jueves, 30 de enero de 2014

Félix Grande: el compromiso y el deseo

Siguen los obituarios, la precipitada carrera hacia la muerte. Nos ha dejado el poeta Félix Grande, a los 50 años de la publicación de “Las piedras”, libro con que ganó el prestigioso Adonais en 1963. Nacido en Mérida pasó su infancia en Tomelloso, Ciudad Real, marido de la también poeta Francisca Aguirre, padre de la poeta Guadalupe Grande, falleció a los 76 años tras larga enfermedad (cáncer de páncreas). Compañero de Luis Rosales en la revista Cuadernos Hispanoamericanos, flamencólogo. Devoto de Antonio Machado y César Vallejo, fue el autor de un libro rompedor, Blanco spirituals, 1967, muy valorado en América Latina, a través de él viajó a Cuba y profundizó en una actitud de compromiso. Con Las rubáiyatas de Horacio Martín logró el premio nacional de poesía.  Lo conocimos en sus viajes a Canarias, era hondo, cercano y entrañable. Fue también el poeta del amor y de la sensualidad.

están ustedes algo equivocados respecto a los poetas,
nuestros legendarios tablones no resultan más apasionantes
que los de un empleado de Agromán o de un telegrafista,
cualquier oficinista puede aburrirse o angustiarse
tan fastuosamente como uno de nosotros,
conocemos las rodilleras y el brillo de los trajes viejos,
los finales de mes apretados de deudas insignificantes,
cotilleamos y subestimamos tanto como ustedes,
tenemos zapatillas burguesas, los ceniceros estratégicos,
nuestro médico de cabecera; en fin: somos vulgares;
hacen mal en creer que estamos más neuróticos que ustedes,
sáquense eso de la cabeza, no somos más abstractos
y a menudo tampoco más precisos; infancia, juventud,
madurez, andropausia, muerte: lo demás es aportación;
habitúense a considerarnos como personas usuales,
de otro modo es posible que no les sirvamos de nada,
basta ya de alcahuetería, abarrotada está la tierra,
gentes diversas que se quiebran o que resisten;
nadie sabe muy bien mediante qué procedimiento
se alcanza a ser un cerdo o una entidad admirable

(De “Blanco spirituals”)

Lo fugitivo

Mi recién conocida Loba
no nos pidamos groseras garantías.

Que dure un día un año un mes
es lateral en el amor
que se acabe es su precio
que duela luego es su victoria

Seamos servidores del amor
y jamás sus contables
cierto que viene para irse

como nosotros
como nosotros...

(De "Las rubaiyatas de Horacio Martín")

Infalibles, inmóviles, parlantes

Cien veces estuvieron a un paso
de persuadirme en su miseria.
Quédate –susurraban--, si delinques
te aplastará la soledad;
cuando tu juventud sea consumida
sólo tendrás las esquinas del mundo
y la noche con ratas y pobreza;
mas si te quedas serás agasajado
y nadie sufrirá por tu causa.
Quédate aquí. La ley cobija.
(Hablan bien estos miserables.)
Por entre la infección de sus salivas
cien veces mi vida y mi fiebre
y mi corazón emergieron
comiendo pan de rabia y orgullo
y pronunciando un no espantoso.
Tal vez soy inmortal.

Elogio de las bestias

¿Sabías que hay bestias mansas y leales
que cuando pierden su pareja
husmean el viento con hocico furioso
atacan braman reflexionan
se niegan a comer    y giran    y enloquecen?

Casida de la alta madrugada

Cuando te acuerdes de mi cuerpo
y no puedas dormir
y te levantes medio desnuda
y camines a tientas por tus habitaciones
borracha de estupor y de rabia

en algún lugar de la Tierra
yo andaré insomne por algún pasillo
careciendo de ti toda la noche
oyéndote ulular muy lejos y escribiendo
estos versos degenerados.

Una postal de nieve

Cuando me tienda en la vejez
como en un mal cerrado sepulcro
maldeciré tu nombre

Sólo porque esta noche
enajenado y absorto en tu cuerpo
he deseado que fueras eterna

y no sabía si pegarte o llorar.


Dame ungüento de carne, loba

La prisa despareja con que miro tu piel
la premura apretada con que altero tu cuerpo
y este desasosiego en que empapo mi lengua
para hablarle a tu carne y lamer a tu voz
son como ávidas gotas de estaño compasivo
que busca aminorar las grietas de la muerte.

La planta de la edad nos chupa nuestros días
abriéndose como una flor negra, abominable
y en este esplendor de hoy se oculta la simiente
de una desposesión calcinada y perversa
como la del desierto. En el calcio del tacto
hay una lenta caries que nos invade desde
el fin aterrador del tiempo y de la vida.

Presuroso y perdido unto en mí tu persona
y soy un bulto de hombre y de loco y de perro
que corre por tu cuerpo y a la vez por un túnel
despavoridamente lamiendo en las tinieblas.

Para envejecer juntos

Para envejecer juntos nos cogemos las manos,
yo miro tu sonrisa, tú miras mi tristeza;
irán saliendo arrugas en mi alma y tu cabeza
y canas sobre nuestros espíritus humanos;

idéntica vigilia caerá en nuestras historias:
ver al tiempo ir cerrando una a una las ventanas,
me sonreirás lo mismo que todas las mañanas
y será como un ramo de flores mortuorias;

tú eres ese recuerdo que he de tener un día,
yo soy esa nostalgia que poblará tu frente
cuando ya sea un anciano, amada, anciana mía;

pienso en ese futuro tranquilo y arrugado
como en dos viejos libros qua ya no lee la gente,
con tanto como habrán, en silencio, aguardado.

1 comentario:

  1. Hay una universalidad en su pensamiento que te hace reflexionar, pensar en lo grande que es la poesía.

    blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

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