Vaya que si hace trampa este
hombre. Nos cuenta siempre la misma historia: personajes extraños, esa chica misteriosa que hace el
amor con tanta frialdad y que de pronto desaparece llevándose consigo un grave
secreto, ese joven vividor que en el fondo es muy infeliz, ese “hombre carnero”
que ya apareció en otra obra suya. Esos asesinatos que caen en la bruma, ese
misterio. Este japonés sabio nos cuenta siempre la misma atmósfera de magia y
sombras. Nos cuenta esa mirada enigmática de su pueblo, ancestros que se
hunden en el tiempo. Nos da un repaso de música clásica y de jazz y de pop y de
rock, se sabe los mil grupos desde los sesenta para acá.
El narrador tiene un sueño
recurrente y un escenario recurrente: un hotel que ha sido derribado y
reconstruido. Una joven prostituta desaparece sin dejar rastro. Él tiene 34
años, está divorciado y escribe sobre los mejores restaurantes de las distintas
ciudades, ha perdido muchas cosas en el camino y se siente desmotivado. El “hombre
carnero” le habla desde un espacio que es el no-espacio. Aquí entran otras
dimensiones, otros sueños. El mundo real y el mundo irreal que viene hacia lo
real. “Tú tienes que hacer todo lo que puedas. Quedarse sentado pensando no conduce a ninguna parte”, dijo el hombre carnero. -¿Entonces qué diablos hago? –Baila, no dejes de bailar mientras suena la música. No pienses porqué lo haces. No des vueltas ni busques significados. Si te pones a pensar las piensas se detienen. Así que, por muy ridículo que te parezca, no dejes de bailar.”
Los personajes de Murakami tienen dotes adivinatorias, anticipan sucesos de destrucción y muerte, se suicidan cumpliendo quizá el suicidio ritual tan frecuente en su país. Así vemos desfilar a jóvenes prostitutas de lujo, un actor frustrado a pesar de su enorme éxito, una adolescente de 13 años de rara belleza, una recepcionista de hotel que también es capaz de ver en la oscuridad. Raras conexiones fascinantes.
Hay que recordar que este hombre estudió literatura griega y que es el autor japonés más influenciado por occidente. Abrió un bar de jazz, la música es importante en su vida. “Baila, baila, baila” es un título copiado de una canción de los Beach Boys: Dance, dance, dance.
En esta novela, Murakami reincide en personajes que todos consideran raros, excéntricos, solitarios, nostálgicos, amantes de la buena música y en la existencia de dos mundos paralelos en distintas dimensiones que se entrelazan (como ocurría en “1Q84”)
Un premio Nobel está al caer.
Me encanta Murakami.
ResponderEliminarMe alegro, Moisés. Gente con sensibilidad
ResponderEliminarEsto no es amar la literatura, crear una fórmula de éxito, repetirla unas cuantas veces, llenarse de gloria y apartarse del bullicio en alguna granja, aceptando luego, espaciadas veces, alguna entrevista en la suite más cara de un hotel famoso a cambio de pasta. Ha ocurido con músicos, actores, cineastas, escritores...
ResponderEliminarEl Kerouak de Oriente, vaya!, vaya! como ha penetrado en el mundo el "On the Road", de la generación fantástica generación beatnik,,,solo, que las maneras y modos de huir del sacrilegio de la trascendencia, colocan en sitios opuestos a este hombre carnero de ojos rasgados, Murakami respecto a Jack Kerouac, William Burroughs y al pionero Dylan Thomas...literatura para el Subway-Metro o Subterráneo...nada nuevo bajo el Sol Naciente.
ResponderEliminarLe regalé este libro a un amigo con la intención de pedírselo prestado después... Me gusta Murakami, esa mezcla de realidad y fantasía me encanta en literatura.Pero opino como JuanCalero, quizas esté repitiendo mucho las fórmulas de éxito.
ResponderEliminarun saludo