En
tiempos de globalización creciente, cuando los medios de comunicación tienden a
uniformizar usos y costumbres de la aldea global, Canarias celebra cada verano
docenas de romerías en cada una de las islas, una especie de reencuentro
nostálgico con usos del pasado rural, carrozas y carretas con productos de la
tierra que van desde una piña de plátanos a pescado recién apresado, grupos de
tocadores y cantadores y una legión de mujeres y hombres ataviados con los
trajes típicos de cada lugar. Romerías multitudinarias en cada una de las
islas. Se produce, entonces, una aparente explosión del culto a la tierra chica
que nos vio nacer, a las tradiciones reales o incorporadas en el último minuto.
Desde los tiempos en que se instauró la democracia, tenemos un cierto empacho
de folklore pero en realidad desde los años 60 comenzó el aluvión que
protagonizaron los primeros grupos que dieron otra dimensión a lo que la gente
tocaba y cantaba en las parrandas: Los Sabandeños en Tenerife, Los Gofiones en
Gran Canaria, Los Arrieros en la isla de La Palma. Ver a un rubicundo alemán
formando parte de un grupo de tocadores de timple o a una china en medio de un
grupo de baile de cualquier agrupación de cualquier isla demuestra que estamos
en tiempos de fusión, de mezcla, de intercambio de identidades. Inmigrantes que
proceden de la Unión Europea, América Latina, Asia y la cercana pero casi
siempre distante África.
Como
bien dijeron hace muchos años los ensayistas Domingo Pérez Minik y Juan
Rodríguez Doreste, nuestras islas son un puerto de entrada y salida de
viajeros, puertos abiertos a barcos de cien banderas como anticipó el poeta
Tomás Morales, pues desde siempre las capitales canarias han tenido un sesgo
cosmopolita. Y también habría que añadir que, si bien estamos en tiempo de
emigración de gente joven en busca de trabajo, para importantes núcleos de
población extranjera este archipiélago continúa siendo un imán por su calidad
de vida, por su clima, su naturaleza, su importancia turística y su capacidad
de integración para segmentos de población foránea. Con todo esto, la identidad de un pueblo va
modificándose en el transcurso del tiempo, está en evolución constante, ya que
además de la recuperación de usos del pasado siempre se añaden elementos
procedentes del exterior, que al cabo de unos años adquieren carta de
naturaleza. Por otra parte, hoy en día la identidad es un hecho totalmente
permeable en los distintos lugares del mundo, ya que un notable flujo de población
viene y va de un lado para otro y además internet nos acerca el espectáculo de
la globalidad, sin olvidar la enorme importancia de la solidaridad que debemos
mostrar con respecto a los grandes flujos de refugiados, de expulsados de su
tierra por las incesantes guerras, las persecuciones políticas, la falta de
Derechos Humanos, etcétera. Pues esta vieja Europa, a fin de cuentas un club de
ricos, no tiene otro remedio que dejar de mirar para otro lado cuando hay
cientos de miles de hombres, mujeres y niños en camino.
A
medida que uno se va haciendo mayor, se identifica con aquellos elementos
distintivos de la tierra en que nació. Valoras lo que anteriores generaciones
fueron construyendo, ese cimiento de la historia que no tiene que ver
necesariamente con insularismos, isloteñismos, pleitos insulares, etcétera. Ese
patrimonio histórico y espiritual está mucho más allá de las pugnas locales,
las rivalidades, las interferencias de los políticos. Porque cuando uno está
lejos de las islas sin duda le pone los pelos de punta escuchar una isa, una
folía, el tópico pero funcional pasodoble Islas Canarias, cualquier cosa que
sea auténticamente popular.
Hizo
mucho por la recuperación del folklore Nanino Díaz Cutillas y su programa
Tenderete, de audiencia masiva en sus inicios. Hoy la audiencia está
fragmentada, puesto que hay programas similares en TVE en Canarias y en la RTV
Canaria. Las transmisiones de lucha canaria por fortuna no se han extendido a
las riñas de gallos, que deberían ser suprimidas pese a ser tradicionales en
ciertos municipios debido a que la sociedad cada vez está más mentalizada en
cuanto a la necesidad de proteger el mundo animal, evitando todo tipo de
violencia o maltrato. Obviamente, las peleas de perros, de carneros o de
cualquier otra especie animal también habrán de ser perseguidas con rigor;
tienen mucha presencia en determinados barrios marginales y dan pie a jugosas
apuestas.
Distinguir
identidad y folklore requiere manejar importantes matices que no siempre son
bien entendidos. La identidad puede ser manipulable con cierta facilidad, a
veces los medios de comunicación, y sobre todo la radio y la TV, generan una
tendencia a estandarizar la identidad. El folklore, al contrario, tiene un concepto
más amplio ya que puede estimarse que hace referencia al conjunto de prácticas,
creencias y costumbres que son tradicionales de un pueblo. De este modo, hay
que incluir no solo la música tradicional sino también los bailes, las
leyendas, los cuentos, la artesanía y las supersticiones. En el caso de
Canarias ya sabemos la importante presencia de las músicas latinoamericanas,
especialmente de la zona del Caribe, así como la similitud en el uso del
idioma, la gastronomía, etcétera. Con especial referencia al punto cubano, el
arte de los verseadores que con tanta energía se aclimató en la isla de La
Palma, donde se cuida en municipios como Tijarafe y otros lugares del norte de
la isla a lo largo de sus fiestas patronales. Los repentizadores, los romances
tan arcaicos que también se conservan en personas de mucha edad en algunos
lugares de las islas, el gusto por la música mexicana, la aclimatación aquí de
tantas canciones que nacieron al otro lado del océano y han cobrado carta de
naturaleza, la cercanía sentimental con Venezuela: todos ellos son ingredientes
que alimentan a nuestra gente, que desde siempre tuvo que coger las maletas
para fundar ciudades al otro lado del mar, para superar el hambre, para hallar
nuevos horizontes más allá de la estrechez de este suelo.
(Publicado
en www.laprovincia.es, hoy lunes 2 de
noviembre)
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