miércoles, 18 de abril de 2012

Las islas tienen una magia irresistible (Oscar Wilde)


Hydra es un anfiteatro sin coches, sólo encontrarás aquí burros casi sacados de Homero o la Biblia. No hay playas maravillosas sino guijarros, callejones en cuesta, casas y patios, redes que los pescadores van desenredando para atrapar sus peces. Empieza el buen tiempo, por aquí anduvo Leonard Cohen. Las islas son la patria; los turcos no las apreciaban, y pese a la larga ocupación el espíritu de los antiguos consiguió sobrevivir en ellas. Si vienes del occidente rico puedes pensar que todo forma parte de un plató de cine: bonitas son las tiendas de la fachada marítima y han sido construidos blancos restaurantes sobre la orilla. La pulcritud de las calles, la tranquilidad de las gentes. Bajo las buganvillas los gatos salen de todas partes. Las galerías de arte, las tiendas de antigüedades y las boutiques elegantes ocupan el paseo. Padre me dijo que su puerto fue muy importante, observándolo cuesta creer que allí arraigase una flota con más de cien barcos que comerciaban con EEUU. Grecia es un fantasma del pasado, columnas, el esplendor perdido. Islita rocosa y estéril, sólo unos pinos en sus laderas, pajonal, yerba reseca. Me llevé una sorpresa mayúscula en el momento en que apareció a media mañana en mi hotel. Rezongaba para levantarme cuando llamaron a la puerta. ¡Adelante!, dije, como si todo el mundo entendiera mi idioma. A decir verdad, yo estaba empezando a padecer eso que llaman el síndrome de Ulises, la inadaptación a los cambios. Nadie respondió, pero la puerta se abrió de golpe. Kaliméra, dijo la chica. Suzanne, de Chicago. Ya va para dos meses que vivimos juntos. Dejó su puesto y se vino conmigo a Boston, yo conseguí superar las pruebas para acceder a Harvard. Cualquiera necesita una diosa que lo siga amamantando hasta el juicio final. Aunque sea caprichosa, su sabiduría me atrapa. Esa noche me acordé de las tumbas de Olimpia, sus lamparitas encendidas toda la noche, pero no me pareció una premonición mortuoria. Invoco a Apolo Protector, y escucho lo mejor de Theodorakis, ese tema tan ligero: An Thimithis To Oniro Mou, La luna de miel. Ya sé que nunca regresaré al Edén, aunque ella me recuerda que ya vivo en el Olimpo. La patria es una isla, y también una mujer. La isla tiene una magia irresistible, dijo Oscar Wilde.

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