En las
islas hay un borbotón de nuevos creadores, particularmente en poesía aunque
también en narrativa, bellas artes, música, teatro, danza, y unas cuantas
disciplinas más. Como se multiplican los talleres literarios, cada año gente
nueva da a conocer sus poemas y sus relatos, que pronto acabarán dando forma a
sus primeros libros. Muchas veces son autoediciones, gente que se dirige
directamente a una imprenta olvidándose de las editoriales grandes, medianas o
pequeñas, que suelen dar plazos largos para la publicación. Gestionar
directamente con la imprenta reduce el tiempo de espera, en la era digital lo
más complicado es la maquetación del libro, el resto es un proceso que se ha
abaratado. Muchas veces lo que surge son libros colectivos, se supone que las
antologías con muchos participantes están mejor posicionadas a la hora de
conseguir que la edición se venda e incluso que se publique de nuevo, bien es
verdad que la mayoría de las veces las tiradas son cortas, casi siempre por
debajo de los 200 ejemplares. Existe una tendencia a publicar de 100 en 100,
incluso de 50 en 50, a medida que se recupera la inversión se acude a la
imprenta para encargar más ejemplares. Los participantes son mujeres y hombres
de distintas edades ansiosos por dar a conocer su obra, son tan entusiastas e
inasequibles al desaliento que alargan hasta el máximo las lecturas de sus
versos. Hay múltiples convocatorias para ello, incluso se están formando clubs
más o menos cerrados que vienen a actuar como foros de apoyo para sus
integrantes; llevan sus libros a los pueblos, los llevan a las islas,
dramatizan sus lecturas con golpes de efecto destinados a llamar la atención de
los auditorios, pues ya se sabe que en nuestro entorno se lee más bien poco.
Siempre
llevan prisa los poetas, sienten la urgencia por dar a conocer sus versos
frescos como panes recién hechos, sienten la imperiosa necesidad de rememorar
aquellos versos suyos más conocidos. Son cada vez más frecuentes los recitales
que duran horas, pues son convocatorias abiertas a las que puede sumarse
cualquiera, son como asambleas populares de la palabra, con plena libertad para
intervenir con cualquier tipo de trabajo. Y, puesto que la escritura se ha
democratizado, hay docenas, incluso cientos de voces dispuestas a leer sus
creaciones, independientemente del rigor y la calidad de sus versos. Muchas
veces son versos casi espontáneos, que han sido escritos en un santiamén porque
muchos de estos poetas prefieren leer la composición tal como la han escrito,
sin someterla a posteriores correcciones.
Esa
poesía poco elaborada, con escasa estética, pero que cuenta emociones,
vivencias y sentimientos elementales, siempre tiene éxito, sobre todo si el
poeta la dice con voz firme. Porque aquí surge otra cuestión: la mayoría de los
poetas no leen bien sus versos. Mayormente les preocupa ser entendidos por
públicos poco habituados a la literatura más que la técnica y la forma
expresiva. Como decíamos, son autores de textos espontáneos, que suelen hablar
sobre temas clásicos: el amor, el desamor, la violencia de género, la crisis en
todas sus facetas, el paso del tiempo, la vida y la muerte, las pequeñas
anécdotas cotidianas. Uno de los grandes problemas de este tipo de obra es la
falta de lecturas de sus autores, personas que trasladan sus emociones y sus
conflictos al papel sin haberse preocupado suficientemente en el aprendizaje.
Leer, es decir informarse, puede ser una pesada carga, pero sin conocer la
tradición literaria, sin esforzarse en leer no serás capaz de escribir bien. Para
escribir medianamente bien hay que estudiar, y mucho.
El
Gobierno de Canarias dedicó el Día de las Letras Canarias del 2014 a la obra de
nuestro poeta Agustín Millares Sall, y con este motivo hubo una revisión
crítica de su obra. Agustín pertenecía a aquellos poetas que escribían para
transformar la sociedad, era un propósito difícil de realizar pero ahí estaba
la voz de los líricos, una voz que lanzaba proclamas hacia los tiempos
distintos que habrían de venir cuando el país fuese un hogar para todos, más
allá de los odios y las persecuciones, de las dos Españas de la guerra civil.
Por supuesto que la poesía por sí sola no consigue cambiar el mundo, pero sí
ayudó a crear un ambiente, junto con los cantautores que muchas veces hacían en
música los poemas que todo aquel grupo escribía. Los poetas lanzaban sus versos
con mucha inteligencia, siempre con mensajes entre líneas, para burlar la
censura. Recordemos que la censura previa obligatoria se mantuvo en España
hasta la denominada Ley Fraga, de 1966. En la ciudad de Las Palmas el abogado y
periodista Antonio Cillero fue el último funcionario encargado de supervisar
los textos. Yo mismo le llevé mi libro de poemas Crónica de todos nosotros,
Premio Julio Tovar en Santa Cruz de Tenerife, que salió en 1972, en Inventarios.
Los años 60 fueron años de acelerón histórico: a raíz de Mayo del 68 en Francia
la universidad se agitó, la necesidad de cambio iba calando en la sociedad.
Todo esto desembocó en el borbotón libertario tras la muerte de Franco, cuando
la poesía ganó la calle y los poetas eran vitoreados en los actos públicos.
Tanto
Agustín Millares como Pedro Lezcano, por su militancia política, llenaban los
terreros de lucha canaria y conseguían audiencia en los campos de fútbol cuando
las primeras elecciones. La poesía, al fin, estaba en la calle, viva. Tanto Agustín
como Pedro Lezcano y Pedro García Cabrera tuvieron la suerte de que algunos de
sus poemas fueron cantados por gente importante: Taburiente, Caco Senante, el
grupo Palo, Rosa León, Los Sabandeños. Agustín y Lezcano eran más mitineros,
García Cabrera añadía un tono más introspectivo y existencial a su literatura, venía
de Gaceta de Arte y le preocupaba más el sentimiento metafísico de la
insularidad. La poesía hecha canción entra muy bien en el pueblo llano, que
normalmente no tiene ni libros ni periódicos en su casa y jamás lee un libro. Podríamos
considerar que la poesía está hecha para la oralidad y el colectivo de los
cantautores, desde Joan Manuel Serrat a Pablo Milanés o Silvio Rodríguez o
Amancio Prada o Pete Seeger o Joan Báez o Bob Dylan o Georges Moustaki o Jacques
Brel o Leonard Cohen, ha hecho una labor esencial a la hora de divulgar ese
mensaje que mira hacia nuestro interior, el alma, el asombro ante la vida.
(Foto histórica de grupo: Vicente Aleixandre con Agustín Millares Sall, Pedro Lezcano, Pino Ojeda, Pedro Perdomo Acedo, Ventura Doreste y Padorno)
Muy buen artículo,gracias.
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