El
rodaje de la película del director John Huston con el actor Gregory Peck en aguas
de El Confital (diciembre-enero de 1954-55) ha sido uno de los acontecimientos
más importantes para la cultura canaria en las últimas décadas, fue como si
Hollywood desembarcara en las islas. Se está programando una ruta turística que
rememore los lugares y circunstancias del rodaje y además debería hacerse un
recordatorio, en forma de placa, en forma de escultura o de cualquier otro
monumento, por parte del ayuntamiento capitalino, pues así lo merecen los
espacios en que se filmaron los últimos minutos de la acción del film, así como
los establecimientos hoteleros y los restaurantes que frecuentaban los equipos
técnicos aquí desplazados. Con el rodaje de Moby Dick y el posterior de Tirma,
en el propio verano de 1955, Gran Canaria se alzaba como plató cinematográfico,
y es a partir de entonces cuando las islas se convierten en un escenario para
producciones cinematográficas internacionales.
La
densa novela de Melville (1851) forma parte del canon literario de la cultura
occidental. Se trata de una lectura obligatoria en institutos y universidades
norteamericanas; en ella juegan realismo y simbolismo, tragedia, drama y épica,
las luces y las sombras de la condición humana: El capitán Ahab con su obsesión
por vengarse de la ballena blanca, la lucha entre civilización y la barbarie, el
trágico final de los personajes, con Ismael como único superviviente. Como
novela, Moby Dick es una pieza de
grandes dimensiones, de ahí que el mito persista y sea tan interesante para el
cine.
La obra de Melville
se convierte en una voz en off, casi omnipresente en el relato de Valcárcel,
pues va fundiéndose con él. Nos muestra
la lucha titánica del bien y el mal que se establece entre el capitán Ahab,
interpretado por Gregory Peck, y la ballena, que fue construida en los
astilleros de nuestro Puerto de La Luz. El propio director John Huston elogió
en sus memorias la habilidad de los hombres que construyeron la impresionante
ballena con los medios rudimentarios de la época. Pese a que recientemente se
ha rodado en La Gomera y Lanzarote otra producción basada en la misma historia,
aquel rodaje sigue estando en primer plano. Valcárcel, pionera de la narrativa
erótica en las islas, describe en su texto ya citado el valor de la amistad, la
iniciación en la vida de la joven protagonista que aparece como testigo de aquellos
acontecimientos, cómo fue el rodaje con muchos extras, así como anécdotas sobre
la presencia de Gregory Peck en la isla, y los personajes que intervinieron. La
autora avanza en su libro con su estilo diáfano, su lenguaje claro, dúctil y
espontáneo, sobre el cual afirma el riguroso crítico Jorge Rodríguez Padrón:
“esa forma de contar, tan directa, tan sin rodeos, creo que tiene
espontaneidad, y por eso mismo verdad. Pero sucede que, a menudo que leemos,
nos llevas hasta el otro lado de la cosa, la novela de Herman Melville, cuyos
fragmentos dialogan con las situaciones que cuentas en un intercambio muy
interesante. Tú has sabido darle vida y verdad al imaginario de la isla.”
Se
aprecia que cuando escribe, tanto en sus relatos eróticos como en su literatura
juvenil, esta mujer tiene un estilo cálido, fresco, cercano, aparentemente
sencillo pero contagiado de sutileza y elegancia. El mar le resulta cálido y
cercano, como ya sucedió en su primer libro de evocación, La Peña de la Vieja y otros relatos, Anroart, 2006, sobre su
infancia en Las Canteras. “Me detengo en las emociones ingenuas que me provocó
mi ballena blanca, grande, muy grande, con su cabeza levantada y su expresión
bondadosa, y me llega a la memoria la serenidad de su mirada, el latir de su corazón,
aquel candor tan infantil que emanaba de ella desde la primera vez que la vi”,
dice la autora.
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