La
"Montaña del alma" (De Bolsillo, 2012) es una novela compleja, una
historia de historias, un conjunto de relatos que se yuxtaponen. El
protagonista recorre territorios míticos en los que abundan las leyendas, las chicas
ahogadas, en los que se manifiesta la pelea entre las tradiciones y las nuevas
normas de la tristemente célebre Revolución Cultural china, que arrasó tantas
cosas. Un libro denso para paladear despacio de un autor que fue víctima de la
propia Revolución Cultural. Censurado y represaliado, buscó refugio en Francia,
donde escribió este libro. El recorrido por las abruptas y lejanas montañas donde
todavía se mueven bandas de delincuentes viene a ser una especie de Odisea
selvática y febril, una radiografía de costumbres milenarias, referencias
históricas ancestrales, el vagabundeo por templos en ruinas, ante ermitaños de
religiones que ya no se practican, a través de territorios de serpientes
venenosas. El autor mira aquí y allá y no se olvida de abrumarse ante la
contemplación del desarrollismo chino, la inmensa devastación ecológica que construye
la mayor presa del mundo, que abate el bosque de bambúes de los osos panda, de
los tigres y otros animales en peligro de extinción, el crecimiento económico a
costa de negar los derechos humanos. Una sucesión de relatos en los que se
refleja la búsqueda del sentido de la vida, la soledad del hombre ante la
naturaleza, la insignificancia de quien escala montañas irreductibles. El autor
atraviesa poblados al margen del tiempo, recopila cantos folklóricos, hace el
amor con desgana, continúa vagando, consciente de que su peregrinaje no tiene
fin, que siempre será incomprendido, que ni el amor ni la contemplación de la
montaña más extraordinaria e irreal van a redimirlo. Algunas historias de la
represión comunista ponen los pelos de punta al lector. Gao Xingjian es un
autor de peso por esta colosal novela de novelas que retrata la represión y la
locura de unos años terribles. El primer chino que consigue el Premio Nobel
merece una lectura de todas estas historias que se encadenan una tras otra,
confundiéndose, alargándose a lo largo de casi 600 páginas que tardó en
escribir siete años, entre Pekín y París.
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