Seamus Heaney,
poeta y crítico literario nacido en County Derry, Norte de Irlanda, 1939.
Estudiö en Queen’s University de Belfast, y luego obtuvo una cátedra de
literatura en Dublín. Finalmente ejerció como profesor de Retórica y Oratoria
en Harvard, también fue profesor de poesía en Oxford y conferenciante. Su obra
tiene como punto de partida la recreación de la infancia, se adentra en la
búsqueda de mitos y la denuncia de la violencia en el Ulster. En 1995 ganó el
Nobel de Literatura.
El
camino a Derry
A
lo largo de Glenshane y Foreglen y el frío bosque de Hillhead;
un
viento húmedo en los setos y una nube oscura sobre la montaña
y
las banderas, como la escarcha negra, lloran por los trece hombres muertos.
El
Roe lloró en Dungiven y el Foyle gritó al cielo,
la
vieja herida de Burntollet se abrió y de nuevo el Bogside sangró;
por
la puerta de Shipquay me estremecí y por Lone Moor me pregunté:
¿Dónde
podría encontrar los ataúdes donde los trece hombres yacían muertos?
Mi
corazón asediado por la ira, mi mente una brecha de peligro,
caminé
entre sus viejos refugios, la tierra natal donde sangraban;
y
en el suelo yacía la justicia como una bellota en el invierno
hasta
su roble brotaría en Derry, donde los trece hombres yacían muertos.
Cavar
Entre
el índice y el pulgar
descansa
la pluma gruesa, grata como un revólver.
Bajo
mi ventana, el claro raspar
de
la pala que se hunde en tierra arenisca:
mi
padre, que cava. Observo desde arriba
el
esfuerzo de su trasero entre las plantas;
se
dobla y se yergue veinte años antes,
agachándose
rítmicamente entre hileras de patatas
donde
cavaba.
La
bota gruesa descansaba en la pala, era palanca
el
mango apoyado con firmeza en la rodilla.
Arrancaba
brotes fuertes, hincaba la hoja brillante,
esparcía
patatas nuevas que nosotros recogíamos,
gozando
de su dureza fría en nuestras manos.
¡
Señor, cómo manejaba la pala el viejo!
Igual
que su padre.
Mi
abuelo cortaba más turba en un día
que
nadie en turbera de Toner.
Una
vez le llevé leche en una botella
con
un torpe tapón de papel. Se enderezó
para
beberla, y volvió enseguida a la tarea
de
cortar y cercenar con primor, arrojando terrones
a
la busca de la turba buena. Cavando.
Se
despierta en mí el olor frío a mantillo,
el
chapoteo de carbón empapado, los bruscos cortes
de
la hoja que atraviesa raíces vivas.
Pero
yo no tengo una pala con la que seguir
a
hombres como ellos.
Entre
el índice y el pulgar
descansa
la gruesa pluma:
cavaré con ella.
Muerte de un naturalista
Durante
todo el año el dique de lino supuraba
en
el corazón del pueblo; verde y de cabeza pesada
el
lino se pudría allí, aplastado por enormes terruños.
A
diario chorreaba bajo un sol de justicia.
Burbujas
gorgojeaban con delicadeza, moscardones
tejían
una fuerte gasa de sonido en tomo al olor.
Había
también libélulas, mariposas con lunares,
pero
lo mejor de todo era esa baba caliente y espesa
de
huevos de rana que, a la sombra de las orillas,
crecía
como agua coagulada. Aquí, cada primavera
yo
llenaría los tarros de mermelada con gelatinosas
motas
para poner en fila en el alféizar de la casa,
y
en el colegio, sobre estantes, y esperaría y miraría
hasta
que los puntos engordasen estallando en ágiles
renacuajos
nadadores. La Señora
Walls nos contaría cómo
a
la rana padre se le llamaba rana toro
y
cómo croaba y cómo la mamá rana
depositaba
centenares de pequeños huevos y eso eran
babas
de rana. También se podía predecir el tiempo por las ranas
pues
eran amarillas al sol y marrones
bajo
la lluvia.
Entonces,
un caluroso día cuando los campos apestaban
a
boñiga de vaca sobre la hierba, las airadas ranas
invadieron
el dique de lino; yo atravesaba los marjales
agachado
y al son de un áspero croar que no había oído
antes.
El aire se espesó con un coro de bajos.
Justo
al pie del dique ranas de gordas barrigas sé mantenían alertas
sobre
terruños; sus nucas sueltas latían como velas. Algunas saltaban:
el
slap y plop eran amenazas obscenas. Algunas se sentaron
dispuestas
como granadas de barro, con sus calvas cabezas pedorreando.
Me
sentí enfermo, di la vuelta y corrí. Los grandes reyes babosos
se
reunían allí para vengarse y supe
que
si metía mi mano las babas la agarrarían.
El metro
Ahí
estábamos corriendo por los túneles abovedados,
tú
deprisa delante, con tu abrigo de estreno
y
yo, yo entonces como un dios velocísimo ganándote
terreno
antes de que te convirtieras en un junco
o
alguna nueva flor blanca salpicada de rojo
mientras
el abrigo batía salvajemente y botón tras botón
saltaban
y caían, dejando un rastro
entre
el metro y el Albert Hall.
De
luna de miel, luneando, ya tarde para el Baile de Promoción,
nuestros
ecos mueren en ese corredor y ahora
vengo
como lo hizo Hansel sobre las piedras iluminadas por la luna
recorriendo
el sendero de nuevo, recogiendo botones
para
acabar en una estación con corrientes de aire y luz de lámparas
cuando
los trenes ya se han ido, las vías húmedas
desnudas
y tensas como yo, todo atención
por si tus pasos me siguen, pero antes
muerto que mirar atrás.
(Ilustración: obelisco en
memoria de los manifestantes asesinados por los paracaidistas británicos, en
los sucesos del Domingo Sangriento, 30 de enero de 1972, a los que se refiere
el poema EL CAMINO A DERRY)
La dura poesía de Hearney es un canto al descreimimiento ., a la falta de piedad y de justicia...El canto de Hearney a los caidos en el Bloody Sunday, sangre sobre letras...Gracias por traerlo aqui de vuelto, Luis...un abrazo
ResponderEliminarA través de su lenguaje, Seamus Heaney asume una poesía poderosa en un contexto algunas veces dramático.
ResponderEliminarblog-rosariovalcarcel.blogspot.com
This post gives clear idea in favor of the new users of blogging, that truly how to do blogging and site-building.
ResponderEliminarAlso visit my blog post ; pizza games cake
Acaba de morir, pero nos ha dejado la fuerza de su obra.
ResponderEliminarExcelente poesia.
ResponderEliminar