lunes, 11 de febrero de 2019

Las motos en la carretera y Google nos manda al Limbo


El doble accidente del suroeste de Gran Canaria, cuando dos motos chocaron de frente con el resultado de cuatro muertos, debe hacer reaccionar a los usuarios de las carreteras de esta tierra, en especial a los moteros. Cuando en toda España acaba de reducirse el máximo de velocidad de 100 a 90 kilómetros/hora en vías estrechas que solo tengan un carril para cada dirección, convendría fijarse en la orografía de las islas, esas carreteras con trazado de montaña, curvas y cuestas, cuestas y curvas con escasa visibilidad, en las que en ningún caso se debería pasar de los 50 por hora. La carretera es de todos: de los moteros, de los ciclistas, de los automovilistas, de los guagüeros, de los camioneros, de los prudentes y también de los imprudentes. Además no hay que olvidar que nuestro clima es muy cambiante, y sin previo aviso pueden surgir las calimas, las nieblas, los chubascos repentinos, el viento, etcétera, factores todos que inciden en la conducción. El respeto y la calma deberían ser los patrones de conducta, máxime en las calzadas irregulares de nuestra tierra, la mayor parte de ellas dañadas por el poco mantenimiento de los años de la crisis, vías con baches y con mucho tráfico porque nuestras islas capitalinas están superpobladas, y los turistas también conducen. Están bien las reuniones de moteros los fines de semana, esas caravanas que visitan los pueblos y quedan para comer y estirar las piernas en algunos de los municipios con bellos paisajes. Pero entre todos tenemos que reflexionar acerca de los límites: en primer lugar el estado de la ruta, las circunstancias meteorológicas de cada día, la abundancia de curvas, la escasa visibilidad en algunos tramos, el trazado casi siempre peligroso en los pueblos del interior. Estamos empezando el año pero los cuatro muertos de los últimos días habrán de sumarse a otras víctimas de la inconsciencia en los próximos meses, con lo cual al cabo de todo el 2019 podrían salir unas cifras preocupantes.
Cuando vemos esas caravanas de moteros por las carreteras de las islas sentimos cierta envidia: de su espíritu cooperativo, de las ganas de disfrutar los parajes, los montes y las playas. De su juventud, pues todos los que se suben en una moto tienen espíritu juvenil aunque pasen de los 70. Pero, claro, también sabemos que en las ciudades algunos que van en moto sobrepasan la velocidad establecida y además en ocasiones hacen mucho ruido y contaminan bastante con los gases que desprenden sus motores. En la circunvalación y en las autopistas de aquí observamos con frecuencia conductores de motos que se lanzan más allá de la velocidad permitida. Y no dejamos de pensar que quienes van en moto tienen un problema: carecen de parachoques porque ellos mismos con la exposición de sus cuerpos son los parachoques sobre el asfalto. De ahí que ir en moto exija cierto autodominio y, sobre todo, no sobrepasar los límites.
Internet es una jungla en la que nada es verdad ni mentira, en esa jungla hay paraísos e infiernos. Y ahora también, desde el 2 de abril habrá un Limbo amplísimo. Pues con San Google no podía ser tan duradera la felicidad, Google estaba ahí para responder a mil preguntas, para iluminarnos con la verdad, para dejarnos tener nuestros archivos y nuestros perfiles, para permitir nuestros blogs. Y ahora nos amenaza con mandarnos al Limbo el 2 de abril, lo cual está muy mal. Mi mujer, atenta, dice: No te preocupes que eso seguirá existiendo, pero habrá que pagar. La lógica femenina es apabullante, irresistible. Algunos amigos se lamentan ya: oye, parece que se cierra Google. Añaden: es una pena que esta red no supiera crecer y se adaptara a los nuevos tiempos. Así es más que probable que muchos usuarios y seguidores se queden en el camino.
Quien suscribe, con una abultada edad, no se fía siempre de las cosas de internet. Pues ya ha recibido algún daño al usar una Visa oro, que gente astuta fue capaz de utilizar para cobros indebidos, hubo que ir a Comisaría a denunciar y se recuperó la suma a los cinco meses. Quien suscribe no está predispuesto a  usar aplicaciones cuando se dirige a una oficina bancaria y, al ver que no hay empleados al estilo antiguo sino poco personal delante de ordenadores robotizados, se queda patidifuso, máxime cuando la chica le dice: descárguese la app si quiere operar. No, si yo sé hacer operaciones en el cajero, pero hay otras cosas que no sé. Descárguese la app, insiste. Qué tiempos. En la tercera edad los bancos deberían saber cuidar a los clientes veteranos, con cuentas desde hace cuarenta años.
Nos iremos al Limbo, pero el Limbo no es tan mal lugar. El Limbo, el espacio al que irían los niños sin bautizar, el Limbo, el lugar de las almas nobles. Pero, si no hemos entendido mal, el Vaticano ya declaró hace años que el Limbo no existe, pues el lugar reservado para los niños que morían sin ser bautizados ha sido clausurado, la autoridad papal rectifica y señala que la misericordia divina basta para enviarlos directamente al cielo. De este modo, pierde su sentido aquella frase que nos estaba destinada a los que somos despistados: estás en el Limbo. Es más: tenemos entendido que el papa polaco afirmó que el Infierno tampoco existe, aunque luego vino el papa alemán que, al ser un poco más cabeza cuadrada, dijo que la cosa no estaba clara. Las divagaciones teológicas del Vaticano son tan complicadas como la resolución del asunto Venezuela y el asunto catalán. Claro que uno piensa que si el Estado fue capaz de derrotar a ETA, después de que la banda contara más de 800 muertos en su haber, también será capaz de reconducir la algarada de Puigdemont y compañía. Porque, a fin de cuentas, todo comenzó cuando Artur Mas pidió para su tierra el mismo trato fiscal que Euskadi, administrar sus impuestos y revertirlos en su comunidad. Ante la negativa, la estrategia del victimismo se disparó. Y así hasta nuestros días.
Estamos ante días especiales, no solo con el juicio a los presos del “procés”, sino, sobre todo, porque Venezuela sigue siendo una segunda patria para nuestra gente. Tiene que haber soluciones para el país que tuvo en el bolívar una moneda más fuerte que el franco francés, Venezuela que nos libró de tanta hambre, que nos dio acogida y fabricó un futuro para miles, cientos de miles de emigrantes.

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