Por
Eduardo Sanguinetti (Argentina)
Las estadísticas y las agencias de
noticias manipulan la información, con la anuencia de los gobiernos que
enmascaran su accionar a favor de la impunidad y la perpetuación de farsas que
hacen que el mundo se encuentre en una crisis no sólo económica sino también
social, devenido en un retraso cultural, educativo y de existencia marca un
punto de inflexión sin precedentes en nuestra civilización.
Las instituciones como Naciones Unidas,
Organización de Estados Americanos, Unicef, Mercosur y demás funcionan con
cifras, estadísticas y una ineficacia terrorífica, dejando en manifiesto que no
son aptas para representar a ningún país, región, ni siquiera a sí mismos, en
un mundo que vive, palpita, sufre y está expuesto a los avatares a que los
exponen gobiernos ineptos, a bandas mafiosas de la droga, la prostitución,
monopolios de laboratorios, fábrica de armas y creadores de la imagen de la
actualidad a través de la moda y sus consecuencias de horror, una humanidad que
no puede salir del mundo del espectáculo en el cual se debate, sin tener
representación legítima en los funcionarios políticos que dicen gobernar en su
nombre para de ese modo, construir una existencia digna y feliz.
La ineficacia de
las instituciones internacionales ya no puede ocultar la ausencia de capacidad,
la cobardía de sus miembros en lo que hace a la capacidad de organización y
decisiones que jamás toman en favor de las causas que deben estar agendadas
como prioridad: hambre, pobreza, asistencia a víctimas de guerras, lucha total
a la droga en todos los frentes, y contra la prostitución interrelacionada con
la dependencia a los narcóticos, no cabe el más mínimo análisis; lo que
manifiesto pues lo que digo es una visión diaria en vivo y directo del estado
demencial en que se asiste a esta realidad pareciera por ahora irreversible.
La pobreza es causa directa del hambre y
la desnutrición. Sus víctimas, al igual que las del sida, son proclives a morir
de enfermedades oportunistas que se aprovechan de las bajas defensas. Es
también la piedra angular de la marginación social generadora de lacras como
exprese anteriormente como el alcoholismo, la droga, y la prostitución con sus
dos fases: La inicial o comercio con el propio cuerpo, y la otra, un estado
terminal, en que, no habiendo otra cosa, se vende el alma, con amor propio y
todo, quedando del otrora hombre o mujer una mísera envoltura de carne que vaga
por las calles de una vida sin sentido y vacía. El alma, una vez vendida,
aunque no sea al diablo, es muy difícil de recuperar. Es cierto que la pobreza
y la dignidad no se excluyen mutuamente, pero hay otra verdad, más cruda y más
tajante: No ligan muy bien.
La pobreza deja cicatrices más profundas
que la viruela y así marca a sus víctimas con un sello indeleble que arrastran
de por vida.
Las ocupaciones más lucrativas del mundo
de hoy, insisto, son la corrupción y el tráfico de droga, de armas y de seres
humanos. Entre todas, la menos riesgosa es la primera. Los burócratas corruptos
no sólo se enriquecen, sino que hasta llegan a enorgullecerse de su condición,
como si verdaderamente ésta fuera el producto de méritos personales, todo esto
ante un pueblo que asiste en silencio al delito consumado por sus gobernantes.
(Tomado del blog anghelmorales.blogspot.com)
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