El
poeta chileno Nicanor Parra debía recibir este lunes, Día del Libro, el Premio
Cervantes. A sus 97 no ha podido desplazarse a Alcalá de Henares, tampoco
estará el Rey, convaleciente de su ardua cacería de elefantes y sus saraos con
la desmelenada rubia Corinne. Todo un símbolo. Un consejo para jóvenes
escritores: compren libros de autoayuda, pues los premios solo se reciben
cuando se llega a una avanzada edad. Le pasó al poeta José María Millares, que recibió
el Canarias de Literatura a los 88, unos poquitos meses antes de morirse. Se lo
dieron de rebote para no dárselo a otro, como suele suceder.
Consolémonos
leyendo este Epitafio que escribió el gran Nicanor:
De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa,
Hijo mayor de profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
-Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y de aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!
Con una voz ni delgada ni gruesa,
Hijo mayor de profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
-Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y de aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!
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