lunes, 25 de febrero de 2019

El confuso panorama desde el puente



Remedando la magistral obra teatral de Arthur Miller, podríamos concluir que es confuso el panorama que se divisa desde el puente. Por ejemplo: ¿hubo rebelión o más bien hubo sedición el día del referéndum desautorizado? ¿Cuántos años tardarán los tribunales europeos en dilucidar si se registró violencia por parte de los convocantes o por las fuerzas policiales del Estado? ¿Quién será capaz de soportar las soporíferas jornadas del juicio del año, las llamadas a los testigos, las intervenciones de las defensas? ¿Y saldrá una opción clara y viable de las urnas el 28 de abril o por el contrario será el nuevo comienzo de las grandes dudas? Tantas cuestiones nos confunden. Los mesías están sueltos en las calles, predican fieramente como si fueran gurús que se saben todas las cosas, y recordamos la ocasión en que Artur Mas se tiró al monte pidiendo una mayoría amplia para la autodeterminación, y lo que sucedió fue que en esa ocasión su partido perdió 12 diputados en el parlamento catalán. Según todos los síntomas, los líderes del “procés” tienen criterios bastante enfrentados a la hora de analizar la situación creada y las posibles salidas del laberinto. Todo esto viene a cuento respecto a la pregunta de si los partidarios de la independencia ya cuentan con la mayoría suficiente para imponer su criterio frente a quienes están callados o se reservan su voto si es que llega la proclamación de un referéndum. Y es que ahora corremos tiempos de intolerancias y posicionamientos poco dispuestos a establecer negociaciones que conduzcan a fórmulas viables de convivencia. Abundan los políticos mediocres, sin otra idea que permanecer en el cargo.
Alguna vez hemos oído que España es un país de derechas y por lo tanto era previsible que tarde o temprano llegara la confluencia de las tres formaciones de ese signo que van a tratar de llegar a la presidencia del gobierno. Tras la muerte del dictador hubo cuatro mandatos en que el Partido Socialista ganaba holgadamente las elecciones, de aquella época perviven las figuras de Felipe González y Alfonso Guerra, y luego vinieron etapas de sana alternancia, que definitivamente en eso consiste la democracia. Honradamente, pienso que España no es de derechas ni de izquierdas sino que buena parte de los votantes en realidad andan buscando el espacio de centro, pues el centro significa moderación y deseos de entendimiento. Es lo que supo ver Adolfo Suárez, el político de alto nivel que tuvo mucha visión de futuro y sin embargo fue sacrificado por sus propios delfines. Suárez permanece en la memoria colectiva como un ejemplo de político honrado y puesto al servicio de nobles ideales. Está claro que, ahora mismo, en  un extremo y en otro hay mucho voto del descontento social, son miles, acaso millones de votantes radicalizados y por eso se dio en su momento el auge de Podemos y en el otro extremo de la balanza se nos viene encima la estruendosa la irrupción de Vox en el Congreso de los Diputados. Habrán visto la gran disparidad de las encuestas que se están dando a conocer, en las que a la formación de extrema derecha tanto le conceden 6 diputados como le asignan 20 e incluso algunas proyecciones llegan a adjudicarle 45. Habría que preguntarse si tanta encuesta que circula por ahí tiene base real o quienes las elaboran padecen algún síndrome. Es muy aventurado adelantar las posibles coaliciones, porque la impresión más común estima que el bloque de las derechas y el bloque de las izquierdas tendrían difícil llegar a la mayoría necesaria para gobernar, y para ello van a necesitar en cualquier caso el apoyo de los partidos nacionalistas como el PNV y los independentistas catalanes, así como también precisan del apoyo de los minoritarios como Coalición Canaria y Nueva Canarias.
Como los líderes políticos son personas tocadas por la autosuficiencia y la soberbia, manifiestan ya evidentes intolerancias. Además, parece arriesgado que un partido anuncie desde ahora que nunca pactará con este o aquel, ya que después de las generales vienen las locales y autonómicas, y en estas hemos visto arreglos muy variopintos en función de cada circunstancia concreta. Por ejemplo, el PSOE y Ciudadanos han conformado gobiernos locales y regionales aunque ahora ya Ciudadanos anuncia que bajo ninguna circunstancia volverá a pactar con Pedro Sánchez, lo cual en buena lógica supondría que se negará a pactar con los socialistas allí donde lo necesite. En realidad, en nuestro país no se da todavía la cultura del pacto que tan frecuente es en otros países, acostumbrados a gobiernos de coalición en los que a veces se da el caso de que el presidente de gobierno está adscrito a la fuerza más pequeña. La capacidad de negociación todavía no está muy asentada entre nosotros y además están asomando las proclamas de exclusión. Algunos partidos piden contundencia frente a moderación, voto útil frente a dispersión del voto. Pero también se estima que una buena parte del electorado se mantiene indeciso en cuanto a la opción elegida, y son los últimos días de la campaña los que determinan que se decante hacia un lado o hacia otro.
Como estamos en tiempos de persianas bajadas –eso es lo que sucede cuando se produce un adelanto urgente de las elecciones, y máxime en esta legislatura tan breve- nos damos cuenta de que muchas cuestiones trascendentales se han quedado en el alero: la reforma laboral, la reforma educativa, la muchas veces anunciada reforma de la Constitución, el encaje del asunto territorial, y un largo etcétera. Asuntos que requerirán pactos muy complicados para salir adelante o ser definitivamente abandonados si del 28-A no salen mayorías claras. Hay temas tan importantes como la educación que desde hace mucho tiempo deberían haber sido motivo de un pacto de Estado, igual que la reforma laboral y tantas otras cuestiones de mucho calado. Otra de las propuestas que se quedó sobre la mesa fue la regulación de la eutanasia, que fue aprobada por el Congreso a finales de junio del año pasado con el rechazo del PP y con el cambio de intención de Ciudadanos a última hora, pasando de la abstención al voto favorable. La proposición de ley del PSOE implicaba regular la eutanasia como un nuevo derecho individual que se convierta en una prestación en la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud. Los mayores de edad con una enfermedad grave e incurable y los discapacitados graves crónicos podrían recibir ayuda del sistema público para morir cuando la iniciativa superase los trámites parlamentarios habituales.

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