jueves, 9 de diciembre de 2021

Fulgor y elegía de Los Llanos de Aridane



La pesadilla continúa. Ni siquiera el quinto centenario de la ciudad fue conmemorado como se debía, porque la pandemia, los incendios y el volcán estropearon lo proyectado. Cuando el virus se hizo presente no imaginábamos el cúmulo de circunstancias desfavorables. Poca gente por las calles, los negocios cerrados y los restaurantes sin alemanes. Los cinco mil extranjeros aquí censados casi no estaban. Y después de los incendios estalló el volcán. Este es un espacio fabricado y destrozado cien veces, las erupciones han cambiado el paisaje muchas veces pero ahora estamos ante una destrucción infernal.

Con el dinero de Venezuela la gente compró terrenos, comenzó a construir sus casas con jardín y hasta piscina. Echaron los cimientos y ladrillo a ladrillo levantaron las habitaciones, el lugar de los hijos y de los nietos cerca de los padres: así se hicieron las bonitas casas de Las Manchas, Todoque y La Laguna. Eran viviendas de postal, con sus huertas y sus jardines llenos de color. Buena calidad de vida, y un clima envidiable, con tantas horas de sol y su laboriosidad de siempre. Los aridanenses armaron sus fincas sobre las antiguas erupciones, levantaban sus estanques redondos, indestructibles ante la lava, construyeron una economía próspera. El palmero siempre supo manejarse en la agricultura, sus plátanos, sus aguacates, la adaptación de frutos tropicales. Siempre fue un agricultor de primor, lo hizo cuando cumplió la emigración americana y lo siguió siendo cuando regresó al lugar natal. No en vano hubo tiempos en que Aridane figuraba entre los lugares con mayor renta de Canarias.

El cierre tan largo de la iglesia matriz de Los Remedios ha sido también un golpe bajo para el casco histórico, algunos de cuyos edificios señeros fueron cayendo por la codicia para transformarlos en adefesios, dónde estaba la comisión de Urbanismo. Cómo no recordar las rondallas que cantaban villancicos por las calles antes de las Misas de Luz y la celebración de la Nochebuena. Y el Casino en sus etapas de apogeo, las luchadas en la plaza, la Fiesta de Arte del 1 de julio, la Banda Municipal y Los Arrieros, y la animación del quiosco de la plaza, donde los niños escuchábamos los partidos de fútbol. La recepción de la señal era tan débil que había que instalar antenas en las azoteas.

Los Llanos de Aridane es una mezcla de lo urbano y lo agrícola, un lugar de buenos comercios y de servicios. Su preciso diseño, su museo en la calle con las grandes y coloridas obras de arte que le dan carácter, su disponibilidad de fácil aparcamiento, los laureles centenarios, la imagen de la Virgen de los Remedios. Aquí se alzaron los primeros semáforos de la isla y aquí el primer crematorio y el moderno centro comercial. De siempre la gente de los municipios cercanos venía al centro del valle para acudir a un dentista, a una tienda de ropa o a darse un paseo. Un clima apacible, muchas horas de sol y poca lluvia. Y las mejores fanegadas en la costa, el oro verde de las plataneras.

Nos resistimos a la desolación y al despoblamiento, dan ganas de llorar pero hemos de resistir a la pérdida del cementerio que ha causado tanto daño moral. No queremos pensar que el municipio más próspero y más poblado de La Palma vaya a padecer un descalabro del que no se vaya a recuperar. No queremos pensar en esos miles de habitantes que va a perder en los próximos censos, gente que huye para Tenerife, que abandona. El maldito volcán tendría que parar ya, para emprender la reconstrucción. Y será necesario coordinar todos los esfuerzos, estudiar iniciativas como la de los arquitectos de Madrid que proponen una intervención adecuada sobre el territorio. Y también es imprescindible que lleguen las ayudas, porque habrá quienes prefieran recibir el dinero que les toque para empezar de nuevo, levantar sus casas ladrillo a ladrillo, habitación a habitación.

Que 2022 sea el año del silencio del volcán y el inicio de la recuperación. Amén.

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