El verdadero asunto no es el de fabricar señas de identidad y calentar a las masas en la calle para el gozo de los nuevos mesías, Artur Mas sin ir más lejos. Cuando hasta The Economist advierte de que la creciente
desigualdad es uno de los grandísimos desafíos sociales, políticos y económicos
de nuestro tiempo, es que algo gordo se está cociendo. Así lo ha dejado caer el
Informe especial sobre la economía mundial. En Estados Unidos varias
universidades de mucho prestigio y el propio Fondo Monetario Internacional
están dando la voz de alarma respecto al hecho de que el enriquecimiento de una
minoría respecto a la creciente pobreza de las mayorías es lo que ha causado la
actual crisis, y no solo eso sino que con la actual situación unos pocos siguen
amasando sus fortunones mientras la mayoría languidece y se empobrece cada año
un poco más. La ingeniería financiera incrementa la perversidad del sistema
neocapitalista, permite crear riqueza “virtual”, no basada en la productividad
ni en el esfuerzo sino en el conocimiento de mecanismos tramposos.
Lo ha advertido incluso esa prestigiosa y neoconservadora
publicación, The Economist, cuando dice que “las investigaciones de los
economistas del FMI indican que la desigualdad frena el crecimiento, causa las
crisis financieras y debilita la demanda”. De tal manera que el incremento de
los recortes, con el subsiguiente palo al consumo, supone un lastre de difícil
solución. Lo novedoso sería que ahora los que mandan en la economía empiezan a
preocuparse sobre quién acumula cuánto. Un puro ejercicio de cinismo e
hipocresía social, tan patentes en la historia de la humanidad. La desigualdad
vendría a ser, según las últimas reuniones del Foro Económico Mundial, “el
problema más acuciante de la próxima década.”
El
desvalijamiento de la clase media, con la subida de impuestos y el aumento de
los recortes, y la escasa creación de empleo, contribuye a que el panorama no
mejore en lo más sustancial. En
nuestro caso, lo peor es que mientras universidades y foros de medio mundo
llegan a esta misma conclusión de lo perverso de la desigualdad, los gobernantes
de aquí siguen incrementándonos la dosis de paralizante austeridad en vez de
procurar incentivación, nuevas fórmulas
para los emprendedores, créditos a pequeñas y medianas empresas para la
creación de empleo. De seguir así las cosas, veremos que cada vez se incrementa
el consumo de bienes extremadamente caros por parte de los ricos mientras que
la gran mayoría va a tener difícil llegar a la cuesta de enero. El gobierno
recorta salarios, subsidios, pensiones, prestaciones sociales y programas educativos,
sanitarios y de investigación y desarrollo.
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