El talentoso y aguerrido especulador
Mayer y la chica aristocrática que ha servido sus intereses mueren porque
representan opciones contradictorias o incómodas para otra “familia” del ramo.
Son víctimas de una soterrada guerra de intereses que vilmente transformó los
territorios canarios en el ajedrez de la especulación. Los buenos negocios es lo que fue en su momento para la sociedad
neoyorquina, La hoguera de las vanidades
de Tom Wolfe, una novela denuncia, cargada de ironía que desmitificaba con
implacable humor ese boom de los ochenta, era de “lo todo posible”. Escrita en
plena crisis económica mundial (2009) el texto proyecta constantemente la
combinación de euforia empresarial y falso crédito que hundieron la economía de
este país, con la connivencia y participación (huelga decirlo) de todos los
estamentos administrativos y sociales. Al igual que otra obra (póstuma y
maestra) que encaraba el crimen a gran escala en México, 2066 del chileno Roberto Bolaño, y al igual que en el citado caso
de Wolfe, no hay justicia posible porque el mal y sus vías, la corrupción,
afectan a todos. La imagen de la modernidad capitalista que elabora el autor es
la de dos mundos paralelos, donde uno, el mundo oficial del progreso reglado,
el orden jurídico, las decisiones políticas positivas, encubren el otro que
sistemáticamente lo subvierte y prostituye.
La narrativa es calidoscópica,
fragmentos en veloz sucesión que aquilatan la visión de un pequeño universo y
de sus personajes autóctonos o foráneos. El principal, es sin duda Samuel
Ortiz, el comisario de la policía que intenta capear las negras aguas de la
crisis profesional y personal. Tras el deterioro del servicio en el País Vasco,
piensa que para su nuevo destino “…tal
vez una isla sea buena idea. Hay poco espacio y en él todo resulta más
concentrado y circular, Un universo a pequeña escala, una página por escribir,
una trampa o una tregua para reencontrarse consigo mismo” Ortiz que sale
ileso de la Euskal
Herría del miedo casi muere en Gran Canaria al sufrir un
accidente de carretera provocado. El autor nos indica así, poderosamente, que
los tópicos de bondad y tranquilidad generalizada, no son tales. Que nuestro
amable bienestar es mera apariencia, propaganda interesada. El comisario es la
voz de la desilusión en vivo, de aquél que contempla día a día la
descomposición y el mal. Esa voz (que lucha por sobrevivir) la acompaña un coro
de registros oscuros, de reflexiones nihilistas y vaticinios ateos:
inconfundible madurez literaria.
El texto poliedro de León Barreto nos
irá trayendo a escena y haciendo desaparecer con mano segura a una ristra de
personajes perfectamente engranados en las ruedas de la sociedad insular y por
tanto, en la trama de la ficción. Fran Matos, multimillonario brillante, el self-made man, salido de la nada social,
que compra voluntades, el mismo que le ofrece al comisario Ortiz un bungaló a
mitad de precio, a ver si se olvida de la enojosa investigación. Isabel
Harrison, infiel esposa del infiel Mayer, producto frío de la alta burguesía
canaria (cosmopolita y culta), preciada pieza de distinción social que aporta
“clase” al brutal desclasamiento del nuevo dinero. El cura Aythami Guanche, con
su programa de radio que se repite tres veces al día, independentista indómito,
que curiosamente dice la verdad y denuncia la corrupción de Canarias, pero que
opera (¡qué acertado paralelismo!) en la franja lunática de las opciones
políticas. Tano el Garfio, el delincuente de toda la vida que vive con su madre
Maruquita la santiguadora, y que será verdugo y víctima del poder oculto.
A Cuba, a lo cubano-canario, esa dimensión
virtual del caribe en casa, el autor consagra páginas críticas y reveladoras,
que de nuevo rompen tópicos. Dayamí Cruz, posible futura novia del comisario
Ortiz, es el filtro de esa realidad, en que sexo y papeles, amor y posición social
van oscuramente de la mano; otros intereses que ensombrecen una compleja
realidad llena de trampas. Y por supuesto, el sexo (no el amor) tiene
preponderancia gráfica en Los buenos
negocios, en cuyos renglones se reflexiona sobre la belleza criolla de
nuestras mujeres, y donde vibra también, luminosamente, la intensa
multiculturalidad de la tierra, nuestra gran riqueza étnica, el mejor de
nuestros capitales.
Los buenos negocios. Ed. Centro
de la Cultura Popular
canaria, Obra Social la Caja
de Canarias, Cabildo de La Palma y Ayuntamiento de
Agüimes, 2009. Luis León Barreto.278 pags.
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