La norteamericana Louise Glück, 77 años, ha ganado el Nobel de este año. Fue Premio Pulitzer, también obtuvo el National Book de la Crítica. No va a recibir el premio en Estocolmo ya que la gala del 10 de diciembre ha sido anulada por el coronavirus. Da clases en la universidad de Yale y en el Williams College de Williamstown. Su obra es una poesía confesional, íntima, en la línea de Anne Carson. Su mirada contiene la crudeza ante los desengaños de la vida, la depresión y el duelo. Cultiva una belleza austera, que refleja la existencia humana.
En este mismo blog publicamos 5 poemas suyos el 19 de julio de 2019. Eran los titulados Ceremonia, El deseo, El dilema de Telémaco, Parábola de la bestia y Puerto Deportivo.
CAMPANILLA DE INVIERNO
Sabes lo que yo era entonces, cómo vivía? Conoces
la desesperación; de este modo
el invierno debería significar algo para ti.
No esperaba sobrevivir
a la opresión de la tierra. No esperaba
despertar otra vez, sentir
mi cuerpo sobre tierra húmeda,
capaz de responder de nuevo, recordando,
tras tanto tiempo, cómo volver a abrirme
en la fría luz
de la más temprana primavera—
asustada, sí, mas de vuelta contigo
llorando sí riesgo felicidad
en mitad del crudo viento del nuevo mundo.
Amante de las flores
En nuestra familia, todos aman las flores.
Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas:
sin flores, sólo herméticas fincas de hierba
con placas de granito en el centro:
las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras
llena de mugre algunas veces…
Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo.
Pero en mi hermana, la cosa es distinta:
una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre
a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de
ladrillo.
Cada primavera, espera las flores.
Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende
que es mi madre quien paga; después de todo,
es su jardín y cada flor
es para mi padre. Ambas ven
la casa como su auténtica tumba.
No todo prospera en Long Island.
El verano es, a veces, muy caluroso,
y a veces, un aguacero echa por tierra las flores.
Así murieron las amapolas, en un día tan sólo,
eran tan frágiles…
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