Poetas cubanos en Canarias es el título
de una antología recopilada por Juan Calero y que acaba de salir en Cuadernos
de La Gueldera, edición del Centro Canario de Estudios Caribeños que impulsa el
poeta cubano Juan Francisco González Díaz. Hay en esta selección dieciséis voces
de relieve, con significación en las letras actuales. Juan Calero, el entusiasta
ejecutor del trabajo, nos hace una propuesta variada en la que podemos resaltar
semejanzas y discrepancias. Uno de los datos esenciales radica en ciertos
perfiles de convivencia Cuba-Canarias a través de las personas, así la presencia de Julio Tovar, el hombre que
vivió en Tenerife y que dio nombre a un premio de poesía que ha sido obtenido
por dos valiosos poetas cubanos con obra muy reconocida internacionalmente. Se
trata de dos figuras laureadas que viven en EEUU. Uno de ellos, Ramón Fernández
Larrea, vivió tres años en Canarias y gana el premio en 1997, con su obra Terneros que nunca mueran de rodillas.
El otro autor es José Kozer, quien lo gana en 1974, poeta con más de setenta
poemarios publicados en varios países. En Canarias tiene dos: Este judío de números y letras, con el
que ganó el Julio Tovar en 1974, y De
donde oscilan los seres en sus proporciones.
Entran en este texto algunos grandes nombres
que son columnas de la tradición: Dulce María Loynaz, Julio Tovar, Nivaria
Tejera y Manuel Díaz Martínez, el mejor poeta cubano fuera de Cuba, residente
en Gran Canaria desde hace largo tiempo, autor de ese poema descomunal que se
titula La cena y que comienza así: “Mi
abuelo se sentó a la mesa con su muerto al lado. / No levanté los ojos de la
sopa: / sabía que él también estaba muerto. / Mi madre tampoco levantó los ojos
/ a pesar de estar tan muerta como él…” Hay otro grupo de quienes publicaron en
Cuba: Ramón Fernández Larrea, Juan Francisco González-Díaz (poeta notable y
animador cultural de primera línea en la cultura grancanaria), José Lucas
Rodríguez Alcorta, Sonia Díaz Corrales, Arlén Regueiro Mas y Andrés Díaz
Castro. Está también el grupo que ha dado a conocer su obra básicamente fuera
de Cuba: Rolando Campins, y Juan Calero Rodríguez. Y, los que podríamos
denominar –al decir de José Martí– los “pinos nuevos”: Nancy Teresa Ángel
Bello, Belkys Rodríguez, Ernesto García Machín y Kimamy Ramos. Certifican su
paso por Canarias, el arraigo existencial entre las dos orillas, las
profesiones docentes, las publicaciones compartidas.
El cubano tiene un barroco
resplandeciente, sonoro. El idioma adquiere aquí los brillos del mar, las
transparencias de los cayos, la calidez del trópico. El canario por lo general
tiene un barroco introspectivo, interiorizado. Mientras al cubano el Caribe lo
potencia y lo sublima, el Atlántico de aguas frías casi ahoga la voz del
insular canario. El cubano canta el son con determinación y alegría, el canario
tiene un folklore lamentoso. Pero a la hora de la magua, unos y otros son
similares. El canario añora el Teide y añora el mar, el cubano canta una y otra
vez el miserere por La Habana.
Estos poetas manejan lo identitario, lo
social, el compromiso con el paisaje y la memoria del paisaje. Cuba tiene una
literatura tan poderosa y tan reconocible que muchos admiramos el lenguaje de
Lezama Lima, la sonoridad de Alejo Carpentier, la delicadeza de Dulce María
Loynaz, la pirotecnia de Guillermo Cabrera Infante. Cuba es una
Isla-Continente, posee suficiente lenguaje y suficiente hondura para afirmarse
frente al mundo, y estos autores mantienen el tono intimista y conversacional,
el elogio de la vida. Y el desgarro de la distancia, la pérdida del paraíso
original, ese cruce de olas, pesadillas y sueños, mitos, magia, religiones
yorubas y cristianas. Esa tierra ardiente que quedó atrás. Esa precariedad de
reconocerse efímero y mortal, voz encaminada al silencio. Voz condenada a
ejercer la rebeldía del grito para demostrar que estamos aquí y ahora.
Hay en el libro un poema de Arlén
Regueiro (Ciego de Ávila, 1972), que vive en Gran Canaria, muy clarificador. Su
título es Lección de Geografía, y es una prosa poética sobrecogedora. El
hermano mayor se ha ido a España, y las últimas estrofas dicen así: “Yo no me
voy a España, dispongo comenzar una nueva vida, tan cerca de aquí como mi madre
lo permite, y gasto mis días en comprar casa, una mínima pieza, no un laberinto
colosal, que pueda hacer mío poco a poco; sin irme a España: / o a ningún otro
lugar del mundo que no sea éste, donde voy a morir cuando mis cenizas rueden al
fondo de las aguas; y me canse de comer esos pasteles de guayaba que tanto
gustan a mi hermano y a mí, en este fragmento del mundo que pudo ser España, y
solo es la quilla de una isla a punto de hundirse, en el mismo mar que todos
los mares duermen”
(Publicado en www.laprovincia.es, hoy, 30 de noviembre)
Hermoso proyecto que hace iluminar a amabas islas y su capacidad creativa...Y más hermoso leer tu crónica, como siempre admirable y luminosa......
ResponderEliminarAgradecido por este artículo en el periódico 'La Provincia', tus palabras colman nuestro orgullo.
ResponderEliminarBuena reseña. Y merecida.
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