lunes, 23 de abril de 2012

Cómo llegar a los 60 sin morir en el intento


Para llegar a los 60 sin morir en el intento manejaremos amor, humor, amigos verdaderos, libros, música, cine, cuadros, ilusiones contra el pavor que transmiten los medios de comunicación, el miedo nos empobrece pero hace millonarios a otros. Algún café, algún té, algún mate argentino-uruguayo. Una copa de vino, algún abrazo. Cena con tertulia, reivindicar las pasiones, buen sexo. El dinero no es todo. Vale más un sendero en la montaña, una playa con sol, una sonrisa.
En el invierno unos cuantos conocidos emprendieron el viaje, el tanatorio, el horno purificador. Tengo 62 y algunos amigos van a cumplir 60, una edad a la que casi nadie llegaba, aun inalcanzable en los países del Tercer Mundo. Cada jornada ha sido un regalo. Los dioses nos regatean el placer y cuesta asumir que somos efímeros, insustanciales. Y sin embargo es en la imperfección donde nos engrandecemos. Incluso cuando hemos sido sublimes, no hemos dejado de ser criaturas nacidas de mujer. A los emperadores romanos en el desfile tras una victoria les recordaban que más allá de las coronas les aguardaba la pira funeraria.
Humanos y por lo tal limitados, hasta los mesías que hemos adoptado desde hace milenios también son imperfectos, pues están hechos a nuestra imagen y semejanza. Cristo, Mahoma, Buda, la legión de las múltiples deidades de Egipto, Grecia, Roma o la India, desde el dios-cocodrilo a Afrodita, no dejan de ser representaciones de nuestra furia y nuestro llanto, de nuestra desazón y nuestra espera. Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto se te amó, / no sólo los lechos donde estuviste echado, / sino también aquellos deseos que, por ti, / en miradas brillaron claramente –dijo Kavafis. ¿Cómo no recordar el Yo a mi cuerpo de Domingo Rivero? Este hermoso mundo merece ser exprimido en sus copas de luz para ser bebidas de un largo sorbo. Da igual que estés en México D.F., Buenos Aires, Calcuta o Las Palmas.
La vida trae derrotas y triunfos, desazones y esperanzas. Sintámonos dichosos pues nos fue dado conocer los barrancos, los pájaros y los caseríos, las playas y los cuerpos que alguna tarde remota nos concedieron su estremecimiento fugaz e inolvidable. No hay que ponerse trascendental, sino sentir el tiempo que nos vivifica y nos derrota. En la mesa atiborrada de libros y papeles –tantas ideas sueltas, tantos borrones- la gata mezcla de siamés y callejero se ha acomodado cerca del teclado, ignora que va a morir, ronronea feliz y suena música barroca, la belleza que persistirá cuando ya no estemos.

2 comentarios:

  1. Digno de Francisco de Aldana



    En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
    tras tanto varïar vida y destino,
    tras tanto de uno en otro desatino
    pensar todo apretar, nada cogiendo,

    tras tanto acá y allá yendo y viniendo
    cual sin aliento inútil peregrino,
    ¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino,
    yo mismo de mi mal ministro siendo,

    hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
    del mundo es lo mejor que en él se esconde,
    pues es la paga de él muerte y olvido,

    y en un rincón vivir con la victoria
    de sí, puesto el querer tan sólo adonde
    es premio el mismo Dios de lo servido.

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  2. No hay nada como el espíritu clásico, efectivamente. Muy bien

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