martes, 28 de octubre de 2014

El ángel custodio


Una isla es un territorio repleto de electricidad que viene desde abajo, que se sustancia hacia el aire. Así nos muestra la insignificancia de lo que somos en el enorme cosmos pero a la vez nos aporta la potencia de sentirnos tan pegados a la tierra y ser viento, criaturas errantes con poca base. Tal vez por eso tengo pesadillas. Anoche se me apareció una mujer con la apariencia de un ángel custodio, similar a una estatua de mediados del XVI, en pleno esplendor del arte de Flandes, una talla de madera policromada que debió venir a las islas a cambio de una partida de azúcar, las islas enviaban azúcar a Europa y a cambio venían tejidos, manufacturas, objetos artísticos. Lo cierto es que se trata de una imagen cuya conservación es bastante buena. La joven desciende del altar como una sombra y adquiere forma humana, siento su respiración, escucho el leve aleteo de sus pasos, su mirada es profunda, su perfume es de jazmín. Cuando era chico fui monaguillo, me gusta todavía el aroma del incienso y de las flores frescas, en especial las azucenas de la Dolorosa. Lo desempeñé solo un par de años, hasta que me entró la crisis de la fe y no quería repetir latinajos que no entendía. Lo bueno era gozar el vino dulce y los recortes de obleas sobrantes de las comuniones. Pero aquello no era lo mío. Al cura no le sentó bien que careciese de ganas para ir al seminario, la universidad de los pobres por entonces, la salida más coherente para la falta de medios de mi familia. Pero yo, erre que erre, me empeñé en llegar a la universidad por mis propios medios. Me gustaban las imágenes armoniosas, las tallas de Brabante eran mis preferidas: vírgenes agasajando al divino infante, los apóstoles con toda su gallardía. Pero el altar mayor, visto por detrás, era un decepcionante caparazón de madera hurgado por las termitas. En verano, transformadas en insectos voladores, revoloteaban en tropel. ¿Tienen razón los protestantes cuando afirmaban que no es bueno adorar objetos terrenales, ídolos que entrañan la superstición? No sé, estoy en un mar de dudas. Siento que ya no tengo ángel de la guarda.

3 comentarios:

  1. Precioso relato, gracias por compartirlo.
    blog-rosariovalcarcel.blogspot.com

    ResponderEliminar
  2. Una isla es un territorio repleto de electricidad que viene desde abajo,... bonito comienzo para un relato entrañable.

    ResponderEliminar
  3. Buen relato, en el sentido de detallar unos hechos ciertamente biográficos, entre el cuento, el artículo y la reflexión, a la misma altura, o superior, de los famosos «articuentos» de Juan José Millás. Y es que no hay que irse lejos para encontrar la calidad.

    Aquiles García Brito.

    ResponderEliminar