No pretendo poner de modelo de lectura una
novela clásica de más de mil páginas como pudiera ser, por ejemplo, Los
miserables, de Víctor Hugo, pero ello no nos vendría mal al menos como
ejercicio intelectual. De hecho hay best sellers por ahí con muchos cientos de
páginas impresas. Pero ahora corremos el riesgo de que nuestra mente fallezca
por inanición. El problema es que cada tenemos más cosas a las que prestar
atención: en internet abundan los contenidos y las anécdotas, también los virus
y los falsarios. Buena parte de las distracciones que nos ofrece la red son
estímulos fallidos, no solo no estimulan las neuronas sino que pueden
contribuir a desactivarlas. No tenemos más opciones que antes, solo tenemos más
distracciones y, en consecuencia, más necesidades de interrumpir algo que apenas
comenzamos. El dichoso zapping cuando nos apresuramos a comprobar lo que están
emitiendo por los tropecientos canales de TV.
Pero el día sigue teniendo veinticuatro horas. Las mismas horas de
un lector de Flaubert y de Dostoievsky, de Kafka y de Sábato. Por consiguiente,
tenemos el mismo tiempo para ocuparnos de más cosas y llegar al fondo de
ninguna. Las columnas en el nuevo periodismo son breves, ello muestra ciertas
carencias del Nuevo Lector (aparte de un orgullo ciego y autocomplaciente, casi
siempre apoyado en la excusa generacional, que le impide cualquier autocrítica;
todo es efímero, evanescente, superficial, egocéntrico, banal). No se debe al
arte de la síntesis sino al de la mutilación. El ejercicio de reducir los
textos pronto se convertirá en un esfuerzo por estirar una idea hasta 140
caracteres. Tal vez el Nuevo Pensamiento se las arregle con un par de emoticones.
Un corazón, un rayo de ira y para de contar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario