La literatura hecha
en Canarias es territorio mestizo como nuestro lenguaje, que siente la vocación
caribeña. Hay dos modelos del español: el de Valladolid y el de Sevilla.
Nosotros, como América, seguimos la pauta de Sevilla y tenemos la impregnación
atlántica en nuestro lenguaje cotidiano, claro que no practicamos el
barroquismo exaltado de los latinoamericanos, ejercemos un curioso barroquismo,
por ocultación, y un sentido irónico de la vida, a la inglesa. Hay nuevos
escritores y publicaciones, algo parecido surgió en los 70 cuando vino la
primera generación narrativa. Hay talleres literarios de los que cada año sale
una hornada de jóvenes y menos jóvenes con ilusión por publicar. Todo esto es
legítimo, pues la escritura se ha democratizado. Ojalá no se sientan con prisa,
la literatura no es una carrera de cien metros lisos sino que más bien es una
carrera de fondo, casi una maratón. Para escribir primero hay que vivir
intensamente, luego es preciso leer y rumiar las palabras, no quedarse contento,
reelaborar una y otra vez.
Manuel Almeida es un
todo terreno: músico, novelista, periodista, bloguero, poeta, autor de cuentos y
microrrelatos, polifacético luchador de la palabra que emprende la publicación
de www.dragaria.es, un periódico
digital de calidad dedicado a divulgar las letras y las artes de aquí. Publicó
una novela bastante digna, Tres en raya,
así como un libro de microrrelatos, El
líder de las alcantarillas. Atrás, en 1990 era partícipe de Nueva Semilla,
un grupo que hacía música con raíces literarias, con identidad, y que versionó
a poetas de la tierra. Como bloguero obtuvo seis premios internacionales, y lo
que sigue pretendiendo es escribir, crear y comunicar apasionadamente. Maneja las
nuevas tecnologías y tiene una virtud esencial: está dispuesto a hablar de los
demás, a trabajar por difundir a los demás. Esta muestra de generosidad no es
frecuente en el mundillo cultural, donde más de una vez chocan los egos, la
lucha sin cuartel por ocupar un espacio. En Dragaria ha creado un buen equipo,
con la inquieta Maite Martín y otros colaboradores. El producto es variado y
globalizador.
Desde las Endechas a
la muerte de Guillén Peraza, 1447, se ha construido un cuerpo con
especificidades, que ya enumeró Valbuena Prat en los años veinte del siglo
pasado. Esta latitud y este aislamiento generan una mirada distinta.
Probablemente aquí la vida sea percibida desde una conciencia de desamparo, soledad
y dramatismo inherentes a nuestra historia, aunque todo ello está matizado por
el sentimiento irónico y el ejercicio humorístico. Nos afectan tanto la
insularidad como el eclecticismo, territorio de ida y vuelta en el Atlántico,
el ensimismamiento pero también el cosmopolitismo y la vocación de conectar con
las vanguardias. Cairasco, Viana, Viera y Clavijo, Clavijo y Fajardo son
figuras esenciales. Con el Romanticismo se exalta el pasado prehispánico, la
mitología del guanche como “buen salvaje”, y nace un sentimiento nacionalista.
A finales del XIX surge en Tenerife la Escuela Regionalista, fundamentalmente
poética. Es el momento de trasterrados como Angel Guimerá y Pérez Galdós.
En el tránsito del
XIX al XX llega la poesía; Domingo Rivero con su Oda a mi cuerpo, Tomás Morales,
Alonso Quesada y Saulo Torón. También hay cultivadores de la novela y el teatro
desde perspectivas costumbristas (los Hermanos Millares, Angel Guerra, Leoncio
Rodríguez, Benito Pérez Armas). Hacia 1920 se anuncia una nueva literatura con
Gaceta de Arte, Agustín Espinosa con Crimen,
el mejor narrador surrealista español, y Pedro García Cabrera en poesía, además
de Gutiérrez Albelo, Pérez Minik y Eduardo Westerdahl. Para Gaceta la
insularidad es un gozo y las islas un territorio que permite la observación del
mundo, un lugar para absorber y digerir, y devolver la mirada. En 1947 la
Antología Cercada da la voz a Lezcano, Agustín y José María Millares, Ventura
Doreste, Angel Johan. La Generación del Medio Siglo ahonda en la tradición, y
así llegamos a la novela. Los fetasianos son frutos del silencio y el vacío,
generan una literatura casi hermética, repleta de símbolos, pues no escriben a
la manera del realismo social sino que beben en los existencialistas franceses
y alemanes, Kafka, Beckett, el absurdo. Luego el archipiélago cambió: desde
sociedad rural a los servicios turísticos.
Las islas son un
borbotón de creación en diversos campos pero el consumo de esos productos
culturales es insuficiente, y la desvertebración se agrava con el intento de
reinstaurar a diario el pleito insular. La literatura de aquí es comparable a
la que se genera en comunidades de población similar, pero estamos lejos de los
centros de poder. Desde Galdós ningún insular ha entrado en la Academia, será muy
difícil que alguien lo consiga; quizá sea porque a los nuestros se les pone un
techo en la Península, no se les toma demasiado en serio. A los canarios que
viven en Madrid se les valora más como comunicadores que como escritores. A mí
en Correos de Torrelodones cuando iba a poner una carta a veces me preguntaban
¿Las Palmas de Gran Canaria es España? Y alguien me lo resolvió cuando un
financiero me explicó que Canarias no es España, Canarias es un tercer país. Es
aquello de que estamos demasiado cerca para ser exóticos y demasiado lejos para
que se pueda llegar en autopista. Como sociedad con identidad confusa, que pasó
del neolítico al renacimiento de una tacada, ha existido y existe un cierto síndrome
colonial. Perdida Cuba, perdido Puerto Rico y las Filipinas nos quedamos como
el último resto del imperio, la España de ultramar en la que el gobierno
central estuvo ausente largo tiempo mientras dominaban los británicos con sus
bancos y sus consignatarias, ellos trajeron el plátano y el tomate, la
innovación y el progreso. Recuerdo a Rafael Arozarena quien, cuando se hizo la
película sobre Mararía, recibió la llamada de Alfaguara y yo le comenté:
Rafael, tienes que publicar allá, para que te conozcan en Bilbao y Zaragoza. A
lo que él replicó “¿Y qué diablos me importa a mí que me conozcan en Bilbao y
Zaragoza? Publico solo en Tenerife.”
El avión es el
invento que nos permite indagar en el mundo. Los insulares le estamos
infinitamente agradecidos.
(Foto: Manuel Almeida, obtenida de www.dragaria.es)
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