Vivimos
en el chantaje sutil o no disimulado. El presidente del gobierno dice que si la
gente no le vota, la recuperación económica se irá al garete, la crisis nos
dará dentelladas y España nunca más irá bien. Como España les roba, la mitad de
los catalanes convocarán nuevas elecciones y luego pedirán un referéndum
decisorio hasta que salga lo que desean, ni en Escocia ni en Quebec ganaron los
independentistas pero la pelota seguirá en el tejado porque si la política es
el arte de lo posible, está claro que el asunto no ha sido negociado
políticamente, los independentistas eran el 25 por ciento hace cuatro años y
ahora se duplican, casi la mitad del electorado. Los empresarios, más sensatos,
censuran tanto el inmovilismo de Rajoy, carente de cintura, como la feria
eufórica hacia ninguna parte de Artur Mas. Y eso que la burguesía catalana
siempre fue pactista a rabiar, siempre amenazaba pero luego se quedaba con el 3
por ciento de las comisiones, y contribuía a la gobernación del Estado.
Cada
cual amenaza a su manera, por eso también Cameron pide un referéndum para
dilucidar si el Reino Unido continúa en Europa o si Europa se va al garete
cuando ellos impongan condiciones inaceptables y se vayan a hacer gárgaras a
otra parte. Y ahora que vienen las urnas, cada uno de los partidos dice que su
verdad es la única para abandonar el purgatorio del paro, los bajos salarios,
los contratos infumables, el fracaso juvenil, el índice de divorcios, etcétera.
Con todo este sarao, para ambientar la fiesta que se avecina, algunas y algunos
se han lanzado a bailar en programas televisivos, es más rentable ser simpático
y novelero que llevar ideas propias.
Llega,
pues, el momento de vender emociones primarias, este candidato es más seductor
que aquel, este otro ya me aburre con su escasa capacidad oral, el de más allá
nunca llegará a presidente si no se corta la coleta, para guapo Pedro Sánchez,
para guapa la Inés Arrimadas aunque ahora no se presenta. Y mientras tanto generales
y juezas de mucho cartel se colocan al frente de candidaturas nuevas. Todos
quisieran ser simpáticos, próximos, cómplices. El envaramiento de los viejos
tiempos deja paso a la participación en los programas de masas; a falta de
propuestas serias la política se va convirtiendo en espectáculo televisivo, y
lo que nos queda por ver en el escaso mes que resta hasta la cita electoral.
Además, cada cual va haciendo sus fichajes al frente de esta o aquella
candidatura. Digo yo que si los agentes de futbolistas se forran ¿hay agentes
dispuestos a captar a candidatos-as de peso y cuánto se llevan de ficha?
Cada
semana nos entregan encuestas que difieren bastante en sus predicciones y el
ruido político se acrecienta con esos muestreos en los que, faltaría más, se
advierte la labor de “cocina” del CIS, Centro de Investigaciones Sociológicas. ¿Por qué se falla
tanto? ¿Mienten los ciudadanos cuando se les pregunta? ¿Están los sondeos
viciados de inicio? ¿Sirven realmente para algo si la gente desconfía de ellos?
Quizás el principal factor esgrimido por los profesionales para explicar estos errores
es el tiempo de antelación a los comicios con que se puede publicar una
encuesta. Una de las tradicionales reclamaciones de los sociólogos en este
sentido es que se permita publicar sondeos
sin la limitación actual,
que impide difundir estos estudios desde cinco días antes de la votación, algo
que ocurre de modo similar únicamente en Italia y en Grecia. Existe la teoría
de que cuanto
más se acerque la realización de la encuesta a la fecha de
unas elecciones, mayor es la probabilidad de acierto y mejor se detectará la
evolución del voto más volátil. De ahí que las encuestas más certeras sean
siempre las realizadas a pie de urna el día electoral.
Las encuestas fallan
tantas veces porque las encargan y las cocinas los partidos cuando intuyen que
sus intereses están en peligro pero en definitiva las carga el diablo, que es
viejo y sabe mucho a la hora de engañar. Dicen los expertos que en las
elecciones que se avecinan hay todavía un gran número de indecisos, pues estos
superan el 20 por ciento del electorado. Recordemos que en las recientes
elecciones catalanas el CIS le anticipó tanto a Ciudadanos como a Podemos unas
perspectivas bastante inferiores a los votos que finalmente lograron. Y ahora
tendríamos que considerar que de los 350 diputados que conforman el Congreso,
más de la mitad proceden de cuatro comunidades: Andalucía, con 60; Cataluna,
47; Madrid, 36 y Valencia, 33. Las cuatro comunidades más pobladas son las que
otorgarían la mitad más uno de los escaños, y en algunas de ellas el partido en
el poder ha sufrido reveses. ¿Y del Senado qué podríamos decir? Aunque el
partido Ciudadanos avance que se propone suprimirlo, es muy dudoso que sus
señorías acepten quedarse sin poltronas, del mismo modo que tampoco el partido
en el gobierno ha reducido los ayuntamientos que se dijo iba a suprimir. Al
final de cada legislatura, cada cual hace lo que puede porque los resultados
siempre distan de las promesas.
(Publicado en La Provincia ayer, lunes 23 de noviembre)
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