martes, 4 de febrero de 2014

Isaac de Vega, la insularidad absoluta

Interminable invierno de muertes literarias, cada semana hemos de reseñar la desaparición de figuras importantes en la escena cultural. Ayer al mediodía, a la venerable edad de 93 cumplidos, le llegó el turno al gran Isaac de Vega, aquel de quien dijeron que su obra era oscura, kafkiana, ininteligible. Nacido en Granadilla de Abona, tuvo la suerte de recibir el primer premio Canarias de Literatura, ex aequo con su gran amigo Rafael Arozarena, en 1988. Fue maestro, también tuvo la suerte de que en vida le dedicaran una calle en su pueblo natal. Lo cuenta el poeta Antonio Arroyo: “me dieron la noticia Dani Bernal y Miguel Angel Galindo. El pobre, con su sordera total, ya se caía por la calle, y Mayte, su hija, me dijo hace tres meses que estaba debilucho. A mí me vino la imagen en su cocina, en la mesa de formica y mantel de hule, su “¿oíste?” continuos, diciendo que le gustaba ser el mexicano del cuadro que le regaló Rafael Arozarena, ahí, despreocupado, apoyado en un muro y nada alrededor.”
En Gaceta Semanal de las Artes, del vespertino La Tarde, publicó muchos de sus trabajos junto con los componentes del grupo fetasiano. Fetasa fue una temprana manifestación de su genio creador, ya que apareció en 1957, cuando la narrativa canaria ni siquiera daba señales. También fue autor de Parhelios, Pulsatila, Tassili (1992, finalista del Premio Nadal en Barcelona), Carpanel, etc. En sus libros de relatos figuran Conjuro en Iguana, Siemprevivas, Cuatro relatos.
El profesor Juan del Rey Poveda, del colegio Leoncio Rodríguez, La Esperanza, estima que “la escritura de Isaac es peculiar, tiene peso propio, un sello de identidad, es especial. Además, sigue una línea coherente desde que publicó Fetasa (1957): un lenguaje para que el personaje se encuentre a sí mismo en un mundo novelesco caótico y hostil. Escritura, pues, existencialista. Lenguaje y contenido crean ficción, novela o cuento. La palabra literaria construye un universo de significados, de personajes, de acciones que le interesan al novelista. No sobra nada, todo es esencial. Isaac de Vega escoge sus vocablos para ir contándonos lo que le importa, y nada es gratuito o superficial. Estamos, por otra parte, lejos del realismo del siglo XIX, que era un espejo que dificultaba ver el interior de los personajes y las cosas. Ahora se trata de analizar con profundidad al ser humano y que éste se vea como realmente es. El tiempo no es cronológico; el espacio es un laberinto en el que hay que encontrar la salida. El escritor crea un universo literario.”
En su magnífica tesis doctoral, calificada con sobresaliente cum laude y premio extraordinario, Juan José Delgado señala que “en un lugar de tertulia, en torno a 1950, unos cuantos jóvenes nacidos en la década del 20 se aproximaban a una cierta afinidad de pensamientos, confluían en unas comunes lecturas y encontraban en la cita habitual un pretexto para conversar sobre diversas cuestiones, sobre algunos temas que si, en principio, no venían de la literatura, acabarían arribando y fijándose en sus respectivas obras literarias aún por venir. No pretendían dar con los fundamentos de un sistema, llamémosle, filosófico; se interesaban por poner a flote de conversación y de escritura todas sus intuiciones e incertidumbres.
El debate iba paulatinamente trazando un curso en espiral que tarde o temprano culminaba en un término, en un concepto tal como Dios, como Infinito, como Eternidad,… Ideas, abstracciones, en suma. No fácilmente comprensibles pese a la terca pretensión del grupo de solucionar el problema.
Diremos sus nombre: Francisco Pimentel, Antonio Bermejo, Rafael Arozarena, Isaac de Vega y José Antonio Padrón. Ellos vieron que aquellas palabras- Dios, Infinito, Eternidad- ya estaban impuestas en la Cultura y en el Pensamiento. Y esto no casaba con la actitud del grupo, que era la de alcanzar una existencia auténtica y predeterminada. Aquellas palabras no le pertenecían íntimamente; servían más bien para encauzar la vida por la gran marea homogénea y cómoda de la humanidad. Ellos entendieron que necesitaban una palabra propia, una palabra especial que contuviera en su nombre el gran misterio. Y Rafael Arozarena, poeta del grupo, la articuló: Fetasa. Tan camaleónica terminó siendo que Fetasa, es también el título que le recomienda el grupo a Isaac de Vega para nombrar la que será su novela más emblemática.
"Fetasa" probablemente sea una creencia y, en ese sentido, cada quien del grupo, libérrimamente, intuye un mundo dinámico y propio. "Fetasa" pudiera ser un grito, un salvoconducto con el que sobrepasar unas realidades ya impuestas, cotidianas, las cuales en nada suenan con la existencia única e irrepetible del ser humano. Fueron creando un clima con unas actitudes y composturas próximas a la excentricidad, síntoma de una alegría de vivir airada, como aireados y críticos eran los debates en donde siempre se enzarzaron. Pero la idea del mundo, de sí mismos y del universo también se iba resolviendo en escritura. Las formas e intenciones de la literatura realista y social de los años cincuenta no se hallan registradas en la obra de los fetasianos. Se apartan de lo ofrecido por el panorama literario de la península y se aproximaban, adelantándose en el tiempo, a algunas de las propuestas del "boom" hispanoamericano.”
Fetasa es literatura casi hermética, llena de símbolos. Lo absurdo y lo existencial se dan la mano. Hay un hombre que mira el mar:
“Es más de media noche. Las estrellas lucen claras en el firmamento y a su débil claridad se levantan bruscos y negros los accidentes de la costa. Dentro de poco saldrá la luna. Entonces tendrá que salir. El mar está quieto, negro y manso, amenazador y frío en su quietud, sin fin hacia el horizonte, agobiante con su masa enorme. Apenas si unas leves ondas chapotean en la playita y, de tarde en tarde, ponen una roseta blanca en torno a las rocas cercadas. Más lejos, la costa se adentra bruscamente en el agua en una punta audaz y afilada. Allí tiene que ir…”
Ilustraciones: diario El Día
 

3 comentarios:

  1. Isaac de Vega autor de un universo que habita el hombre repleto de soledad y rarezas...

    blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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  2. Gracias por el comentario. Isaac era universal e insular, como toda la buena literatura escrita en las islas.

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  3. Eeepaaa, gracias por poner aquí mis palabras. Además me encanta tu análisis y enfoque.Son la pura verdad que tanta emoción me produce. Impregnado estoy de estas rarezas que para mí tienen mucha poesía, pues lo que nos presentan como evidente es realmente lo raro, lo surrealista. Fíjate que hasta el Mayor Oreja fundó un partido con nombre de diccionario, jeje,
    Y ahora que el pobre se fue tras una vida plena. Luis,.. ¿leíste aquello de que si era un campesino, etc? Pero si era maestro. Y si era campesino, bien hallado sea; pero como tú muy bien dices era genial. Me contaba Isaac que siempre tuvo una gran afición por el cómic y que cogía los papeles de envolver de la venta para dibujarlos. Después se le ocurrió contar historias.
    Un abrazo.
    Antonio.

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