con cuatro profesionales y cuatrocientos mil
chapuceros. Debería estar relajado, no sé qué me sucede esta noche, apenas
logro disfrutar el momento. Esta miss resulta oro de ley, mi inglés es de
garrafa pero ella chapurrea nuestra lengua con mucha gracia. Qué numerito verla
devorar langosta con sangría, vamos que sólo le habría faltado el vaso de leche
para darle las buenas noches.
Tras dejarla
en recepción un pinchazo en las sienes le hizo recobrar la realidad. Después de
poner tanto empeño en sus acciones, estaba cometiendo un error. Como buen
perfeccionista cuidaba al máximo los detalles, todo había sido bien urdido. Así
pues utilizó desinfectante con olor a pino, pasó la fregona con lejía y no se
olvidó de arrancar la línea de teléfono. Aún estaba como una marmota, la
medicación se adueñaba de su ánimo y le costaba mucho ponerse en pie. Se pasaba
el día haciéndole descafeinados para espabilarla sin mucho daño a su delicado
organismo. Siempre le daba un beso en la frente con los buenos días, a los
pocos minutos le llevaba el zumo recién exprimido, acompañado naturalmente de
su platito con tostadas, su margarina vegetal y su sacarina. Más tarde le
servía otro café, y como nunca lo había tomado caliente se lo enfriaba con un
chorrito de agua de la botella de la nevera. No esperaba excesiva dificultad;
sin embargo, forcejeó más de lo previsto. Ahora recuerda cómo se aproximó, de
qué forma le clavó los ojos y se le apagó el aliento. Lo peor fue que mostró
una resistencia impensable, definitivamente era una cerda hasta el final de sus
horas, imposible perdonarle el mal causado. Y menos ahora que anunciaba un
proceso de separación, no lo soportó al conocer que ya se había entrevistado
con la abogada feminista. Créeme: será lo mejor para todos, eso le había dicho
la muy zorra. Agradéceme que nunca te haya denunciado por malos tratos, añadió.
Ya concretaremos la pensión por alimentos. Y la abogada le prepararía la
documentación para el uno de septiembre, porque en agosto cierran los
tribunales. Fue mucho más sencillo con el pequeño Marcos, dormía en su cuna
como un bendito, ni se enteró. Y, a pesar de todo, con tanta rabia por dentro
lo habría hecho diez veces, estrujaría sus cuellos hasta el fin del mundo.
Se despidió
con gentileza y aparcó ante la comisaría, un guardia lanzó un silbido ante el
Cadillac.
—Buenas tardes
¿deseaba algo?
—Vengo a
entregarme –anunció.
Con
mucha serenidad lo puedo explicar ahora. Había estado nervioso y a Maruja ya no
la soportaba, en el fondo quería matar el tiempo pero no paré de sentir un
agobio en el estómago, tal vez me hayan vuelto los gases pero ahora que esto se
resuelve por completo experimento un gran descanso. No tema, estoy dispuesto a
contarlo con pelos y señales: sucedió hace exactamente dieciocho horas. No fue
una decisión sencilla, me brotaron lágrimas por tantos años perdidos. Ah:
comuniquen a Maggie que no podré llevarla a la Giralda ni a los toros. Lo
lamento de veras, es tan simpática.
Un relato fantástico con un final sorprendente.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
Y un beso grande, grande.
blog-rosariovalcarcel.blog.spot.com
Me has dejado de una pieza...El cambio de ritmo de situación...ha sido como un mazazo...Realmente genial, Luis...Y describe de un modo único un personaje capaz de pasar de un extremo a otro (el funcionamiento del cerebro humano y su imprevisibilidad) en tan poco tiempo...Gracias por este regalo...un abrazo
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