Eduardo Sanguinetti, filósofo, Río de la Plata
La historia toda,
es el testimonio del fracaso insigne del hombre en desbaratar su destino de
llegar a ser sentido. En la persona del hombre que se interroga sobre su
destino, se recapitula toda la transformación histórica de este hombre que se
autodetermina y legitima su identidad y dignidad de ser, perdiendo la aureola,
la santidad y la pureza, para la grey cristiana, sus líderes y sus dogmas de
fe. Su obra en la historia, es una gran metáfora, que revela mediante la imagen
y el símbolo, todo el ciclo del desarrollo socio-político-cultural y religioso,
a través del cual ha transitado el hombre, desde el “homo sapiens primitivo”
hasta el hoy “homo sapiens civilis”, devenido este último en
un sicario de la vida. Devoto y fanático, el homo sapiens civilis, de
las más diversas creencias e ideologías, por siempre segregacionistas y
discriminatorias, en nombre de la igualdad y la clausura del sentido.
La renuncia del papa
Benedicto XVI, el pasado lunes 11 de febrero de 2013, marca un punto de
inflexión demasiado evidente en la historia del tiempo del "homo sapiens
civilis", que nos ha tomado por sorpresa a nosotros "homo sapiens per
se". De inmediato nos hemos planteado, que hay detrás de esta acción de
renunciamiento voluntario, contemplado y previsto en el Derecho Canónico:
"No se requiere que sea aceptada por nadie, dado que no tiene superior en
la tierra", lisa y llana la ley cristiana, aparentemente sin coartada para
delinquir fuera de su culto. La renuncia de Benedicto XVI, revela que
este papa ha aceptado la responsabilidad de enviar señales de desacralización y
por qué no de revolución subliminal simulada, reconociendo su verdadera
naturaleza de fetiche dentro del culto: "ser dios en la tierra". Su
papel predestinado, está obligado a aceptar la responsabilidad de la hegemonía.
A Benedicto XVI le han
conferido a sí mismo poder y autoridad, y debe obrar consecuentemente, a favor
del rebaño de multitudes de hombres y mujeres, predestinadas a marchar hacia la
pira del sacrificio del cordero, en nombre del sinsentido vital de sus
existencias esclavizadas, por las leyes del estado pontificio y su más potente
asesor el Opus Dei, que actúa y marca rumbos, quien lo duda, en democracias
procedimentales, monarquías, dictaduras e imperios, quienes dicen actuar en
nombre de los pueblos y de dios, encarnado en la santa Iglesia Católica
Apostólica Romana.
Nosotros
"homo sapiens per se "no podemos tolerar nada más que los dictados de
nuestra propia conciencia y llegar a visualizar (pues meditamos con huellas),
como se cocina un futuro calculado, detrás de estos fuegos de artificio,
cristalizados en la renuncia del papa. Así, al aceptar nuestro destino de
pródigos, de hombres sin dios, aceptamos de buen grado la responsabilidad de
prohijar nuestras ideas y presentimientos, sin altar y sin iglesia. En este
momento, todo el pasado y el futuro se despliegan, en nombre de ningún dios, de
ningún dogma, de ningún signo de omnipresencia del sepelio y de sus ritos
mortuorios, malos presagios, que entreven caminos inciertos y de nostalgia de
disciplinas y fórmulas atroces, que no duden serán puestas en practica, por el
bien de lo que se creía superado. Hoy, nuestro norte debería consistir en
alcanzar un espacio firme, para que la existencia pueda abrir dimensiones,
ensayar ocasiones y apropiar espacios de libertad, tomando referentes en la
vida y obra de tantos muertos/as célebres, asesinados en nombre de dios y la
santa iglesia católica. La consigna a ensayar sería “…vivir no más allá del
bien y del mal sino más acá, donde todo es más apasionante, doloroso y vivo…
¡Ah! y sin tranquilizantes”.(Palabras finales de mi conferencia para el
International Congress on Art and Comunications, St. John’s College, Cambridge,
Inglaterra. Julio de 1992).
Interesante reflexión de nuestro amigo escritor y filósofo Eduardo Sanguinetti.
ResponderEliminarMi abrazo apretado.
blog-rosariovalcarcel.blogspot.comn