Paul
Gauguin (París, 1848-Islas Marquesas, 1903) es otro de los gigantes de la
pintura. De agente de bolsa con sólidas ganancias pasó a bohemio y pintor casi
maldito, compañero de Van Gogh en Arlès cuando el genio holandés cae en uno de
sus desgraciados trances y se corta la oreja. Entró en el impresionismo y
abominó de él, se dedicó a experimentar con el color dando paso al fauvismo.
Unir vida y arte fue una obsesión, su búsqueda del paraíso lo llevó a Martinica,
Panamá (donde presuntamente contrae la sífilis que tanto marcará su vida),
Tahití y las Islas Marquesas. Porque en realidad rechazaba toda la cultura
occidental y buscaba el sentimiento de los pueblos primitivos, fue un
“indignado” antes del 15-M. Por eso rechazó lo académico y buscó encontrarse a
sí mismo a través de lo que consideraba auténtico. Abandonó su familia y su
posición para convertirse en artista, y lo hizo con la intención de desentrañar
el sentido de lo real.

En
la novela El paraíso en la otra esquina,
de Mario Vargas Llosa, Debolsillo, contemplamos una recreación de la vida de su
abuela, Flora Tristán, destacada activista obrera, y del propio Gauguin a
través de sus obras maestras.
A
los 43 años, dejando a su mujer danesa y a sus cinco hijos, se embarca hacia la Polinesia. La falta de dinero y
la soledad le obliga a retornar a Francia un año después, repatriado por el
gobierno. Ya en esa época cuidaba la expresividad de los colores, la búsqueda
de la perspectiva y el uso de formas voluminosas. El primitivismo de su obra
refleja el entorno tropical y la cultura polinesia, en muchas ocasiones pintó a
las mujeres que compartieron su vida, sus pieles oscuras, sus rasgos orientales.
En Tahití lleva una vida desenfrenada, sexo, alcohol, provocación.
Al
final considera que Tahití es demasiado civilizado y marcha a las Islas
Marquesas, donde los nativos habían practicado el canibalismo. Una vez más cree
estar en el paraíso pero conoce los abusos de las autoridades y trata de
defender a los indígenas, lo cual le genera problemas. Los críticos piensan que
anticipa el arte abstracto al simplificar las composiciones dando
preponderancia al color; también hace esculturas en madera. Lo cierto es que su
simbolismo colorista y vigoroso es un precedente de otros genios como Matisse.
Ilustraciones:
Autorretrato delante del célebre “Cristo amarillo” (1890) Museo de Orsay, París.
“Cerca del mar”, 1892, está en la National Gallery
de Washington
“¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde
vamos?”, sobre estas líneas, considerada por él mismo su obra maestra, fechada en 1897, se guarda en el Museo de
Bellas Artes de Boston
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