martes, 29 de abril de 2014

Para qué las elecciones europeas


Ahora que la clase política está tan desprestigiada, con tantos y tantos capítulos de corrupciones en todas las fuerzas que tocan poder, nos llegan las elecciones al Parlamento Europeo. En manos de la clase política, la euforia y los brotes verdes nos quieren hacer ver que estamos saliendo de la crisis con un gran acelerón, un impulso sin igual. Sin embargo nos damos cuenta de que el gobierno manipula a su antojo las cifras de desempleados y la propia marcha de la economía, no existe en la población esa percepción de alegría que nos adjudican desde las alturas. Seguimos, por tanto, en plena crisis y con el paro más abultado de la UE. Y en estas nos llega un acontecimiento que, convocatoria tras convocatoria, interesa poco. La Unión Europea tiene sobre sí una doble espada de Damocles: de una parte, habría que reforzar instituciones unitarias tan significativas como el Banco Central, y de otra parte asoma un proceso de desintegración protagonizado por regiones que desean proclamar su independencia: Escocia, Cataluña, quién sabe si la Padania, Flandes, etcétera.

El cuestionamiento hacia la UE no es poca cosa; en Gran Bretaña incluso plantean un posible referéndum para mantenerse o salir de la UE, algo así como un chantaje permanente sobre las estructuras de la Unión. Aquí en las islas ni el Partido Popular se libra de sospecha de corrupción, léase el asunto del presidente del Cabildo grancanario con el cobro de presuntas comisiones ilegales en el sur turístico, ni el Partido Socialista Canario-PSOE, tristemente liderado por un profesor universitario empeñado tan solo en permanecer en el poder, sin reflejos para generar ilusión. ¿Qué decir de Coalición Canaria, partido gestado para mandar siempre aunque pierda las elecciones, siempre dispuesto a construir una mayoría en pura alternancia con socialistas o con peperos?

El Boletín Oficial del Estado (BOE) ha publicado este martes la lista de las 39 candidaturas que concurrirán, después de que la Junta Electoral Central excluyera a dos de las 41 listas que se presentaron. En total, son cuatro más que las que participaron en los comicios del 2009. Las dos fuerzas que no podrán concurrir por no cumplir con los requisitos legales son Movimiento para la Unidad del Pueblo Canario (MPUC) y Verdes Eco-Pacifistas. La pregunta es si interesan realmente estas elecciones en un momento en el que los recortes casi arruinan al Estado de Bienestar en todas partes, y por lo tanto previsiblemente habrá un voto de castigo a los respectivos gobiernos. Claro que en nuestro país, dado el lamentable estado de la oposición, es decir del Partido Socialista, tal vez las cosas no cambien demasiado. En Francia, donde el primer ministro Valls anuncia notables restricciones, está en curso una rebelión dentro de su propio partido. Aquí el inmovilismo de Rubalcaba, la falta de renovación en el liderazgo, hace cundir el desencanto entre los votantes de centro-izquierda.

La media de participación en las últimas europeas en la Europa de los 27, las celebradas en 2009, se cifró en un 43 por ciento, la más baja de la historia y más de dos puntos por debajo de las de 2004. En España la participación fue ligeramente superior a la media europea, con un 46 por ciento. Pero la participación desde 1979 ha ido descendiendo paulatinamente en las siete veces en que se ha convocado a los electores. Curiosamente, a medida que se han ido incrementando los socios ha ido bajando la participación de manera evidente, y en esta tendencia participan de manera particular los países del Este recientemente incorporados. En Lituania participó solo un 15,68 por ciento de los convocados en las elecciones del 2009, frente al 48,38 por ciento que lo había hecho en el 2004. En Eslovaquia sólo votó el 19,64% del electorado (el 16,97% en 2004); en Rumanía el 27,21% (frente al 29,47% de las elecciones de 2007, cuando celebraron sus primeras europeas); en República Checa el 25% (un 28,3% en los comicios anteriores) y así sucesivamente.

Por contra, la participación más alta corresponde a Bélgica y Luxemburgo (91%), donde es obligatorio votar. Como regla general, la participación en los países del Este que han entrado en las últimas ampliaciones fue muy inferior a la de los antiguos miembros, con unas cifras ridículas de votantes.  Entre los antiguos Estados miembros, Países Bajos fue el que registró una menor asistencia a las urnas, un 36,5% (frente al 39,26% anterior); en Alemania se situó en el 42,2% (un 43% en 2004) y en Francia en el 40,5% (un 42,76% hace cinco años; en Portugal votó en 2009 el 36,48% (el 38,6% cinco años antes); en Suecia el 35% (un 37,85% en 2004); el 28,4% en Polonia (el 20,87% en 2004).

El desencanto podría significar el alza de partidos nuevos, de tintes xenófobos, la ultraderecha encuentra terreno abonado.  No es un ambiente novedoso, ya en las últimas elecciones, los resultados apuntaban a una subida de los euroescépticos. Son los trabajadores y las clases populares quienes están abandonando a los partidos de izquierda, sustituyéndolo por las fuerzas nacionalistas porque estamos destruyendo el corazón social del continente. Europa debería ser una economía social de mercado, pero parece que Comisión y Consejo  no se enteran. El incremento del poder de los partidos que rechazan a los inmigrantes es tendencia clara. Formaciones políticas como UPyD e Izquierda Unida podrían incrementar sus resultados, y a nivel continental los Verdes también saldrían ganando. Aquí las europeas podrían brindar una lección aprovechable: el descrédito del férreo bipartidismo, ese turno amistoso en el poder que recuerda lo que sucedía en el siglo XIX entre conservadores y liberales.

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