viernes, 11 de enero de 2019

6 poemas de Juan Jiménez: el amor y la lucha




1
No es por el peso del sol por lo que cae.


A golpes de mochazo el sol, ardiendo.
A pasos de barranco el sol ardiendo.
El camino lleno de sol,
el patio lleno de sol,
el mundo lleno de sol,
mis hermanas llenas de sol,
las manos
llenas de sol
no pueden
más;
ramírez tristes,
estupiñanes tristes,
milanes tristes, sánchez tristes,
cabreras tristes, santanas tristes,
el sol ardiendo sobre la tierra blanca
de la mesa.
Más no sufras no obstante, muerto bueno.
Desde hace cientos de años esta tierra levanta
un muro con tu sombra.

2
Tú y yo, solos, en la orilla.
Cuando el horizonte en nuestros ojos.
Amada de siempre. 
Sueño.


3
Oh despacio, amor. Ven, ven.
Es muy larga la noche, y es muy largo
el pecho del tiempo.

Pero mi mano aspira, quiere
florecer en la carne del cielo
y alumbrar este mundo cada día.

4

Cantero por cantero
te iremos conquistando,
tierra nuestra.
Cantero por cantero
te levantaremos.
Cantero por cantero
te iremos conquistando
para el niño.
Para el amor.
Cantero por cantero.
Golpe de savia,
libertad
alzada.

5
Este gusto de muerte que me dejas,
esta tarde, este dolor que está manchado
y esta prisa
de la sangre que deja chica el alma,
amor, quién los ordena.

Unos labios de pan siempre son buenos.
Unos labios de pan siempre cercanos.
Yo te llamo a venir conmigo al viento.

6
MUERTOS NUESTROS

De madrugada se lo llevaron
en un camión.
               Se lo llevaron
en calzoncillos como estaba
y Juana Jiménez no voy más a su marido Pedro Méndez.
Sucedió en Agaete cuando estalló el movimiento
de Franco,
              casa de mi amigo
Damián que se quedó sin padre a los dos meses.

Juan Jiménez murió
dos años después
que la desgracia desapareciera a Pedro,
pero queda su palabra.

Dijo a los suyos que los que
vinieron a buscarlo
eran de los falangistas.

Queda su palabra, y el testimonio
de su enloquecimiento.

Quedan Damián y Conrado
hermanos mientras vivan.

Y queda la palabra de Juana Jiménez
no para la venganza
sino por lo que significa.

Porque al fin y al cabo Pedro Méndez
solo poseía dos barcas y todo el mar tumbado
en Agaete,
isla de Gran Canaria.
No más.



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