Los músicos callejeros tienen que pasar en Madrid
por un examen para demostrar que son auténticos, que dominan las notas
musicales, que saben de corcheas y semicorcheas y todo ese tinglado de
conocimientos que se estudian en los Conservatorios, o en las academias de
Santa Cecilia. Como vemos, el partido del gobierno que, aunque ellos no se lo
crean, dan bastante pasitos hacia atrás y muy
pocos hacia adelante, o sea, que no saben bien la yenka, les falta implantar
ya, por decreto, una especie de Stasi,
de NKVD, de SS, o de CIA, a la española, para controlar, no sólo a los etarras
o a los catalanes independentistas, sino
también a los mendigos sin pedigrí, a
las prostitutas desorganizadas, a los chorizos de menor categoría, a los que se
dedican al menudeo de la droga y a todo vago y maleante que pulula por esas
calles de Dios, que, además, podrán ser
detenidos interceptados, sin más, por
los vigilantes jurados o los porteros de discotecas y de puticlubs, a partir de
2014.¡Cuidado con estos elementos porque muchos de ellos dejan mucho que
desear!Caramba, con esta retórica, que tanto se repite como disco rayado en las tertulias televisivas, radiofónicas o de las plazas del pueblo, me he desviado del asunto principal, que era el de los músicos callejeros.
En diversas ciudades europeas he visto como éstos son muy estimados, tanto los que tocan música clásica como ligera. La gente se para a escucharlos y cuando terminan las piezas que han tocado, les aplauden. Después colocan su óbolo en señal de reconocimiento. En España, donde la cultura musical deja mucho que desear todavía no ocurre lo mismo. Por la calle de Triana, e incluso en Las Canteras, podemos ver músicos que son bastante buenos. Los peatones locales suelen pasar a su lado, les miran y algunos se rascan el bolsillo y les echan una monedita, pero continúan la marcha, sin esperar siquiera a que terminen la pieza que están tocando. Los extranjeros centroeuropeos o nórdicos se detienen.
Quería dedicarle mi pequeño homenaje a Fernando Argenta, un hombre que llevaba la música en sus genes y que creó el impagable espacio Clásicos Populares (con diversas grabaciones incluidas) con el que muchos españoles, niños y adultos, aprendieron a amar la música clásica.
Que tengamos todos un año 2014 sin demagogia, sin engaños, sin trampas ni cartón. Y con empleo, para el que no lo tenga.
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