En
otros países del mundo, en cambio, los
actos violentos están a la orden del día, bien sea por guerras internas, por
terrorismo, o por la acción de bandas de delincuentes que mantienen en jaque a las fuerzas de
seguridad, a la justicia y a los
gobiernos. Ahí están los atentados casi diarios en Afganistán, en Irak,
en Pakistan, o en Siria, donde casi siempre mueren seres inocentes: niños, mujeres,
y población civil, en general. O si no los asesinatos que se producen en México
o Colombia, a causa del narcotráfico y ajustes de cuentas. No olvidemos tampoco
las desorbitadas y sangrientas respuestas de las tropas israelíes cuando en
Gaza o Cisjordania se les provoca. Parece que los dirigentes de Hamas, o de
cualquier otro grupo árabe, olvidan que
sus adversarios tienen el lema
de “ojo por ojo y diente por diente”, y
repelen cualquier agresión, por muy leve que sea.
Uno
de los hechos violentos que me han conmocionado en estos días ha sido el
salvaje asesinato de dos empresarios canarios el pasado viernes en Panamá, José
Antonio Pedomo Cebrián, y el tinerfeño Miguel Untiedt. Se da la circunstancia
de que a Perdomo lo conocía yo desde algunos años, cuando ambos impartíamos
clase en el Colegio Islas Canarias, situado cerca del Hospital Insular. Este
suceso ha llenado también de consternación al municipio de Telde.
Era
un hombre inquieto, dinámico y emprendedor que, junto a su esposa Laly Sánchez,
que también es maestra y, como sabrán, ex-concejal de CIUCA en el ayuntamiento
de Telde, montaron el albergue La
Manigua, en Ojos de Garza, donde tenía un aula de la naturaleza y se celebraban
todo tipo de eventos. Varias veces visité ese lugar y charlé largo rato con el
matrimonio. Pero además, organizaba
estancias para escolares y se practicaban deportes y actividades relacionados
con la naturaleza. También era sabida su
pasión por el mar. Tenía un velero que alquilaba a los turistas por la costa sur de Gran Canaria y, por lo
que he leído estos días que, movido por sus inquietudes empresariales, se había instalado también en Panamá para
este mismo fin, donde contaba con la amistad de Miguel Untiedt. Allí se tropezaron
con unos asesinos que acabaron con sus vidas.
Se han explicado varias versiones sobre los
hechos, pero la más que prevalece es que se trataba de cazadores furtivos que
invadieron una finca del mencionado Miguel Untiedt, en la isla Manzanillo,
perteneciente a Panamá. Untiedt era un
empresario agrícola y aficionado, como Perdomo,
a la navegación. Según la prensa
grancanaria, tuvo fincas en Agüimes, dedicada a la producción y
exportación de de tomates, otros
frutales y hortalizas.
No
quisiera cerrar este comentario sin hacer referencia a los brutales crímenes
que se producen de vez en cuando en Estados Unidos, cuya Constitución recoge el
derecho a poseer armas para defender la vida y sus propiedades. No les extrañe,
pues, que allí se pueda adquirir cualquier tipo de armas y tenerlas en su casa
tranquilamente. El autor de la última masacre en la escuela de Newtown, una
pequeña ciudad Connecticut, en la que murieron 20 niños y seis adultos, disponía, cuando realizó su matanza, de dos pistolas y un rifle de asalto. Se
habla de que las armas privadas en este país sobrepasan los 300 millones, casi
tantas como habitantes tiene.
Las
matanzas en lugares de gran afluencia de público son bastante frecuentes en
Estados Unidos, como hemos visto en el siglo XX y en lo que llevamos del XXI.
La
mayoría de los norteamericanos, pero especialmente los que pertenecen al
partido republicanos y a grupos más
extremistas, se oponen con ardor a todo intento de regular la venta y tenencia de armas o a disminuir su
número. El actor Chalton Heston presidía la denominada Asociación Nacional del
Rifle. La afición a las armas de bastantes ciudadanos norteamericanos parece
algo enfermizo, como si se tratara de una paranoia..
Como todos sabemos, Estados Unidos es un país
violento. Y además, “exporta” violencia (y junto con España y otras naciones
entra en el pérfido negocio de la venta de armas. La mayoría de las películas
norteamericanas constituyen un exponente
de esa violencia que llevan dentro. Es un hábito que lleva ese país desde la época en que empezó a expandirse y a formarse como
nación. Los hombres de “la frontera”, iban armados para matar indios o búfalos,
o si no entre ellos mismos, y han continuado así, incluso siendo ya la mayor
potencia económica y armamentística del mundo.
Desde que se independizó ha participado en más de cien invasiones,
golpes de estado y conflictos bélicos, y en general, sus mismos habitantes se
han creído con derecho a regir los destinos de la humanidad y de las naciones
de la Tierra. No extraña, pues, que
tengan tantos enemigos.
Todos
conocemos sus guerras con los indios “salvajes”(según los americanos) , los
expolios, genocidios, masacres y
humillaciones a las que los han sometido. Los que lograron sobrevivir a estos
crímenes viven, en su mayoría, en reservas, como si fueran curiosidades de
ferias. Algunas de ellas son fieles a sus tradiciones y costumbres y están
abiertas a los visitantes. Otras se dedican a montar casinos para turistas o a
vender “souvenirs”, y acortan su vida sin necesidad de que los maten con
rifles: se matan ellos solos por su
adicción al alcohol. México fue otra de las víctimas de la belicosidad de su
vecino, en su afán expansivo y expoliador. A consecuencia de las guerras entre
ambos países perdió extensos territorios y estuvo a punto de ser anexionado al
poderoso enemigo. España misma sufrió el acoso y la intromisión yanqui, tanto
en sus territorios de América del Norte,
como en las islas de Cuba y Filipina cuando se liberaron del yugo
español.
Me
gustaría también escribir sobre la violencia de género, a lo que yo llamaría
“terrorismo doméstico”, pero esa es otra cuestión que ya abordaremos.
Ilustración: ángeles en la verja del colegio donde se produjo la última matanza de escolares en EEUU.
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