lunes, 31 de marzo de 2014

Agustín Millares, la poesía de la calle

En abril de 1972 me bajé de un ferry en el Puerto de La Luz, tras los estudios en La Laguna y, cumplido el servicio militar, vine con mi maleta de emigrante. A los pocos días de comenzar a trabajar en La Provincia conocí al grupo de escritores del grupo Inventarios: Isidro Miranda, Víctor Ramírez, Rafael Franquelo, Santiago Alonso, Justo Jorge Padrón, J.J. Armas Marcelo. Enseguida Juancho me invitó a visitar la humilde casa de Agustín Millares Sall en Schamann, y desde entonces fueron muchos los ratos que pasé allí con el poeta, su mujer y sus hijos de poca edad. En el paraninfo de La Laguna muchos poetas grancanarios dieron un recital memorable, debió ser en 1969. Agustín representa aquellos años en que la poesía estaba en la calle, su voz era un grito vibrante, rebelde, enérgico contra la injusticia y la tiranía. Poesía como comunicación pero también poesía como insurrección, tal como señala el profesor Jesús Páez. La voz poética de Agustín estaba marcada por la musicalidad, la vibración, el deseo de despertar solidaridades. Un poeta que escribía elegías a sus parientes muertos, pero también poemas domésticos, poemas de amor a su compañera de toda la vida, Magdalena Cantero.

La literatura escrita en Canarias fue pionera en tres instantes de la literatura hispánica: en la Ilustración, con Viera y Clavijo, los Iriarte y Clavijo y Fajardo; en el grupo de Gaceta de Arte, con el guiño surrealista, y en la Antología Cercada de 1947, aldabonazo de la poesía social. Y Agustín Millares Sall fue uno de los poetas históricos del siglo XX, ahora rescatado con la instauración del Día de las Letras Canarias dedicado a su obra en este 2014. Una poesía que hicieron canción viva los cantautores, desde Caco Senante a Rosa León, desde el grupo Palo a Los Sabandeños. Poesía militante que fue dicha ante multitudes en la grada curva del Estadio Insular, en el López Socas, en los primeros mítines de la democracia. Los poetas llenaban la calle, la poesía, al fin, volaba libre. Alcanzada la democracia, los poemas escritos para generar conciencia fueron completándose con otros más existenciales, más reposados. La sociedad había cambiado, ya no era tan necesaria la llamada a la rebeldía y el poeta indaga entonces sobre el cosmos, la familia, la amistad, los hijos, la esposa.

“Yo, poeta, declaro que escribir poesía / es decir el estado verdadero del hombre, / es cantar la verdad, es llamar por su nombre / al demonio que ejerce la maldad noche y día. / El poeta es el grito que libera la tierra, / la primera montaña que divisa la aurora, / la campana que toca la canción de la hora, / el primer corazón que lastima la guerra…” Estos versos son indelebles, inmarchitables. Pues el poeta se pone sobre sus hombros la piel del pueblo, aspira a la fraternidad. Agustín tiene poemas inolvidables, como La canción de la calle, Contigo, o No vale: “Te digo que no vale / meter el sueño azul bajo las sábanas, / pasar de largo, no saber de nada, / hacer la vista gorda a lo que pasa, / guardar la sed de estrellas bajo llave.” Dentro de las actuales tendencias de la poesía española sobrevive una Poesía de la conciencia que hereda el espíritu de aquella poesía social de los años 60. Y, a su muerte, Agustín dejó poemas inéditos en los que abordaba su visión de la naturaleza, la ecología, lo lúdico, el amor y la muerte. Tras la invitación de la directora de la Biblioteca Insular, Nieves Pérez, tuvimos la ocasión de clausurar el ciclo que este centro del Cabildo dedicó a la vida y la obra de nuestro poeta.

Hoy Agustín, el poeta vehemente y fecundo, tendría multitud de temas para lanzar su voz a las calles: las consecuencias de la crisis sobre los más desprotegidos, las guerras del imperio, los indignados, los inmigrantes y los cayucos, la multitud de parados. Recuerdo algún recital de poetas que organizamos en institutos juntando las voces de Pedro Lezcano, Agustín y Francisco Tarajano, tres nombres combativos  que dieron fe de un tiempo y un lugar. Agustín aportó energía, musicalidad, contundencia, y en sus grandes poemas estaba al nivel de Gabriel Celaya, Blas de Otero, José Hierro, la generación de poetas sonoros y rebeldes. Memorable la grabación de su Antología Personal (Centro de la Cultura Popular Canaria) junto a la guitarra de Totoyo. La poesía entendida como habla viva y testimonio, como denuncia y protesta, recogiendo el espíritu de Miguel Hernández, César Vallejo, Pablo Neruda. Poesía que se levantaba frente a la falta de libertades en foros como El Museo Canario, donde la policía llegó a interrumpir un recital de Gloria Fuertes. Poesía que siempre trataba de levantar esperanzas, iluminar corazones. Pues la misión del escritor siempre será alumbrar la belleza, luchar por la utopía de un tiempo mejor, lanzar un abrazo vitalista a los otros, compartir el afán de  superación ante los reveses de la vida, rescatar el ideal de felicidad y compasión.
 
(Ilustraciones: portada de una antología y en la grabación del programa La Clave, TVE)

3 comentarios:

  1. Gracias Luis por esta reflexión tan interesante sobre un gran poeta, Agustín Millares un símbolo para toda la poesía española.

    blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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  2. Confieso desconocer la poesía de Agustín Millares, la buscaré. Este artículo me ha servido para fijarme en este autor. Buena labor la de acercarnos autores canarios para reverdecer su presencia.

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  3. Muy buena reflexión. Además se echa de menos la buena literatura hispánica. Ud. Don Luis me ha sorprendido con este relato dónde se revive el nombre de Agustín Millares Sall.
    Siempre defenderé: "Que del pasado no se vive pero del pasado se aprende." By Carla Carvalho
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